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martes, 27 de diciembre de 2011

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Las madrastras no son tan malas (VIII)

Tirada en el sillón, con un inconsciente temblor en la pierna esperaba. Hacía ya tres cuartos de hora que había llegado con aquel tipo, ese desgreñado que decía ser el príncipe que ella, bueno, que la niña había estado buscando toda su vida. Y allí llevaba los tres cuartos de hora, encerrado en el baño. Claro, pensó, semejante cantidad de roña no sale tan fácil... Se le pasó por la cabeza una vez más si aquello sería lo correcto, bueno, tampoco acertaba a hacerse una idea de qué era lo correcto en cuanto a qué, el caso es que Blancanieves estaba en un rincón del bosque, rodeada de enanos gruñones que querían esclavizarla, y sumida en un sueño del que ni siquiera sabía si despertaría, y al fin y al cabo todo era culpa suya, por no andarse con ojo...
Pensó que si había una oportunidad de que la niña despertase era gracias a aquel gran amor que había estado esperando toda su vida, aunque no llegase en plenas facultades físicas... o psicólogicas... En el peor de los casos ¿qué podía pasar? la niña no despertaría y santas pascuas, y eso de todos modos era la posiblilidad mayoritaria en ese momento...
Y en ese momento la puerta del baño se abrió, el cambio era notable, antes sus ojos tenía un joven que, aunque no apto para míster mundo, era decente, y lo más importante, no tenía rasgos aparentes de alguien que conversa consigo mismo en mitad de un bosque.
- Esto...Esto puede que no haya sido una buena idea... ¿Y si mi amada Blancanieves se ha olvidado de mí? ¿Y si ya no me quiere? ¿Y si se cansó de aguardar mi llegada y buscó otra salida de la desoladora tristeza? ¿Y si se ha ido?
- Tranquilo, que irse no se va... Además, tú no te preocupes que ella te querrá, te lo aseguro.
- Pero, ¿qué certeza puedo tener? ¿cuál es mi certidumbre? No sé de ella mas que que la llevo buscando largo tiempo, pero ¿y si no soy correspondido? ¿Qué garantías he de tener de que ella no me rechazará?
Esto ya era lo que le faltaba, llevaba todo el día de aquí para allá, arreglando entuertos, o intentándolo al menos, cansada, agobiada, desesperada, y aún tenía que aguantar los lloros y las inseguridades de quien en ese momento era su última esperanza, y más valía que fuese una esperanza fructífera, porque si no estaba acabada...
- Mira guapo, ¿quieres garantías, no? Muy bien, pues a partir de ahora tenemos un trato, tú te casas con la niña pase lo que pase, y la niña se casa contigo pase lo que pase. No regrets, ¿entendido?
- Pero...
- Andando, Blancanieves te espera en el bosque.

Continuará...

martes, 1 de noviembre de 2011

Las madrastras no son tan malas (VII)

Atenta a todo lo que el pequeño faro de la scooter le permitía ver seguía adelante, hacía rato que había anochecido, pero no podía rendirse, tenía que seguir buscando... Y entonces, entre el petardeo de un tubo de escape que había conocido tiempos mejores acertó a escuchar lo que parecía un susurro, paró el motor y se acercó despacio¡
- Bueno, pues con esto ya tengo cena para hoy ¿verdad? Sííí, ahora cenar ya no supone un esfuerzo, si ya me lo decía yo, que esto de la caza era acostumbrarse, pues nada, ya sólo me queda encender el fuego y cocinar un poquito, que esto del fuego aún no lo tengo controlado, porque claro ¿qué pasa si se me descontrola? que luego claro, en las noticias, que si hay un pirómano, que si tal, que si cual, y ¿quién me va a creer a mí que sólo fue un desafortunado accidente? Pero no, esto no va a pasar, yo tengo cuidadito y el fuego no se descontrola, y aunque se descontrole, por lo menos podría hablar con alguien, porque esto de...
¿Con quién demonios estaba hablando aquel tipo? Se acercó más, sigilosa, hasta que pudo estar completamente segura de que aquel personaje que parecía no haber salido del bosque en años estaba totalmente solo y todas aquellas preguntas no iban dirigidas sino a sí mismo. ¿Qué se suponía que debía hacer ella ahora? Quizás el tipo necesitase ayuda, pero igual era peligroso, y además ella tenía una misión, y la cosa no estaba para perder el tiempo interrumpiendo conversaciones ajenas, aunque fueran de un sólo interlocutor...
- ¿He oído algo o ha sido mi imaginación? Mejor será mantener la calma, seguro que no ha sido nada... ¿Hay alguien ahí?... Ay, porque preguntaré esto, si en las películas nunca anuncia nada bueno, el subconsciente que me juega malas pasadas... ¡Eh! ¡Espera! ¡No ha sido mi imaginación! O eso o estoy peor de lo que pensaba...
- No... estooo... soy de verdad... Pasaba por aquí... y me pareció ver a alguien... pero bueno... que ya me iba... tampoco quiero molestar... y tenía que encontrar a alguien, así que
- ¡NO! ¡Ahora no puedes irte! ¡No, no, no! ¡Tienes que quedarte! ¡Tú no sabes lo que es esto! ¡Llevo aquí semanas, quizá meses! ¿A qué día estamos? Da igual. ¡Tienes que ayudarme! Yo también iba buscando, pero me perdí en este maldito bosque. Mi caballo se fue. Y no encontraba el camino. ¡Eres la primera persona que veo en todo este tiempo! ¡Debes ayudarme! ¡Por favor!
La expresión de aquellos ojillos escondidos entre pelo y roña era de completa desesperación, decidió que ella no sabría librarse de aquella situación, así que lo mejor sería solucionarla cuanto antes y seguir con su búsqueda.
- Muy bien, pues tú dirás en qué puedo ayudarte, si quieres te acerco a algún sitio, o te indico el camino, ¿has dicho que buscabas algo, no?
-Buscaba, oh, claro que buscaba, aquel joven que salió de las protectoras murallas de la ciudad, tan lleno de ilusión y esperanza, oh, sí, aquel era yo, pero después, sin ni siquiera saber cómo todo se torció, y ahora, qué soy ahora, mírame, aquel día mi traje lucía y centelleaba bajo el sol, y hoy hasta cuesta adivinar de qué color fue...
- Bueno, si no te importa, ya te he dicho que tenía un poco de prisa, así que si puedes abreviar...
- Ah... está bien... Yo soy príncipe de un reino cercano, salí en busca de mi amada, habitante de estas tierras que yo creía nobles, pero que han resultado ser mi perdición, y ahora, quién sabe, quizás ella se haya ido a otra parte, cansada de aguardar mi llegada.
¡Oh no! Si aquello era lo que estaba pareciendo... ¡Oh, no!... Había encontrado lo que buscaba, pero no estaba segura de poder considerar aquello como suerte. Aún así, ¿qué iba a hacer si no?
- Ya... Oye, en realidad, si a quién buscabas es quien creo que es, no creo que se vaya a ninguna parte, puedes estar tranquilo.
- ¿Qué dices? ¿La conoces? ¿Conoces al fruto de mis amores, a la bella dama que esperaba por mí en este hostil lugar, a la joven que me insufló la ilusión para partir a su encuentro por estas inhóspitas tierras? ¿Conoces a Blancanieves?


