jueves, 30 de abril de 2009

UNA DEUDA PENDIENTE

No todas son mis películas favoritas. Pero sí que adoro todos y cada uno de los fotogramas escogidos. Y sobre todo admiro a quién editó este video. Porque con él se me saltan las lágrimas.

 
* La pieza musical para guitarra es la Cavatina, de Stanley Myers. Una muestra adicional del gusto de quién lo montó.

miércoles, 29 de abril de 2009

Creación del Mundo (Leyenda Apache)

Apaches

Al principio nada existía. No había tierra, ni cielo, ni sol, ni luna. Solamente la oscuridad estaba en todas partes. De pronto, de entre la oscuridad surgió un disco delgado, con un lado amarillo y el otro lado blanco. Apareció suspendido en medio de la nada. Dentro del disco había un pequeño hombre: el Creador -El Que Vivía Anteriormente-. Estaba sentado. Como si se despertara de un sueño, se frotó los ojos y cruzó sus brazos.


Cuando parecía que nada iba a cambiar y que la oscuridad duraría para siempre, la luz apareció. El Creador miró hacia abajo y surgió un mar de luz. Miró hacia el Este y creó las líneas amarillas del amanecer. Al oeste, nacieron brochazos de innumerables colores, que pronto se esparcieron por doquier en sus infinitos matices, reflejados en las nubes.


El Creador recogió el sudor en su rostro con sus manos y dejó caer las gotas sobre una nube. Miró hacia abajo y en esa nube brillante vio que se hallaba sentada una muchacha, el fruto de su sudor.


- “¿Qué haces ahí y de dónde vienes?” -preguntó El Creador, pero ella no contestó. Él frotó sus ojos de nuevo y le ofreció su mano derecha a la Muchacha huérfana”.


- "¿De Dónde vienes Tú?” -preguntó ella y asió su mano.


- “Del Este, donde ahora ya no hay vacío" -contestó Él y se puso a caminar sobre la nube.


- "¿Dónde está la tierra?" -preguntó ella.


- "¿Dónde está el cielo?” -preguntó Él e inició un canto- "Yo estoy pensando, pensando, pensando lo que voy a crear”.


Y repitió su canto cuatro veces, su número sagrado. El Creador enjugó el sudor su cara con sus manos, las frotó y dejó caer unas gotas. Ante Él y la muchacha huérfana, se erguía también el dios Sol, de pié. De las gotas que había dejado caer había nacido el Pequeño Muchacho. Los cuatro dioses, reunidos en la nube, se pusieron a pensar.


- “¿Qué haremos ahora?” -preguntó el Creador-. “Esta nube es demasiado pequeña para que vivamos los cuatro eternamente.


Entonces, Él creó a Tarántula, Olla Grande, Viento y Hacedor de Relámpagos. Creó también algunas nubes hacia el oeste para que en ellas pudiera morar Hacedor de Relámpagos. El Creador entonó un nuevo canto: - “Dejadme hacer la Tierra. Estoy pensando en la Tierra, en la Tierra, en la Tierra -y repitió su canto cuatro veces.


Los cuatro dioses agitaron sus manos y el sudor de los cuatro se mezcló en las manos de El Creador, entre las cuales se formó una pequeña bola de color marrón -como el barro- no más grande que un guisante. El Creador la empujó con su pié y comenzó a crecer. La Muchacha Huérfana la empujó también y la bola siguió creciendo. Sol y Joven Muchacho empujaron con fuerza la bola y en cada ocasión la bola crecía y crecía más cada vez. El Creador pidió a Viento que se introdujera en la bola para expandirla más y Tarántula tejió un hilo negro alrededor de la ella y, alejándose rápidamente hacia el Este, tiró del cordón con todas sus fuerzas.


Crow

Tarántula tejió más cordones: uno azul y corrió hacia el sur; uno amarillo y se fue al oeste; y uno blanco y se fue hacia el norte. En cada ocasión tiró con todas sus fuerzas y en cada ocasión la bola creció y creció hasta hacerse inmensa. Así surgió la Tierra. Pero no había colinas. Ni las montañas, ni los ríos eran visibles. Sólo una inmensa llanura parda, sin árboles.

El Creador frotó su pecho con sus dedos y nació un colibrí, el primer pájaro.


- “Vuela en las cuatro direcciones y cuéntanos lo que ves”, dijo El Creador Al volver, el colibrí dijo “Todo está bien. La Tierra es hermosa y hay agua hacia el Este”.


Pero la Tierra aun estaba por ser terminar. Crujía y temblaba a cada instante y el Creador hizo cuatro inmensas columnas -una negra, otra azul, otra amarilla y otra blanca- para sugetar la Tierra. Viento llevó las columnas a los cuatro puntos cardinales y la Tierra comenzó a afirmarse. El Creador cantó un nuevo himno cuatro veces:


“El Mundo ya está hecho y ahora podrá calmarse” -y entonces fue cuando Él dirigió su atención al cielo que aún no existía y otro canto distinto surgió de su garganta. A parte de los dioses, no existía nadie. Cantó cuatro veces, veinte veces... y ocho personas, muy semejantes pero imperfectas, aparecieron para ayudarle a poner un cielo sobre la Tierra.


El Creador pensó en la necesidad de tener quien gobernara Cielo y Tierra y envió a Hacedor de Relámpagos para que abrazara el mundo y pidió a tres de sus criaturas -dos muchachas y un muchacho- que le ayudaran a encontrar una corteza azul. Pero ellos carecían de rasgos. No tenían ojos, ni boca, ni nariz, ni pelo, ni orejas. Tenían brazos y piernas, pero carecían de dedos.