Continuará...

domingo, 2 de octubre de 2011

Las madrastras no son tan malas (VI)

Mente fría, mente fría... encontraría a la niña y entonces se le ocurriría una solución, total, el conjuro de una vieja bruja retirada no podía ser tan fuerte ¿no?... Estaba dormida, sí, pero alguna manera habría de despertarla...¿verdad?...
Y entonces la encontró, a la niña, metida en una caja de cristal, con una corte de enanos alrededor.
- Esto... hola, ¿podéis quitaos de medio? Vengo a llevarme... a la niña.
- ¿Cómo que a llevarte? ¿Quién eres tú y qué te has creído? Esta era nuestra chacha y con el siestorro que se está pegando se le está acumulando la faena, así que si no sabes cómo despertarla, ya te estás largando, que nosotros la vimos primero.
- ¡¿Qué?! Mira David el Gnomo, haz algo de provecho, búscate un jardín y vete a hacer bonito, pero a mí déjame en paz. He dicho que me la llevo y es que me la llevo.
Agarró la urna con las dos manos y tiró... ufff, se ve que la vida en el campo le había sentado bien a la niña...
- Oye... ¿unas ruedas o algo no tendréis, no?
Pero la sonrisa de suficiencia del enano gruñón le hizo deducir que tendría que buscar ayuda en otra parte.
***
Una vez más al salir del granero la puerta chirrió, pero esta vez iba tan acelerada que ni siquiera se dio cuenta, cogió la scooter y volvió hacia el bosque, había tenido una idea, y era buena, podía funcionar, pero para ello tendría primero que encontrar al maldito príncipe que tanto tiempo había estado esperando la niña...

Continuará...

domingo, 11 de septiembre de 2011

DE KELNA Y EL TIEMPO

Al parecer la Tierra, incansable ella, ha dado otra vuelta al sol cumpliendo otro año desde que fue el último cumpleaños de Kelna.

Ay como pasa el tiempo Kelna, has dejado atrás el instituto y te encaminas a la dura vida universitaria... fiestas, cursos de Erasmus, más fiestas... en fin, muy duro todo, pero a la vez instructivo.

Mientras nosotros, tus tíos abuelos, seguiremos cumpliendo años orbitando a tu alrededor, Kelnacéntricos, pues tu juventud, alegría e inteligencia nos hace estar unidos a ti, aquí, en la distancia de nuestra órbita.

Felicidades Kelna, y que cumplas muchos más, cumplamos muchos más aquí contigo.

Besos







P.D.: Esta última de regalo, es una canción que me acompañó mucho tiempo y la tengo un cariño especial

miércoles, 24 de agosto de 2011

Las madrastras no son tan malas (V)

La niña estaba viva, o eso decía el espejo, pero y entonces ¿de dónde había salido el corazón que ella misma había tenido en sus manos?... Daba igual, tenía que salir a buscarla antes de que anocheciera, o la encontrara alguien, o algo... Y luego estaba su madre, tendría que dejarla un rato en casa sola y aquello era de lo más peligroso, pero no le quedaba otra, los de la residencia no llegarían hasta el día siguiente... ¡Ay! ¡Qué había hecho ella para merecer eso!... Si corría hacia la estación de tren ahora quizás aún llegase a tiempo, podía irse lejos, muy lejos y emprender una vida sin canciones de buena mañana, sin visitas de su madre, sin aguantar los continuos viajes de su marido... No, tenía que buscar a la niña, todavía no sabía si estaba herida o cómo de herida...

- Bueno mamá, pues yo te dejo puesta la radionovela y enseguida vuelvo, que tengo que ir a hacer unos recados
- ¿Pero qué recados vas a hacer tú a estas horas? Si ya enseguida se hace de noche... ¡Ay! ¡Que mi hija! ¡Mi única hija! ¡Que se ha dado a la mala vida!
- Shhh... que no mamá, que no, que sólo es un recado, ale, tú quédate tranquilita aquí que yo vuelvo ya
- Ah, bueno, pero entonces ponme Sálvame, que lo de la radionovela ya hace días que está anticuado, pero claro, como a ti te ha dado por vivir aquí, alejada de todo y de todos... que esto último lo entiendo, porque con las gentes que hay por aquí, todo cotillas y alcahuetas que en vez de mirar en sus propias casas tienen que preocuparse por las vidas de los demás... mejor les iría si viesen lo que les pasa de puertas para dentro, que hay cada una que... pero tú escúchame hija, escúchame que no todo el mundo es así, que yo allí en la residencia, aunque es peor que la cárcel, que ya no puedo ni quedarme en mi habitación tranquila, que se deben pensar que estoy conspirando o algo, que hombre, a veces es verdad, pero qué más les dará a ellos... bueno, pues que a pesar de eso yo allí he conocido a gente muy maja, que no son como los de aquí, que ellos...
Cerró de un portazo, no tenía tiempo de escuchar uno de los monólogos de su madre, le daba igual la residencia, los complots o los amigos que hubiese hecho allí. Encontraría a la niña, la llevaría a casa y la convencería de que aquello había sido una excursión y que se había perdido accidentalmente. Por la mañana, los de la residencia se llevarían a la desafortunada visita y todo volvería a estar como siempre.

Cuando volvió a casa ya era noche cerrada. No había conseguido encontrar ni el más mínimo rastro de la niña, tendría que volver a salir al día siguiente, pero... ¿y si mientras le pasaba algo? Cada vez veía más difícil la opción de hacerle creer que todo había sido un desafortunado error. En fin, de nada serviría pensar en eso ahora, mejor sería que se quitase los zapatos para no hacer ruido y subiese pronto a su habitación, no fuera a ser que se despertase su madre y aún tuviese que aguantar una bronca por "echarse a la mala vida"... Pero al apoyar el pie desnudo sobre el primer escalón lo notó, olfateó un instante... No podía ser... le había llegado el olor a manzana, pero también a algo más, algo que no debería haber pasado, el alambique había estado escondido en el sótano desde que su madre se fue, pero ella recordaba ese aroma a pociones de cuando era niña... fue directa a lo que un día fue el laboratorio y allí estaba el circuito, los frascos y botellas, los ingredientes... todo exactamente igual que antes de que ella lo desmontase, y lo que más la aterraba, con su madre al final de todo, sujetando una botella en la que caían las últimas gotas de un líquido amarillento...
- ¿Qué estás...?¿Cómo has...?
- ¡Hija! ¡¿Tú te crees que estas son horas de venir?! ¡Mira que lo he dicho, que en vez de hija tengo una perdida! ¿Y se puedes saber dónde vas descalza? ¡Con el frío que hace! Luego dirás que te constipas, natural, si es que mira que no te lo habré dicho veces...
- ¿Qué...qué haces... con el alambique?
- ¿El alambique? Mira que me ha costado montarlo... esa manía tuya de guardarlo todo, y más las cosas útiles como esto... Me han sobrado manzanas, y me puesto a hacer licor, ¿quieres probarlo? ha salido fuertecillo...
Se le escapó un suspiro de alivio, sólo era licor, inofensivo licor... bueno, inofensivo, inofensivo tampoco, pero eso no era lo importante ahora...
- ...¡Que te pongas unos calcetines te he dicho!... ¡Ay, siempre igual! Siempre tengo que andar preocupándome por ti, que por cierto, he estado hablando con el espejo, que el pobre como debe lealtad a la familia no puede negarse a contestar la verdad, y que sepas que me lo ha contado todo y ya he solucionado tus problemillas, con una manzana y un poco de la receta que me dio mi amiga Male, la niña está en medio del bosque durmiendo como un angelito...
¡NO! ¡Aquello si que no! Esto no podía pasarle a ella... ¿por qué?... sintió que los pensamientos se le agolpaban en la cabeza acompañados de un zumbido. ¿qué se supone que tenía que hacer ahora? ¿aguantar hasta que su marido volviera e intentar explicarlo? ¿salir y deshacer el conjuro de su madre, aun sabiendo que eso sería casi imposible? ¿huir a Kazajstán? necesitaba dormir, maldito espejo, pero sabía que la culpa no era suya, ¿y de quién? ella sólo quería mandar a la niña lejos, no dejarla catatatónica...
Le arrancó a su madre la botella ya llena de las manos, pegó un trago largo sin respirar y subió las escaleras todavía descalza.


Continuará...

viernes, 22 de julio de 2011

Las madrastras no son tan malas (IV)

Entró en su habitación dando un portazo que hizo temblar las paredes. Tenía que ir al bosque cuanto antes, pero no con aquel vestido, necesitaría algo más cómodo, y también una pala, y un saco por lo que pudiera encontrar...
- ¡Eh! ¿Pero qué pretendes? ¿Tirarme de la pared y convertirme en cristalitos?
Una mirada furibunda quedó reflejada en el espejo.
- Reina, espera, ¿a qué vienen esos humos? Espera un poco y cuéntame que ha pasado, mujer... ¿Qué ha hecho la niña esta vez?
- ¡Ja! La niña no ha hecho nada. Ni lo hará, ese imbécil que se hace llamar cazador se la ha cargado ¿lo entiendes? Le sacó el corazón... que tiene narices la cosa, en su vida ha cazado algo más grande que un conejo y ahora viene y me desgracia... ¡Ay! ¡Qué habré...
Dejó de hablar de repente, tres golpes secos en la puerta habían resonado por toda la casa. Sólo conocía una persona que llamara así, y en aquellos momentos no era, ni mucho menos, esperada.
- ¡Mi madre!
- ¡Espera un momento, cari! ¿Tú estás segura de que...?
Pero ella ya había echado a correr escaleras abajo, ¿cómo podía estar ella allí? ¿y por qué? ¿qué quería? Aquella visita complicaba las cosas, lo complicaba todo... Tendría que llamar al hospital, y esperar a que los enfermeros vinieran a buscarla, otra vez, porque ya se había escapado de allí antes.
Pero eso no era lo que ella más temía. Aunque podía comprender sus motivos, aquella mujer se había ganado a pulso su estancia en un psiquiátrico a base de pociones, embrujos y maldiciones contra la gente del pueblo. Ella se había negado, no dejaría nunca que la mujer que la había criado estuviese en un manicomio por aquello... pero estaba visto que aquel "retiro para mayores" no era suficientemente seguro, tendría que pensar en algo mejor... Pero no ahora, primero tenía que ocuparse de sus otros problemas, y no iba a ser fácil huir de la visita.
Cuando se vio reflejada de nuevo en el espejo su cara había cambiado, la situación estaba empezando a superarla, apareció tras la suya otra cara, con los mismos rasgos, eso sí, pero con las pronunciadas huellas del paso de los años. Oyó lo que le pareció un grito ahogado proveniente del espejo, que decidió ser cauteloso.
- Reina, escúchame, según mis listas, las cosas... no han cambiado, ¿entiendes? Tú aún eres líder entre las mayores de 25... pero ella sigue siendo...
- ¡¿Qué?! Pero el corazón... yo lo vi...
Pero antes de que ella o el espejo pudieran llegar a una conclusión aceptable, la visitante, que hasta entonces había permanecido en silencio, habló.
- Hija, ¿Pero tú has visto cómo tienes todo esto? ¿Esto es lo que te enseñé yo? La ropa ahí encima de la silla... ¿Para qué tienes el armario entonces? Es que parece que te guste planchar porque sí... o bueno, vete a saber, que tú igual ni planchas, te lo pones todo arrugado, que siempre has sido tú muy de eso... ¿Y esto? Por fuera de las ventanas también se limpia, que tú parece que lo que no se ve, pues ala, no lo limpio, y eso no es así... A todo esto, ¿dónde está el rufián de tu marido? ¿"de viaje" no? Si ya te lo decía yo, que ese era un vividor, que tú decías que no, pero yo ya lo veía venir... ¿Y la niña esa tan repelente que trajo a casa? Porque esa no es tu hija ¿eh?, que no me entere yo que nada de la familia pasa a ella, que ni siquiera es de nuestra sangre...
- Hemos... hemos tenido un problemilla con la niña... pero ya...
- ¡Claro! ¡Pues no habíais de tener, si es que tú dirás que no, pero todo esto ya te lo avisé yo en su día, que te buscaras un futuro mejor... Tenías que haber vendido esta casa cuando tuviste la oportunidad, pero no, claro, tú saliste a tu bisabuela, y a mi madre, que eran las dos unas blandas, y que si el patrimonio familiar, que si tal... Tú tatarabuela tenía que haber estado aquí, ella sí que sabía tener las cosas en su sitio, que no había nadie que le tosiera, y encima limpiaba por fuera de las ventanas... ¿Qué ha hecho la niña esa?... No, deja, no me lo cuentes que si no igual me entran ganas de darte un sopapo, por tonta, que es que tú te dejas conquistar enseguida... Ya me encargaré yo de que no tengas más problemas con ella... Que si yo hubiese estado aquí, otro gallo nos cantaría, pero claro, tú que no, que a la residencia aquella que no me dejan hacer nada, ¡ay! pero allí hay gente muy maja, mi amiga Male me ha enseñado trucos nuevos que no te lo puedes ni imaginar, me ha dado una receta que dice que ella pinchó un dedo a la hija de los vecinos con eso y ¡ale!, a dormir como una bendita...