Sol voló para ayudar a la Muchacha Huérfana a fabricar una “casa de sudor” que cubrieron con cuatro pesadas nubes repletas de agua. Y en la puerta -al Este- la joven colocó una suave nube roja para usarla como toalla después del baño de sudor. Cuatro piedras se calentaban en el fuego interior de la cabaña y las tres criaturas imperfectas entraron en ella. Los demás entonaron himnos hasta que se cumplió el tiempo debido. El Creador agitó sus manos y las orientó hacia ellos y en las tres criaturas aparecieron ya ojos y boca, nariz y dedos y demás rasgos humanos.


El Creador eligió entre ellos a Cielo-Muchacho para ser quien se responsabilizara de las demás Cielo-Personas. A la muchacha le puso el nombre de Hija-Tierra, encargada de la fertilidad y las cosechas y a la otra joven la nombró Muchacha-Polen, para que cuidara de todas las gentes por llegar.


Como el mundo era aun estéril y llano, el Creador le dio diversidad y creó animales y plantas, cordilleras y ríos. Envió a su pájaro para comprobar su apariencia. Cuando regresó a los cuatro días contó que todo era hermoso. Pero advirtió que en otros cuatro días, el agua del Este se desbordaría y un gran diluvio amenazaba con arrasarlo todo. El Creador hizo un árbol muy alto, y sobre el árbol la Muchacha Huérfana colocó un armazón de madera. Entre los dos convirtieron el árbol y su funda en una enorme bola sólida.


A los cuatro días tuvo lugar el diluvio. El Creador tomó en sus brazos a sus veintiocho ayudantes y se sentó en una nube. Muchacha Huérfana tomó al resto y los colocó en la enorme bola en la cima del árbol. Cuando a los doce días el agua retrocedió, la bola dejó de flotar y quedó suspendida de nuevo en la cima del árbol. De allí descendieron todos los ayudantes y, con urgencia, se pusieron a dar forma a las nuevas cordilleras, a los ríos, a los valles y colinas. De nuevo Muchacha Huérfana voló a las nubes a recoger al resto de dioses y reunió a todos, dioses y humanos, para escuchar al Creador.


- “Estoy pensado en dejar el mundo en vuestras manos” -dijo-. “Deseo que cada uno de vosotros se esfuerce en una tarea para hacer un mundo perfecto y feliz” -y repartió las faenas entres todos.


- “Tú, Hacedor de Relámpagos tendrás a tu cargo las nubes y el agua”.


- “Tú, Cielo-Muchacho, te encargarás de todas las cosechas y de enseñar a la gente a cultivar la Tierra”.


- “Tú, Polen-Muchacha, vigilarás la salud cuidarás de la salud de todos y curarás sus enfermedades”.


- “Tú, Muchacha Huérfana”, ayudarás a todos y velarás por que cada cual cumpla con su misión”.


Fue entonces cuando el Creador y la Muchacha Huérfana frotaron con fuerza sus manos y sus piernas y del roce surgieron chispas que prendió en un montón de madera que se hallaba en el suelo. El Creador levantó su mano y una llama surgió de allí. Así el creador entregó a los humanos el primer fuego.


Grandes nubes de humo se alzaron hacia el cielo. A una de ellas se subieron el Creador y la Muchacha Huérfana y se alejaron de allí. Los otros dioses les siguieron en nubes de humo para dejar a los veintiocho humanos que iniciaran sus trabajos en la Tierra.


El dios Sol fue a vivir al Este y cada día nos visita. Desde el horizonte del Oeste la Muchacha Huérfana cumple constante su labor de vigía. Pequeño Muchacho y Polen Muchacha hicieron sus hogares en una nube en el Sur y Olla Grande todavía es visible cada noche en el cielo del Norte, sirviendo de orientación para todos desde allí.


Lakotas


martes, 28 de abril de 2009

PAISAJE GRANA. Platero y yo,

La cumbre. Ahí está el ocaso, todo empurpurado, herido por sus propios cristales, que le hacen sangre por doquiera. A su esplendor, el pinar verde se agria, vagamente enrojecido; y las hierbas y las florecillas, encendidas y transparentes, embalsaman el instante sereno de una esencia mojada, penetrante y luminosa.

Yo me quedo extasiado en el crepúsculo. Platero, granas de ocaso sus ojos negros, se va, manso, a un charquero de aguas de carmín, de rosa, de violeta; hunde suavemente su boca en los espejos, que parece que se hacen líquidos al tocarlos él; y hay por su enorme garganta como un pasar profuso de umbrías aguas de sangre

El paraje es conocido, pero el momento lo trastorna y lo hace extraño, ruidoso y monumental. Se dijera, a cada instante, que vamos a descubrir un palacio abandonado... La tarde se prolonga más allá de sí misma, y la hora, contagiada de eternidad, es infinita, pacífica, insondable...

--Anda Platero...


De Juan Ramón Jimenez

domingo, 26 de abril de 2009

LOS SEÑORES DE LA TIERRA



Preciosa fotografía de Edward Curtis, un excelente fotógrafo y un gran enciclopedista de las diferentes razas de indios norteamericanos. En este caso el retratado es un Pie Negro abrevando su montura en el Bow River. Idílico. La toma está fechada en 1910. Sin embargo la imagen, con toda su bucólica belleza, está cargada de una tristeza infinita. Por aquella época la población de nativos americanos, los indios de toda la vida, los feroces Pieles Rojas que provocaban el terror en la mente de los presbiterianos, baptistas, calvinistas y demás inmigrantes, había sido diezmada hasta su práctica desaparición.

La colonización del Nuevo Continente por parte de los europeos arribados en busca de paz y libertad, con la firme voluntad de que cada hombre dispuesto a labrarse un futuro pudiera hacerlo sin perjuicio de proceder de un hogar humilde o de profesar una fe minoritaria, debió de producir cuando menos expectación entre los pobladores originales de aquellas tierras. Probablemente se sintieran amenazados. Probablemente se tomaran el derecho de asaetear a cuantos rostros pálidos encontraran a su paso y de cortarles los skalps. Probablemente lo harían en defensa de la tierra de sus ancestros.

Es probable también que aquellos colonos huídos por lo general de sus tierras de origen y asediados ahora por aquellos indios, vieran salvajes donde había hombres. Es probable que sintieran temor ante aquel pueblo desconocido e impúdico. Es probable que también ellos manifestaran su legítimo derecho a defender sus vidas y las de sus familias por la fuerza de las armas.

Con el paso de los años las colonias del hombre blanco fueron creciendo. Españoles, en la Florida, holandeses en tierras de Nueva Amsterdam, franceses en la región de los Lagos, ingleses en Virginia, las tierras de la Reina Virgen. Y sin embargo la convivencia entre aquellos y los indios no siempre estuvo marcada por la enemistad. Los pactos y los intereses comunes desde siempre han unido mucho.

1756. Años antes de que el viejo rey Jorge, aquel inglés descendiente de alemanes, perdiera la cabeza, hubo una guerra. Si bien no se la llamó Guerra Mundial y se hubo de contentar con el exiguo título de Guerra de los Siete Años, fue un conflicto que se extendió a lo largo y ancho de tres continentes ni más ni menos, e involucró entre otros a los reinos de Prusia, Reino Unido, Portugal, Austria, Francia, España y Rusia. Por supuesto también se libraron batallas y escaramuzas en las colonias de ultramar. En Norteamérica, los colonos ingleses alcanzaron alianzas con distintas tribus amerindias, siguiendo la vieja estela de compromisos puntuales a los que habían llegado en terrenos del comercio. Los franceses hicieron lo propio con las tribus enemistadas con aquellas otras. Así, ingleses por su lado y franceses por el suyo, lucharon codo con codo con indígenas. Y aquellos estaban dando la vida sin saberlo porque el trono de Silesia lo ocupara Federico el Grande o la Emperatriz María Teresa. La guerra finalizó, claro, y hubo miles de bajas entre los indios. Incidentalmente, el trono de Silesia fue para el Viejo Fritz.

1773. Las Trece Colonias, aquella franja de tierra que recorría la costa atlántica de América del Norte, habían prosperado hasta el punto de plantearse la ruptura con la Corona inglesa. Los súbditos de ultramar, entre otras muchas cosas, no estaban dispuestos a pagar los abusivos aranceles del té que importaba la Metrópoli. Como era de esperar, tras la revuelta de Boston estalló la guerra. Una vez más, unos y otros buscaron apoyos, también entre las tribus indias, y se masacraron hasta que apenas una década después en Yorktown, el viejo Washington sonriera por una vez, pese a su crónico dolor de muelas, tras doblegar a la antigua patria por la que él mismo luchara hacía no tantos años. Nacía una República. La primera desde los tiempos de Roma.

A partir de entonces, el enemigo ya no era otro que el Salvaje. El salvaje se oponía al avance de la civilización. El salvaje impedía el avance del caballo de hierro. El salvaje amenazaba con matar a los colonos. El salvaje sembraba el terror entre sus mujeres... Lo cierto es que en el S. XIX los colonos ya estaban muy asentados. Pero, como suele suceder en estos casos, los intereses, los miedos, las inseguridades y las mentiras difundidas forjaron a hierro y sangre la imagen del Piel Roja en el imaginario colectivo de aquellos primeros estadounidenses.

Que las llamadas Guerras Indias se prolongaran durante la friolera de 115 años da una idea de las masacres que tuvieron lugar. Hoy en día esta etnia supone menos del 1% de la población total de los EE.UU.

Eran salvajes y no entendían. Eso debían pensar los tipos que ocuparon los grandes despachos en Filadelfia primero y en Washington después. ¿Les habrían oído hablar alguna vez? Alguna vez lo habrían hecho, sí. Hay un libro titulado "Great speeches by native americans", de la editorial Dover Thrift. Lo compré el año pasado por 2,50 $. Los dos euros mejor invertidos de mi vida. Es una compilación de discursos hechos por grandes líderes indios como Tecumseh, Sitting Bull, Gerónimo o Crazy Horse. Todos ellos dotados de una capacidad retórica apabullante. ¿Qué pensaría el Gran Jefe de Washington de turno cuando los viera, con las plumas de águila, vistiendo sus ropajes de piel de búfalo, portando el tommahawk o el calumet, según lo precisara la ocasión? ¿Qué pensamientos surcarían su mente cuando escuchara o cuando leyera las cartas traducidas al inglés que le eran enviadas en sus nombres?

No sé muy bien lo que pensarían. Pero como muestra, me gustaría ofreceros un discurso realizado por el jefe Noah Sealth en 1854. En mi opinión se trata de una muestra de armonía, sentido común y decencia que un dirigente debería tener presente en todo momento.