Continuará...

lunes, 11 de julio de 2011

Las madrastras no son tan malas (III)

El sonido de unos pesados pasos delató su vuelta de la "excursión". Tras asegurarse de que no traía compañía (no se oían las típicas canciones de la niña, ni sus saltitos, ni sus estridentes risitas) se preparó, y en cuanto lo oyó acercarse a la puerta se dispuso para recibirlo con una radiante sonrisa, puede que incluso, en cuanto se asegurase de que se la había llevado bien lejos y que estaría una temporada sin verla, lo recibiese con otro tipo de recompensa...
Los pasos se detuvieron ante la puerta, y tras lo que le pareció un suspiro, el granero se abrió y entró el cazador.
- Ayyy, corazoncito mío, ¿ya estás aquí?... Cuéntame, ¿cómo ha ido "el viaje"?
- B-Bien...
¿Bien?... Bueno, aquello era un comienzo, tendría que seguir poniéndose melosa.
- ¿Bien?... ¿Qué has hecho con ella? ¿Adónde la has mandado, cielito?
- Yo... Yo hice lo que tú me ordenaste.
Mmm... Empezaba a cansarse de aquellas respuestas que no llevaban a nada, ¿y a qué venían esos ojillos asustados?
- Amorcito mío, explícate un poquito más ¿quieres? ¿Dónde la has dejado?
- En-en el bosque... Aquí tienes.
¿Aquí tienes? ¿Una cajita? ¿Qué era aquello? ¿Un regalo? ¿Sería hoy algún tipo de aniversario? Lo miró sorprendida todavía un instante y después abrió la caja...
-¡¿Pero qué...?! ¡¿Esto es un... corazón?!... Espera, espera... ¿Qué narices has hecho?
- Yo... Lo que tú me dijiste, Reina, sacarle el corazón.
- ¡¿QUÉ?! ¡¿Qué estás...?! ¡¿Se puede saber cuándo te he dicho yo algo parecido?!... Ay, Dios mío...
- Tú, tú me lo dijiste, antes de marchar "Sácala el corazón", aquí mismo, en el granero.
- ¡Pero, cómo se puede ser tan inútil! "Sácala, corazón", dije "Sácala, corazón" ¿Es que no sabes lo que significan las pausas?... Y esa manía tuya con los laísmos, ni que fueras madrileño... Ay, Dios mío, ¡Pero qué has hecho!...
¿Qué iba a hacer ella ahora? ¿Qué le iba a contar a su marido cuando volviese?... Bueno, siempre podría decir que había desaparecido... o que se había ido a buscar al príncipe pensando que ya estaba de camino, al fin y al cabo aquello era creíble... Pero espera, ¿qué había dicho ese idiota? Que la había dejado en el bosque... Tendría que ir, esconder todo lo que pudiese revelar la verdad, no fuera a ser que alguien del pueblo encontrase algo... algo como un cadáver... Ay, Dios mío...
- Reina, es-espera, en realidad yo...
Salió disparada hacia la puerta, no tenía tiempo que perder y tampoco escuchó nada más que el inmenso chirrido de la puerta del granero que seguía sin arreglar. No, si al final iba a tener ella razón, si quería algo bien hecho, tendría que hacerlo ella.

Continuará...

jueves, 9 de junio de 2011

Doodle

Seguramente ya lo habéis visto y hasta habéis perdido un rato con él.
Pero si no, por el amor de hatun, ¡¡abrid google!! :D

lunes, 6 de junio de 2011

Las madrastras no son tan malas (II)

La puerta del cobertizo seguía chirriando, al final tendría que engrasarla ella misma...
- Querida, dijo una voz excesivamente empalagosa, la niña me ha dicho que me estabas buscando, ¿no crees que deberíamos mantenerla al margen?
- ¿Eh?... No te llamaba para eso... Espera, ¿Qué haces con ese rastrillo?
- ¡Ah! ¡Esto! He puesto un huerto en los jardines de atrás, en cuanto empiece a dar frutos dejo la caza. La idea ha sido de la niña ¿Te gusta?
- Joer, si al final vas a ser más tonto de lo que imaginé
- ¿Qué?
- Naaada corazoncito, verás, tengo que pedirte un favor...
- Tú dirás, madrastra mía...
Miró a aquel tipo que entrecerraba los ojos de una manera que pretendía ser seductora pero que realmente lo hacía parecerse a un topo recién sacado a la luz del mediodía. Se preguntó cómo había podido mantenerlo como su amante... ¿Por qué ella, la triunfadora mujer de su juventud, se había rebajado hasta aquel punto? Pero ya sabía la respuesta, era lo único que tenía allí, la inmensa casa que había heredado de su abuela, excelentemente situada de no ser por aquel pueblo de viejas cotillas, única conexión con el resto del mundo, y aparte de eso, un marido que nunca estaba, la estúpida niña, y aquellas aventuras en el cobertizo que durante algún tiempo la habían hecho sentirse poderosa otra vez. Tenía que salir de allí, pero no podía, ¿qué habría dicho la abuela, o más aún, la bisabuela si la hubieran visto irse de aquella casa? Habría sido la deshonra de la familia sin dudarlo... Sacudió la cabeza para librarse de la nostalgia y volvió al desmejorado amante que todavía esperaba su proposición, al menos esta vez podría aprovecharse de su encanto
- Verás, amorcito, la verdad es que necesito que te lleves a la niña
- ¿Llevármela?¿Unas vacaciones o algo así?
- Sí... Algo así... Pero tienes que sacarla de aquí, no la aguanto más, está cantando todo el día, con los estúpidos animalitos, llenándome la casa de flores y ya no puedo con ella.
- Pero...
- Pero nada. Tú sabes que lo he intentado todo, enviarla a estudiar fuera, que se la llevara aquella compañía de baile, que se presentara a Operación Triunfo, hasta conseguí que la contratara Bill Gates sin saber lo que era un ordenador, pero nada, que si ya vendría su príncipe, que si amor eterno, que si bla, bla, bla... y eterna se me está haciendo a mí la espera, porque el maldito príncipe no viene y la niña no se va ni con agua caliente. Tienes que hacer algo, osito mío (Y entonces utilizó una exageradísima caída de ojos, que sin embargo sabía que funcionaría, al menos con él)
- Pero... ¿Y cómo voy a conseguirlo yo? (¡Funcionó!)
- No lo sé, haz un pacto con la bruja de la Sirenita para que se calle, llévatela al bosque a lo Hansel y Gretel, pero sácala de aquí, sácala, corazón.