 
 * Dedicado a J.A. Cebrián (*1965, + 2007)

sábado, 25 de abril de 2009

HORIZONTES LEJANOS

No encontraba título para esta entrada, y el que resultaba más obvio, me sonaba mal. Quizá a ciertos distribuidores en España les había sucedido algo parecido allá por 1952, cuando bautizaron una obra maestra de Anthony Mann precisamente como Horizontes Lejanos . No quiero discutir aquí sobre la conveniencia de traducir de un modo aparentemente tan arbitrario los títulos de obras tales como el ya mencionado film o la pieza teatral El jardín de los Cerezos. La obra de Chéjov, en realidad debería titularse, ateniéndonos a la correcta traducción del ruso, "El jardín de los guindos". Pero aunque es de suponer que eso de los guindos no sonará mal para alguien nacido en San Petersburgo, en la lengua de Cervantes ganan con claridad los cerezos, además de la bella estampa que componen en nuestro imaginario. Acerquémonos un poco más a esos horizontes todavía lejanos. En el original: "Bend of the river", traducible como "El meandro del río". La película, además de ser una obra cumbre del western, es una de las pocas películas perfectas que se han hecho en la historia del Séptimo Arte. Jimmy Stewart compone el personaje de un hombre atormentado por su pasado que conduce a unos colonos por tierras de Oregón, escalando altas montañas y cruzando caudalosos ríos. De hecho, una de los puntos fuertes de la película son sus paisajes, que llegan a convertirse en un personaje más de la historia.
Horizontes lejanos... Agua, cielo y montaña. ¿Es el agua o es el cielo, el que rasga la montaña en dos? Quién sabe. La montaña es un lugar casi mágico. Ésta, concretamente, se llama Peña Orduña, y se encuentra emplazada entre las provincias de Álava, Vizcaya y Burgos. Merece la pena aprovechar un día de asueto para seguir el cauce del Nervión corriente arriba, por el cañón de Délica. No en verano, cuando aquello no es más que un pedregal. En época de deshielo y lluvias, por contra, la cosa cambia por completo. En contrapartida, lógicamente habrá que acudir bien pertrechado para mojarse uno lo menos posible y a sabiendas de que será preciso vadear su curso con frecuencia. Así sucede al menos en abril, cuando parece que el agua brota de la caliza, como si de una esponja mal escurrida se tratara. La montaña puede jugar malas pasadas a los intrusos, pues tan pronto luce el sol como cae un chaparrón de padre y muy señor mío. Pero en ciertas ocasiones se agradecen estos cambios de humor del Señor de las Montañas, llámese este Rübezahl o Basajaun, ya que esos cambios de tiempo permiten ver en un día, dos o hasta tres entornos diferentes en un solo punto geográfico. Es el milagro de la luz. Los meandros se suceden hasta llegar al final del valle. Allí se encuentra una pared de roca de 900 pies de altura por la que se despeña el mayor salto de agua de la vieja Iberia. Se diría que las lamías juegan aquí en el agua del río. Chapotean y se bañan en él, sin mayor preocupación en todo el largo día que peinar sus doradas cabelleras. Corretean y bailan al son de un arpa que tañe basajaun, a quién a cambio permiten recrearse en la contemplación de su elegancia y su eterna frescura, si bien sólo desde la lejanía. Livianas y despreocupadas, viven allí, a salvo de los males del mundo. * De propina por aguantar el desvarío, música. Una pieza de Debussy titulada "Reflejos en el agua".

viernes, 24 de abril de 2009

TACONES CERCANOS(resacuento) IV y fin.



El diario no daba muchos detalles. Se limitaba a constatar que se cumplían dos años del asesinato de Mónica Andrade, dueña del Bar Sinaloa, a manos de uno de sus clientes habituales, un mejicano de cincuenta y cuatro años con un largo historial de trastornos psiquiátricos, que estalló en cólera al llegar al local y comprobar que la propietaria había impuesto su propio look a todas las camareras, con el objetivo de que todas parecieran ella misma, consiguiendo un desconcertante efecto que multiplicaban los espejos.

Añadía que, dos años después, el asesino seguía en paradero desconocido, tras haberse hecho literalmente humo la misma noche del crimen. También incluía dos fotografías: una del Tomás que yo más quería, la otra del primer dueño del Café Veracruz, poco antes de aparecer ahorcado en el local que ya era de otro. El periodista subrayaba especialmente el asombroso parecido, inquietante decía él, entre ambos. Yo leí con el corazón cada vez más encogido, las uñas de mi mano izquierda clavadas en la palma de la mano, los dedos de mi mano derecha acariciando con renovada ternura la fotografía desde la que me miraba con calor la personificación de la bondad y la locura, el icono perfecto del mejor Don Quijote. Sin poderme creer que nunca hubiera reparado en como se parecía al suicida del Veracruz, del que yo misma había recopilado tantos datos a lo largo y lo ancho de mi terca y fascinada obsesión por la maldición del Sinaloa. Tomás, sollocé, Tomás…

_ Qué? Preguntó conmovido, el que ya estaba clarísimo que era mucho más que el hombre de mi vida, qué pasa reina? Estaba allí, delante de mí, tan alto, tan flaco, tan morena su piel impecable y me miraba con los ojos tristes que sin embargo sabían reírse mucho y bien. Estaba allí, delante de mí, y era él. Don Alonso Quijano, quince años antes de perder la cabeza.

En aquella larguísima noche que había durado dos años exactos, Tomás había saldado con creces la cuenta de todas las copas que bebía en el Sinaloa, que eran muchas y que Mónica me descontaba de mi sueldo. Había cumplido mi viejo deseo de darlo todo, de morir por Dios, de olvidarme de mí , de ser otra y había hecho algo todavía mucho más grande: colocarme bajo la protección de aquella versión mejorada de si mismo; todavía joven, todavía inocente, intacto en su bondad pero a salvo de su locura.

Volví los ojos a la foto del diario para aprenderme de memoria los rasgos que quince o veinte años mas tarde tendría mi marido y tuve la tentación de salir corriendo. Pero no lo hice, porque me adapto bien al terreno, porque soy una resistente, porque antes doblada que partida, porque esa es una de mis mejores virtudes.

Entonces me levanté y fui a mirarme otra vez al espejo del baño. La rubia seguía allí, desolada en su abandono. Y aunque sonreí y aunque le tiré un beso burlón soplado en la punta de los dedos, y aunque me pinté los labios con cuidado con la barra olvidada sobre la caja de kleenex, ella no secundó ni uno solo de mis gestos. Seguía absorta. Muda y terca en su desconcierto.l Pasando una y otra vez los dedos por sus cabellos cortos.Buscando incansable, los rizos de mi antigua melena. Tanto peor para ti, le advertí divertida, porque lo primero que pienso hacer, antes incluso de teñirme el pelo, es cambiar el espejo del baño.

Recogí una camiseta tres tallas mayor que colgaba de la percha de la puerta y que uso a veces para dormir. Me gusta mucho, porque es un cartel de autopista con un indicador muy gracioso; “soy rubia, háblame despacio” ,y salí corriendo, canturreando el día que me quieras, a envolverme en el abrazo del hombre de mi vida que fumaba distraído en la terraza.

Cuando llegué se echó a reír, me abrazó y empezó a depositar una lluvia finísima de besos diminutos y golosos en mis parpados, en mis labios en mi cuello…Marian, me dijo mientras me besaba, que sí. Que sí qué? Pregunté yo. Que sí fui yo el que se comió los calamares.


jueves, 23 de abril de 2009

TACONES CERCANOS (resacuento) III


Alargó el brazo para alcanzar el periódico y mi mente voló al Sinaloa. Amo ese lugar. No es mío, pero de alguna manera sí, porque yo lo inventé.

El Sinaloa arrastra una maldición antigua. Ha sido un local de moda y de vicio desde principios del siglo XX, cuando un indiano aburrido y caprichoso lo abrió para su hijo bajo el nombre de Café Veracruz, en homenaje al lugar de donde provenía su fortuna y lo convirtió en el sitio más exclusivo de la ciudad. Sin embargo, el tiempo que pasaba en el café, convirtió la incipiente afición al juego del heredero en una obsesión que lo dominó y que poquito a poquito terminó con él ,comido de deudas. Tuvo que malvender lo poco que le quedaba y traspasar el negocio. Lo adquirió, por casi nada, un antiguo socio de su padre, que se había ido quedando también con todo lo demás, incluso con su mujer; una pelirroja flaca y lánguida que no hablaba nunca.

El nuevo propietario transformó el Veracruz en uno en uno de aquellos cafés-concierto. El hubiera deseado llamarlo París pero se decantó por Valparaíso porque le sonaba exótico a su mujer recién estrenada. Creyó que el emplazamiento del local y su distinguida parroquia lo convertirían pronto en un hombre rico y acertó aunque, la verdad, la alegría no le duró mucho. En la celebración de la nochevieja de 1932, un desafortunado descuido provocó un incendio que arrasó el lugar con la desgraciada consecuencia de seis víctimas mortales, entre ellas él mismo. Las malas lenguas decían que el incendio fue provocado por el antiguo dueño, que esa noche había sido visto cerca de allí. Pero eso era imposible porque lo último que el pobre hombre, arruinado, amargado y enamorado hasta los huesos había hecho en el Veracruz fue ahorcarse colgado de una de las vigas de madera noble del techo.

Con el tiempo hubo un aborto clandestino que desembocó en la trágica muerte de la camarera mas bonita de la sala Caribe, un tiroteo por un oscuro asunto de herencias que enfrentó a los dueños gemelos del café Buenos Aires, una reyerta por historias de drogas que acabó con la vida de la viciosa propietaria del Pub Venezuela…Y así sucesivamente, durante casi un siglo, la desgracia había ido marcando uno por uno, inapelablemente, a los dueños de todos negocios abiertos en el lugar que hoy ocupa el Sinaloa. Todos habían compartido las dos constantes, la tragedia y el topónimo americano.

Yo le había hablado a Mónica muchas veces de mi fascinación por el Veracruz. Siempre que pasábamos cerca. Le decía lo que me encantaría hacer con él si pudiera comprarlo. Mónica y yo no éramos exactamente amigas. Mi madre había trabajado planchando en su casa y algunas veces me había llevado a jugar, porque los padres de Mónica estaban muy preocupados por ella. Era una niña difícil que no tenía amigos propios y a la que le costaba mucho abrirse a la gente porque era muy tímida, como decía mi madre, pero también era egoísta y acomplejada y triste y resultó tremendamente dependiente. Se agarró a mi como un náufrago
a una tabla y me llamaba a menudo y a me hacía regalos carísimos, que exacerbaban mi mala conciencia, porque por mucho que se empeñara mi madre, encantada con aquella amistad, lo cierto es que yo a Mónica no la soporto, nunca la he soportado.

Ella terminó por contagiarse de mi entusiasmo por el local. Y lo compró. Y lo llamó Sinaloa como lo hubiera llamado yo, que siempre acabo las noches de gloria beoda cantando a pleno pulmón narcocorridos de los Tigres del Norte. Y lo decoró como una réplica casi exacta del lo que había sido el Veracruz, como yo pensaba hacer, y se dedicó a cultivar el carácter maldito del local en lugar de intentar esconderlo como yo habría hecho, y colocó en la entrada un panel con las noticias y las fotos de los diarios donde se recogían todas las desgracias ocurridas en el Sinaloa desde que había sido café Veracruz. Las noticias se las recopilé yo misma. Y también incrementó en un 30%, el precio de las copas que se servían en el Sinaloa, tomando como referencia los antros mas caros que ella conocía y que eran los más caros de todos, claro. Exactamente como yo había previsto hacer porque que la conocía bien, y siempre había pensado que lo que sobraba en aquella ciudad eran pijos morbosos, aburridos y desgraciados como ella, con un montón de pasta para gastar.