Continuará...

martes, 3 de mayo de 2011

Las madrastras no son tan malas

Una mañana más se despertó y a su lado en la cama no había nadie. Claro, recordó, viaje de trabajo, como siempre, y mientras ella a cuidar de la niña y a hacerlo todo... La niña, menuda joya la niña, ya estaba cantando otra vez, si es que así no hay quien duerma, si por lo menos hiciese algo... Pero no, ríete tú de la generación ni-ni... La princesita de su papá se pasaba el día allí, cantando y bailando, y llenándole la casa de bichos, ¿para qué estudiar, si vendría a buscarla su príncipe?, ya se quedaba ella en casita, "ayudando"...Porque claro, lo de ayudar era un decir, a ver quien es el listo que come en un plato que ha fregado una mofeta con su cola... Así que nada, ya lo hacía ella todo y después a repasar lo que la niña ha "limpiado". Y mientras su querido marido de viaje, siempre fuera, siempre sin hacerle caso... Si ya se lo decía su madre, no te cases con ése, que es un vividor, y encima feo... Ah, pero ella, joven, guapa, la sensación de un pueblo pequeño como aquel haría lo que le diese la gana... Y allí estaba, en el mismo pueblo insignificante donde nunca pasaba nada, con la misma gente de siempre y sus historias repetidas mil veces... y con aquella niña cantando en el piso de abajo sin dejarla dormir...

Consiguió hacerse con un plato que no habían tocado las ardillas y se hizo el desayuno, iba a ducharse pero no quedaba agua caliente, los condenados ciervos no sabían fregar con agua fría... Como cada mañana se puso frente al espejo y le preguntó
- Espejito, espejito ¿quién es la más bella del reino?
El espejo guardó un incómodo silencio y contestó ante su mirada amenazante
- Ay, cari, pero no te enfades...Blancanieves
¿QUÉ? Esto ya era el colmo, lo que le faltaba, el espejo de su bisabuela le hacía esto, a ella, que había sido la más guapa de aquel estúpido reino durante los últimos treinta años...
- Reina, que te estoy viendo venir, no te pongas así, que tú sigues siendo líder entre las mayores de 25... ¡No! Deja de apuntarme con ese plato que sabes que soy frágil...Además cari, que es que esas ojeras que llevas no te favorecen nada...
- Se acabó, se acabó, esa niña tiene que irse de esta casa o yo me vuelvo loca, espejito.
- Bueno, bueno, pero eso ya lo piensas luego más calmada eh, que las cosas en caliente...

Decidió hacerle caso al espejo (si su familia lo había conservado durante seis generaciones sería por algo) y decidió volver a su alcoba a descansar hasta que los grititos de una voz insoportablemente dulce la interrumpieron
- ¡Madras! ¡Madras! ¡Mira! ¡Te he traído unas flores!
Estúpida niña, doce años viviendo en la misma casa y aún no se había enterado de que era alérgica al polen.
- Claro, bonita, déjalas por ahí... Oye, ¿sabes si ha venido ya el cazador?
- Sí, lo vi antes y conseguí convencerlo de que no mate a mis pequeñines y se haga un huerto.
- Maldito imbécil...
- ¿Qué dices, Madras?
- Nada, bonita, nada, ya puedes irte.

Continuará...

domingo, 12 de septiembre de 2010

12-S

Hoy, y todos los 12 de septiembre serán recordados por ser el día después de que cayeran las torres gemelas en New York... Bueno, y por ser el día después el nacimiento de la Cuevalagua de nuestra pelirroja. =)

martes, 3 de agosto de 2010

Crónica de un concierto de verano

Hace apenas unos días tuvo lugar un curioso espectáculo, un concierto al aire libre, de entrada gratuita y aforo ilimitado, quizá no con tanto público como podría haberse esperado, pero con el éxito que tiene asegurada una noche que reúne a U2 y AC/DC con Mecano, Melendi, Miguel Bosé, Katy Perry, Lady Gaga, Celia Cruz, Estopa, Amaral, Shakira con su waka waka, Bisbal y K'naan, Macaco, Pereza, El Canto del Loco, La Oreja de Van Gogh cuando todavía cantaba Amaia y otros que seguro he olvidado.
Seguramente no es lo que muchos calificarían como una gran noche, algunos ni siquiera se atreverían a llamarlo concierto, pero así son las noches de verano tal y como yo las conozco. Una orquesta que se puede escuchar sin sufrir daños auditivos, un repertorio marcado por los gustos de la mayoría, y un público que por lo general con un par de cubatas es capaz de bailar hasta el anuncio del bingo.
Teniendo en cuenta estas premisas, la noche se va volviendo mejor cuando te das cuenta de que el nivel de los que están encima del escenario está por encima de lo acostumbrado, llegando incluso a ser agradable y de que es posible que no haga falta esperar a que todo el mundo haya cogido "la chispilla" para poder bailar, y va rozando lo fantástico cuando de repente empiezas a escuchar algo que no es 'lo de siempre'.
Al final, después de llegar a casa y alcanzar la cama de puntillas para hacer el menor ruido posible y en apenas una horas debatirte entre desayunar o esperar a la comida, las últimas doce horas se convierten en algo memorable. Será la magia de las noches de verano.