Las ideas eran mías, pero yo no tengo dinero. Mónica sí, osea que ella las puso en marcha, el local es suyo, y es una portentosa máquina de hacerle tener más dinero. En un arranque de generosidad, supongo, también me ofreció un puesto de camarera, debí mandarla a la mierda, pero acepté. Amo al Sinaloa hasta con ella dentro.

Contra mis pronósticos también me enamoré de su clientela. Tenemos de todo:
Un músico adorable que roba flores en los jardines para su mujer, una psiquiatra neurótica con mala suerte en el amor, dos amigas medio locas, una rubia como Mónica y otra pelirroja como yo, que bailan subidas en tacones imposibles. De de vez en cuando ha pasado por allí hasta una strella del rock adicta a los zapatos entre otras cosas.El otro día vino a despedirse, porque se va de gira al sudeste asiático y se lleva a su hermana: la histérica, celosa y operada hasta de las pestañas que ha huido, otra vez, de la enésima clínica de desintoxicación en la que la había encerrado su marido. El Sinaloa es un mosaico abigarradísimo e increíblemente divertido. Es el es el bar que yo quise que fuera. Solo hay dos clientes que me destrozan los nervios, uno es mi vecina del tercero, la idiota del audi, creo que el coche me cae gordo solo por ella. Ella, que se ha hecho íntima de Mónica, viene con "él", que es lo puto peor; un pijo de mal gusto y peor carácter que la soba constantemente, sin pudor y sin gracia. A él me gustaría partirle la cara personalmente, porque su mujer fue conmigo al colegio y es la mejor persona que conozco. Algunas veces la ha traido con él.

De entre todos ellos , mi favorito es Tomás, un mexicano viejo que conserva intacto su acento criollo y que me gusta mucho, por alto, por flaco y porque es la personificación del Quijote, el icono perfecto de la locura y la bondad. Habla poco, y no paga nunca. Mónica lo odia porque cuando abre la boca es solo para recordarle que un día la maldición la alcanzará también a ella por ser tan avariciosa y después me mira a mí con calor y me dice que yo me voy a salvar. Me ha tomado cariño porque yo le invito siempre, claro. Le invito de verdad, Mónica me descuenta de mi sueldo todas las copas que bebe Tomás, y son muchas. Hace poco Mónica planteó la posibilidad de que todas las camareras nos cortásemos el pelo como ella y nos tiñéramos de rubio como ella y nos vistiéramos igual que ella, para hacer un ejército de clones detrás de la barra. Fue la única vez que Tomás perdió las formas, esa cortesía hidalga y antigua que lo hace tan especial. Se la quedó mirando fijo un rato hasta que la puso nerviosa, y después le levantó la voz por primera vez para advertirle que a mí me dejase en paz.
-Si le tocas un pelo y nunca mejor dicho, te mato, rubia. Va en serio


(MAÑANA FINAL)

miércoles, 22 de abril de 2009

TACONES CERCANOS(resacuento) II



_Te había traído unos churros, me dijo. Un cansancio abatido le empapaba la voz, pensé que podíamos desayunar tranquilamente y dar un paseo hasta casa de Cristina que nos ha invitado a comer, pero ya veo que tú no estás en condiciones.

_Que Cristina? Pregunté yo, instalada para mi propia sorpresa en la vida de otra, (me adapto bien al terreno, soy una resistente, antes doblada que partida, es una de mis mejores virtudes). Te has comido tú los calamares?, añadí.

_De qué hablas, qué calamares? Joder, Jodeeeeeeeeeeer, ¡mírate!, todavía estás pa´allá, pareces una yonky. Voy a llamar a Cristina, no puedes presentarte así en su casa, no podemos ir, dijo resuelto, y me dio la espalda para buscar el teléfono móvil en el bolso de su abrigo, el abrigo que se había quitado al entrar y ahora reposaba tranquilo sobre la mesa de la cocina, con los churros y el montón de periódicos y suplementos que me recordaron que, por lo menos, seguía siendo domingo.

_Que Cristina? repetí, obcecada, curiosa, absurda, definitivamente idiota. Como si eso importase algo con la que estaba cayendo.

_Mi hermana, coño, contestó exasperado, mi hermana Cristina, que Cristina iba a ser?

Se dio la vuelta y me miró con un cariño hosco, teñido de desdén, pero evidente. Entonces lo observé con detenimiento: treinta años muy largos, cuarenta quizás, todos comestibles en cualquier caso. Manos grandes, pies grandes, convencionalmente guapo sino fuera porque también tenía la nariz demasiado grande, más guapo aún para mi, precisamente por eso; el pelo muy corto, los ojos tristes que sin embargo daban la impresión de saber reírse mucho y bien, y tan alto y tan flaco y tan morena su piel impecable, un aire de hidalgo remoto, de gran señor venido a menos, Don Alonso Quijano quince años antes de perder la cabeza, el aspecto que siempre quise para el hombre de de mi vida. Ni siquiera sé como se llama, pensé, y me eché a llorar.