viernes, 9 de julio de 2010

Inculteishons

En la primera entrada de inculteces, Alma nos trajo un libro, hoy yo traigo cuatro, una serie que va desde “From lost to the river” hasta “Like a fish in the water”.
Porque ¿quién no ha traducido literalmente una de las frases hechas que recoge esta amplia lengua que es el castellano en un vano intento de hacerse entender ante un anonadado forastero?
Así es como nace el ‘Fromlostiano’, idioma que aunque de nula utilidad real en cuanto a lo que a comunicación se refiere, siempre viene bien para echarse unas risas con una amplia extensión de expresiones, desde los clásicos Let’s go, don’t fuck me (Vamos, no me jodas) o Shit yourself, little parrot (Cágate, lorito) hasta las más surrealistas, como What of-taylor (Qué de-sastre), Whicho? (¿Cualo?) o To God (Adiós). Pasando por algunas tan socorridas como The mother who gave birth to him (La madre que lo parió), Everywhere they boil beans (En todas partes cuecen habas) o That if you want rice, Catherine (Que si quieres arroz, Catalina).
Ya veis que lo de ampliar el fromlostiano no es nothing of the other thursday, así que quiero ver aportaciones, y si no, to another thing, butterfly.

miércoles, 23 de junio de 2010

lunes, 26 de abril de 2010

El día E

El pasado viernes, además de ser fiesta algunas Comunidades Autónomas, que disfrutaron de un precioso puente de tres días, fue el día del libro. ¿qué tiene que ver esto con lo que os quería contar? Nada, salvo una pequeña confusión mía, que en cierto momento pensé que el día 23 también había sido el día E, y eso sí era de lo que quería hablar.

El día E, es el día de la lengua española, día que empezó a celebrarse en 2009, y que este año es el 19 de junio, que además de jornada de puertas abiertas en el Instituto Cervantes, será el día en que se cierren las votaciones. ¿Votaciones de qué? De palabras, bonitas, feas, que suenen bien o mal, de significados diversos... el caso es que en la web de día E puedes votar por tu palabra favorita del español. Arrebañar, gamusino, infinito, república y sueño van ganando por el momento.
Pero conociendo a los hatunes, seguro que algún inconformista hay, pues bien, no hay problema, porque además de palabras del diccionario de toda la vida, puedes inventarte nuevas y proponerlas en el "ficcionario", donde ya hay un considerable número de propuestas como: asaltimbanqui, adbominables, almario, bolíglota, cagatrochas (que por cierto, está de las primeras), conspiranoia, enfelízate, falshion, freudulento, halitóxico, halamaña, liberatura, margarito (donde más de uno se va en vacaciones), melancohólico, morfeón, patétrico, salmonear, Sanguijuelo, simpaticópata (como el emoticón :) del chat), utontopía o zorriloquio (que no es lo que estáis pensando :P).
Aquí os dejo otra vez la página http://eldiae.es/, donde además del diccionario y el ficcionario hay un juego parecido al scrabble, vamos, lo ideal para perder un rato entre letras

jueves, 18 de febrero de 2010

Un barco, un hatun, y su cumpleaños

Con cien cañones por banda,

viento en popa, a toda vela,

no corta el mar, sino vuela

un velero hatunero.

Subcomandante al que llaman

por su nick Bloguerrillero

bravo hatun y fiel guerrero.

Y hoy 18 de Febrero
celebramos que hace una tira larga, larga de años, él decidió que hoy celebraríamos su cumpleaños, porque como todos sabéis, es atemporal y joven eterno.

Hace ya tiempo que llegó navegando hacia nosotros, preparando ya una batalla, la del juicio final, y tanto arengó y arengó, que hemos ido cogiéndole cariño hasta que ya es casi imposible no quererlo. Y no sólo por ser hatun, y guerrero, es muchas cosas más (chico para todo diría yo), es impredecible, es amante inconmensurable, es del mismo Bilbao ¡aibalaostia!, es el efecto Doppler personificado, es un liante, tahúr, ventajista, chantajista, marrullero... pero también porque es el único capaz de llevarnos a batallas donde las únicas secuelas posibles son las agujetas causadas por las carcajadas, y porque aunque desapareció, volvió, confesó haber sido parte del ejército de Noemedusa, y encima cuenta chistes malisímos de los de record guiness, siempre termina haciéndonos reír, y despertando ese cariño seguido de un "animalico...". Y también porque sólo a él se le podía ocurrir enfrentarse a hordas de virginianos por culpa de un antimosquitos despiadado; y como no podía ser de otra manera, por tugal y por tugalete.

Hoy cumple un año más que el pasado y dos más que el anterior, y aunque sabemos que ya lo estará celebrando en muchos otros universos paralelos y en algún que otro bar de éste, en Hatunia hoy es día de fiesta, y aparte de desear el pastel que nos mira con ojos golosones, te deseamos muchísimas felicidades Subcomandante.


Y antes de que robes las llaves de la cantina para empezar a rebuscar tus regalos, has de saber que iba a regalarte el barco del principio, pero… pensé que igual esto te hacía más ilusión =P

Se te quiere hatun, FELICIDADES!

lunes, 25 de enero de 2010

"La Señora Dalloway" (un mini-trocito)

La guerra le había educado. Fue sublime. Había pasado por todo lo que tenía que pasar—la amistad, la Guerra Europea, la muerte—, había merecido el ascenso, aún no había cumplido los treinta años y estaba destinado a sobrevivir. En esto último no se equivocó. Las últimas bombas no le dieron. Las vio explotar con indiferencia. Cuando llegó la paz, se encontraba en Milán, alojado en una pensión con un patio, flores en tiestos, mesillas al aire libre, hijas que confeccionaban sombreros, y de Lucrezia, la menor de las hijas, se hizo novio un atardecer en que sentía terror. Terror de no poder sentir.
Ahora que todo había terminado que se había firmado la tregua, que los muertos habían sido enterrados, padecía, en especial al atardecer, estos bruscos truenos de miedo. No podía sentir. Cuando abría la puerta de la estancia en que las muchachas italianas confeccionaban sombreros, las podía ver, las podía oír; pasaban delgados alambres por las coloreadas cuentas que tenían en cuencos; daban esta y aquella forma a las telas de bocací: la mesa estaba sembrada de plumas, lentejuelas, sedas y cintas; las tijeras golpeaban la mesa; pero algo le faltaba; no podía sentir. Los golpes de las tijeras, las risas de las muchachas, la confección de los sombreros le protegían, le daban seguridad, le daban refugio. Pero no podía pasarse la noche sentado allí. Había momentos en que se despertaba a primeras horas de la madrugada. La cama caía; él caía. ¡Oh, las tijeras, la lámpara y las formas de los sombreros! Pidió a Lucrezia que se casara con él, a la más joven de las dos, a la alegre, la frívola, con aquellos menudos dedos artísticos que ella alzaba, diciendo: “Todo se debe a ellos.” Daban vida a la seda, las plumas y todo lo demás.
“El sombrero es lo más importante,”, decía Lucrezia, cuando paseaban juntos. Examinaba todos los sombreros que pasaban; y la capa y el vestido y el porte de la mujer. Mal vestida, va recargada, estigmatizaba Lucrezia, no con ferocidad, sino con impacientes movimientos de las manos, cual los de un pintor que aparta de sí una impostura patente y bien intencionada; y luego, generosamente, aunque siempre con sentido crítico, alababa a la dependienta de una tienda que llevaba con gracia su vestidito, o ensalzaba sin reservas, con comprensión entusiasta y profesional, a una señora francesa que descendía del coche, con chinchilla, túnica y perlas.
“¡Bonito!”, murmuraba Rezia, dando un codazo a Septimus para que lo viera. Pero la belleza se encontraba detrás de un cristal. Ni siquiera el gusto (a Rezia le gustaban los helados, los bombones, las cosas dulces) le producía placer. Dejaba la copa en la mesilla de mármol. Miraba a la gente fuera; parecían felices, reunidos en medio de la calle, gritando, riendo, discutiendo por nada. Pero había perdido el gusto, no podía sentir. En el salón de té, entre las mesas y los camareros que parloteaban, volvió a sentir el terrible miedo: no podía sentir. Podía razonar; podía leer, al Dante, por ejemplo, muy fácilmente (“Septimus, deja ya el libro”, le decía Rezia cerrando dulcemente el Inferno), podía sumar la cuenta; su cerebro se encontraba en perfecto estado; seguramente el mundo tenía la culpa de que no sintiera.
“Los ingleses son muy callados”, decía Regia. Le gustaba, decía. Respetaba a los ingleses, quería ver Londres, y los caballos ingleses, y los vestidos hechos por sastres, y recordaba haber oído decir que las tiendas eran maravillosas, a una tía que se había casado y vivía en Soho.
Puede ser, pensó Septimus, contemplando Inglaterra desde la ventanilla del tren, cuando partían de Newhaven; puede ser que el mundo carezca de significado en sí mismo.
En la oficina le ascendieron a un cargo de bastante responsabilidad. Estaban orgullosos de él; había ganado cruces. “Ha cumplido usted con su deber, y ahora a nosotros corresponde...”, comenzó a decir el señor Brewer; y no pudo terminar, tan placenteras eran sus emociones. Se alojaron en un punto admirable, junto a Tottenham Court Road.
Allí volvió a abrir a Shakespeare. Aquel juvenil asunto de intoxicarse con el lenguaje—Antonio y Cleopatra— había quedado extinguido. ¡Cuánto odiaba Shakespeare a la humanidad, el ponerse prendas, el engendrar hijos, la sordidez de la boca y del vientre! Ahora Septimus se dio cuenta de esto; el mensaje oculto tras la belleza de las palabras. La clave secreta que cada generación pasa, disimuladamente, a la siguiente significa aborrecimiento, odio, desesperación. Con Dante ocurría lo mismo. Con Esquilo (traducido), lo mismo. Y allí estaba Rezia sentada ante la mesa, arreglando sombreros. Arreglaba sombreros de las amigas de la señora Filmer; se pasaba las horas arreglando sombreros. Estaba pálida, misteriosa; como un lirio, ahogada, bajo el agua, pensaba Septimus.
“Los ingleses son muy serios”, decía Rezia enlazando sus brazos alrededor de Septimus, apoyando su mejilla en la de éste.
El amor entre hombre y mujer repelía a Shakespeare. El asunto de copular le parecía una suciedad antes de llegar al final. Pero Rezia decía que debía tener hijos. Llevaban cinco años casados.
Juntos fueron a la Torre, al Victoria and Albert Museum; se mezclaron con la multitud para ver al Rey inaugurar el Parlamento. Y había tiendas, tiendas de sombreros, tiendas de vestidos, tiendas con bolsos de cuero en el escaparate, que Rezia miraba. Pero debía tener un niño.
Decía que debía tener un hijo como Septimus. Pero nadie podía ser como Septimus; tan dulce, tan serio, tan inteligente. ¿Por qué no podía ella leer también a Shakespeare? ¿Era Shakespeare un autor difícil?, preguntaba Rezia.
Uno no puede traer hijos a un mundo como éste. Uno no puede perpetuar el sufrimiento, ni aumentar la raza de estos lujuriosos animales, que no tienen emociones duraderas, sino tan sólo caprichos y vanidades que ahora les llevan hacia un lado, y luego hacia otro.
Miraba cómo Rezia manejaba las tijeras, daba forma, como se contempla a un pájaro picotear y saltar en el césped, sin atreverse a mover ni un dedo. Porque la verdad es (dejemos que Rezia lo ignore) que los seres humanos carecen de bondad, de fe, de caridad, salvo en lo que sirve para aumentar el placer del momento. Cazan en jauría. Las jaurías recorren el desierto, y chillando desaparecen en la selva. Abandonan a los caídos. Llevan una máscara de muecas. Ahí estaba Brewer, en la oficina, con su mostacho engomado, su aguja de corbata de coral, sus agradables emociones—todo frío y humedad—, sus geranios destruidos por la guerra, destruidos los nervios de su cocinera; o Amelia Nosequé sirviendo tazas de té puntualmente a las cinco, pequeña arpía obscena, de burlona sonrisa y mirada; y los Toms y los Berties, con sus almidonadas pecheras de las que rezumaban gotas de vicio. Nunca le vieron dibujando sus retratos, desnudos, haciendo payasadas, en el bloc de notas. En la calle, los camiones pasaban rugiendo junto a él; la brutalidad aullaba en los carteles; había hombres que quedaban atrapados en el fondo de minas; mujeres que ardían vivas; y en cierta ocasión un grupo de mutilados lunáticos que hacían ejercicios o se exhibían para divertir al pueblo (que reía en voz alta) desfiló moviendo la cabeza y sonriendo junto a él, en Tottenham Court Road, cada uno de ellos medio pidiendo disculpas, pero triunfalmente, infligiéndole su sino sin esperanzas. Y ¿acaso iba él a enloquecer?
A la hora del té, Rezia le dijo que la hija de la señora Filmer esperaba un hijo. ¡Ella no podía envejecer sin tener un hijo! ¡Estaba muy sola, era muy desdichada! Lloró por vez primera después de su matrimonio. Muy a lo lejos Septimus oyó el llanto; lo oyó claramente con precisión; lo comparó con el golpeteo del pistón dé una bomba. Pero no sintió nada.
Su esposa lloraba, y él no sentía nada; pero cada vez que su esposa lloraba de aquella manera profunda, silenciosa, desesperanzada, Septimus descendía otro peldaño en la escalera que le llevaba al fondo del pozo.
Por fin, en un gesto melodramático que realizó mecánicamente y con clara conciencia de su insinceridad, dejó caer la cabeza en las palmas de las manos. Ahora se había rendido; ahora los demás debían ayudarle. Era preciso llamar a la gente. Él había cedido.