El si sabía como me llamo yo, porque empezó a hablarme muy suave, muy dulce, una tristeza honda y resignada en cada palabra y me llamó Marian. Yo me llamo María Ángeles, un nombre terrible, sobre todo por la cantidad de nombres terribles que es capaz de engendrar: He sido María, Mary, Marigeli, Angelines, Gelines, Geli, Angélica algunas veces y Angelita casi siempre. Los detesto todos casi por igual, aunque eso no me ha permitido sacudírmelos, pero desde los doce años, más o menos, mis amigos me han llamado Marian, porque en cuanto pude decidir, escogí llamarme así, como las chicas de Sandokán y de Robin Hood. Ni que decir tiene que eso nunca llegó a alterar el orden de las cosas en mi familia, y que cuando alguien preguntaba por Marian a mi madre si era ella quien había cogido el teléfono, su invariable respuesta era siempre que claro que Angelita estaba y que claro que Angelita se podía poner.

_ Marian, estaba diciendo aquel desconocido que me gustaba tanto, el chulazo de la rubia, el que debió de ser el hombre de mi vida. Marian, la voz a punto de quebrarse, Marian, yo te he querido mucho, te quiero, pero esto no puede ser, yo no puedo más, no puedo más, me entiendes? Yo me largo porque cualquier día te va a pasar algo chungo, algo chungo de verdad y yo no tengo huevos para estar aquí, no pienso estar aquí para verlo.
_ No llores, suplicó, y se acercó y me abrazó, y me limpió los ojos con sus dedos, no llores, y me meció como a los niños, no llores y sonrió con su voz, con su cara, con los ojos que sabían reírse mucho y bien, no llores. Qué quieres que haga, marianita, si llega un tipo que no conozco y abre la puerta contigo en brazos y te deja en el sofá y me dice que te deje dormir y que mejor no te toque, que cree que ya estás bien pero que estabas medio histérica, llorando y gritando, tirada en la puerta del Sinaloa

_ Anda ya, si vine con Mónica, respondí yo, llegué tan tarde porque estuve esperando a que cerrase el Sinaloa, ayer nadie quería irse…

_Marian, dijo, hablándome muy despacio, aparentemente tranquilo pero con el horror pintado en la cara, la viva imagen del pánico puro. Si el Sinaloa estaba cerrado ya cuando saliste, lleva cerrado dos años justos, desde lo de Mónica precisamente. Hoy se cumple el aniversario, hasta viene en el periódico. Espera, te lo voy a enseñar.
(seguid escribiendo si quereis ver el periodico)

lunes, 20 de abril de 2009

TACONES CERCANOS (resacuento) I

Me despertó un principio de arcada acompañado de un dolor de cabeza intenso que amenazaba con crecer y la pavorosa sensación de no saber donde estaba. El pánico fue absoluto, pero duró apenas los cinco segundos que aguanté sin abrir los ojos. Cuando volví a cerrarlos inmediatamente después, heridos por la brutal claridad del mediodía, ya había reconocido los amables objetos del salón de mi casa.

Intenté volverme a dormir pero había un olor asqueroso que no podía seguir ignorando, sentía una nota discordante en el tacto de mi propia cabeza y tampoco era capaz de desprenderme de la angustiosa sensación de no estar sola ni a salvo. Volví a abrir los ojos, usando la mano izquierda como visera y corrí a cerrar las cortinas. El ruido de mis tacones sobre el parquet me revelo que no solo había dormido tirada en el sofá y vestida sino que además lo había hecho con las botas puestas.

Sobre la mesa había una lata abierta de algo repugnante que identifiqué como calamares en salsa americana, estaba vacía y se había reutilizado como cenicero, lo cual explicaba el olor asqueroso que lo impregnaba todo. A su lado, un paquete de Marlboro a medias y un mechero bic azul con el logo del bar donde suelo desayunar los jueves. Pensé tirar la lata a la basura pero la idea de desenrollar una bolsa y colocarla en el cubo me dio tanta pereza que desistí.

Volví al salón, abrí la puerta de la terraza, siempre con la mano izquierda protegiendo insuficientemente mis ojos, observé encantada el fantástico colorido de las petunias y los claveles chinos, miré hacia ambos lados, comprobé que no pasaba nadie por la calle y arrojé la lata a la calzada con todas mis fuerzas. No le acerté al flamante y odioso Audi de mi flamante y odiosa vecina, pero casi. La gamberrada me puso de buen humor. Entré en casa otra vez y fui hacia el cuarto de baño, canturreando el día que me quieras, la rosa que engalana....Abrí la puerta, todo estaba en su sitio, incluida la barra de labios que olvidé la noche anterior sobre la caja de kleenex. Hay parejas híbridas de humanos y objetos que duran toda la vida, cualquiera sabe que el auténtico viudo del viejo Charlton Heston, es en realidad su rifle. Mi relación con el lápiz de labios no es menos intensa .Cuando la noche anterior lo había echado de menos en el primer bar ya lo interpreté como un mal presagio, pero me rehice, porque había salido dispuesta a darlo todo, a morir por Dios, a olvidarme de mí, a ser otra.
Resistí heroicamente la tentación de mirarme al espejo, intuyendo que seria peor, imaginando los largos churretones de rimel por mis mejillas, los ojos hundidos y gastados, la piel mate, las conocidísimas y previsibles huellas del desastre. Abrí el grifo del agua caliente, me desvestí deprisa y me metí en la ducha, la sensación de mareo seguía creciendo, e hizo secundaria esa tenaz nota discordante en el tacto de mi propia cabeza, cuando no tuve mas remedio salí y vomité, después me dejé resbalar hasta el suelo y me quedé un momento sentada sobre las baldosas heladas. Me obligue a regresar a la ducha, abrí el agua fría y resistí sus alfilerazos con la determinación de un suicida, me envolví en una toalla y salí. El espejo seguía ligeramente empañado pero la rubia de pelo corto que me miraba desde él, apenas tenía algo que ver conmigo, solo compartíamos un vago aire de familia y la resaca y la desolación.