La Señora Dalloway (1925), Virginia Woolf.

viernes, 15 de enero de 2010

Encuentros reveladores


La noche que empezó a tener aquellos extraños encuentros se había dormido llorando. Ella no podía tener una vida normal, era consciente; la mayor parte del tiempo intentaba mantenerse ocupada, pero en noches como aquella no podía evitar pensar, y entonces le asaltaban la tristeza y las dudas. dudaba sobre quién era realmente y quién debería ser, se entristecía por no ser de otra manera y porque las cosas no eran diferentes; entonces, sentía la humedad de las lágrimas deslizarse por sus mejillas y caer sobre la almohada, dejando como testigos de su pena dos pequeños círculos salados.
Despertó sin un motivo aparente, abrió los ojos para mirar el reloj, pero se encontró con una luz frente a ella. Intentó deshacerse de los últimos restos de sueño que le nublaban la mente. ¿Qué era aquella luz? Entonces se dio cuenta, el portátil que descansaba sobre su mesa se había quedado encendido; estaba semicerrado y esto hacía que una línea de luz se proyectase por toda la habitación. Su sombra cubrió la pared cuando se acercó para apagarlo, pero al levantar la pantalla vio algo que no esperaba hallar allí...
Todo esto no lo recordó hasta la noche siguiente cuando se acostó. Recordaba haber encontrado algo, pero no lograba saber qué era. Un escalofrío recorrió su cuerpo y le dejó un intenso cosquilleo en el estómago. Se levantó y encendió de nuevo el ordenador, después de mirar los historiales y carpetas volvió a la cama. Quizás sólo había sido un sueño, tan sólo un producto de su imaginación. Pero recordaba el frío al caminar descalza sobre el suelo de mármol, y también estaba esa sensación que se había instalado en su estómago.
También despertó aquella noche. Cuando abrió los ojos volvió a ver la luz azulada que escapaba entre el teclado y la pantalla. Repitió los pasos de la noche anterior, pero esta vez lo único que vio fue el escritorio de Windows al que estaba acostumbrada. Se reprendió a sí misma al notar la decepción. ¿Qué esperaba encontrar? Esta vez sí, apagó el ordenador y volvió a la cama.
No conseguía dormirse, a la decepción de no haber encontrado nada se sumaban las frustración por no recordar y el cansancio de dos noches de sueño interrumpido. Comenzó a escuchar un zumbido. Se quedó quieta un instante y finalmente se levantó. Mientras se acercaba fue identificándolo, el sonido salía de las tuberías del baño. Se acercó hasta el lavabo y abrió el grifo. El ruido cesó, el agua fluía y entonces...
No conseguía recordar qué había ocurrido después. Quizá había encontrado algo, quizá era lo mismo de la otra noche. Sólo sabía que volvía a tener esa sensación en el estómago.
La tercera noche se acostó entre nerviosa y preocupada. Necesitaba descubrir qué era lo que le quitaba el sueño, pero tenía miedo de volver a desilusionarse. Tardó bastante en dormirse, pero volvió a suceder. Despertó. Inmediatamente buscó algo, una luz, un susurro, pero no había nada. Lentamente se levantó y caminó hasta la puerta de la habitación. Entonces, llegó lo que había estado esperando, un golpe seco se escuchó a su derecha. Alcanzó el origen de los ruidos, un armario, encendió una de las luces y se prometió que esta vez no olvidaría. Inspiró, alargó su brazo y abrió la puerta del armario. Se encontró de frente con una mujer en pijama. Escuchó pasos acercándose.
- Alicia... ¿te gusta el espejo? Lo pusieron ayer.
A su izquierda, en el final del pasillo, una pelirroja despeinada y también en pijama le hablaba.
- Deberías volver a la cama, aún no ha amanecido.
Alicia asintió. Se volvió de nuevo hacia el armario y miró una vez más a la mujer, reparó en que ahora sonreía; levantó su mano y se la llevó instintivamente a los labios. No sólo la mujer del armario sonreía, también ella.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Sobre una mujer llamada Pandora

Hasta hace relativamente poco, no sabía casi nada sobre el mito de Pandora, aparte de que tenía una caja; y hace algo más de un año lo descubrí.
Como en casi todos los mitos griegos hay varias versiones, a mí me gusta coger un poquito de cada una, y quiero daros la oportunidad de hacer vosotros lo mismo, por eso no voy a contaros la historia, buscadla, aunque seguro que muchos ya la conoceréis.

Es un mito que me encanta, mi favorito me atrevería a decir; primero, porque no consigo ver a Pandora como la mala del cuento. Aunque Zeus la crease como venganza, y aunque los dioses la dotaran con la mentira, puedo comprenderla, yo también habría destapado el ánfora... Porque sí, la curiosidad mató al gato, pero no contó con que tenía siete vidas.
La segunda razón es la esperanza, lo único que no escapó de la vasija; porque si hay algo que me encanta y que no puedo evitar hacer es soñar, y ¿qué es soñar sino tener la esperanza de que algún día esos sueños se cumplan?
Entonces, si Pandora no hubiese estado ahí, y la curiosidad no hubiera podido con ella, no habría males en el mundo, pero quizá tampoco podríamos soñar...
Así que, sólo una cosa más: Gracias Pandora.