Tengo el pelo largo, una bonita melena rizada, pensé, soy pelirroja, odio los calamares en salsa americana y hace por lo menos tres años que dejé de fumar. ¿Que está pasando aquí?. El sonido familiar de las llaves en la cerradura me devolvió el pánico, porque yo vivo sola. Claro que tú vives sola, tarada, me dije a mí misma en voz alta, pero a saber con quien cojones vive la rubia esta.

Justo cuando recordé que podía trancar desde dentro, se abrió la puerta. Al hombre alto y flaco, que entró en mi casa sin titubear, intentó reprimir sin conseguirlo una mueca de desagrado al ver las huellas que mis pies descalzos y mojados habían ido dejado en todo el pasillo , y depositó un beso aburrido, inequívocamente doméstico, en mi pelo(el pelo de la rubia), sin que yo alcanzara a salir del estupor... a ese hombre, yo no lo había visto antes en toda mi vida.
Continuará (espero)

viernes, 17 de abril de 2009

LA BUENA TIERRA

Todos los viajes, por simples que parezcan, tienen algo de iniciático. Cuando vuelves ya no eres la misma persona, una parte del camino se te adhiere a la piel (a veces al hígado), y, o aprendes algo, o eres un mastuerzo integral. Pero hay viajes y viajes. Y en esta Semana Santa, junto con otros amigos, emprendí la ruta buscando el norte. Creo que en mis raíces no hay mucha sangre castellana, leonesa, vasca o asturiana. No soy cristiana vieja, y quizás por ello mi atracción por esas tierras es mayor.
Como sabréis, en Andalucía no hay románico. Cuando este estilo dominó la Europa católica, aquí se construían mezquitas, sinagogas y palacios de ensueño, llenos de jardines y rumores de agua escondida. Y aún siendo muy hermoso, cuando cierro la puerta de mi casa, es para buscar lo que no tengo, para aprender de lo que los demás me pueden ofrecer. Y salí buscando románico, buen vino, buena comida y muchas risas. (Estas tres últimas cosas las tengo aquí también, pero que narices, de eso no me importar repetir). Encontré mucho más.
Mi camino tenía tres provincias como destino, Álava, Burgos y La Rioja. Y ocurrió lo que me pasa siempre, que me enamoré. (Soy una chica fácil por lo que estoy viendo).

Es fácil prendarse de lugares tan conocidos y bellos como Santo Domingo de la Calzada o el Monasterio del Yuso o de cualquier otro menos conocido


Pero nada comparable a las sorpresas inesperadas, como una iglesia pequeñita en Barrios de Díaz Ruiz. Un minúsculo templo en una población de poco mas de 20 habitantes donde la alcaldesa, es la jardinera, guía y guardiana de las llaves. Y allí, te encuentras con un sorprendente sepulcro de dos condestables, de bellísima factura, en alabastro, junto a un retablo de madera policromada en vivos colores. Si no hubiera sido por una afortunada casualidad hubiéramos pasado de largo. Pero nuestro conductor era el hijo de la alcaldesa. A veces los astros se alían con los habitantes de hatunia.
La calidad de las fotos es penosa, imposible conseguir buena luz en una iglesia tan mal iluminada, víctima del abandono que sufre nuestro patrimonio. Si pasáis por allí, buscad a la regidora del lugar, guapísima señora mayor de magníficos ojos azules y extraordinariamente amable. Ella os abrirá y explicará.
Estuve en otros muchos pueblos, como Frías, donde gozamos de un almuerzo estupendo, a base de migas, cordero, buen vino y todas esas viandas que se te pegan a la cintura para no abandonarte jamás. Subir al castillo ayuda a que el daño no sea tan grave. Y la explanada en su cumbre un descanso merecido. A veces las ruinas son mas románticas y bonitas que los edificios intactos.



Lo grande es que para llegar de un lugar a otro, en medio del camino te encontrabas cosas como esta


Conocer Santo Domingo de Silos, que precioso claustro, fue una asignatura pendiente por mucho tiempo para mí y aunque Gerardo Diego no es ni de lejos un poeta al que yo ame... imposible no recordar sus versos
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme y
ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Y en la piedra, la vida abriéndose paso, como estas flores amarillas que no se porque razón me recordaron a mi sista.

Y descubrí además del románico, un precioso gótico, magnifico barroco y bosques de piedras, paisajes rurales intactos y vinos maravillosos y un tríptico que tenéis que ver en Cobarrubia, el monasterio del Yuso y la emoción de saber que allí se escribieron las primeras frases en castellano,.. .techos pintados con delicadeza y cúpulas y vidrieras que si no te hacen creer en Dios, desde luego si que te hacen querer poner en el santoral a canteros, arquitectos y toda clase de artistas y artesanos.





PERO lo mejor del viaje fue conocer a nuestro amado Aratz. (no hay foto chica, lo siento). Sólo por eso ya merecía la pena el viaje. El encantador capitán de Hatunia y un magnifico anfitrión. Para ti estas flores. Por tu cortesía.

LAS ALEGRES ETXEKOANDRES DE TXAUEN (II)

Dedicado a Lilianne, que pidió un “bis” de Lierni.

Escena 2. Acto I. En el zoco de Txauen, Sorkunde, Eiharne y Lierni comprando kuxkux. A lo lejos aparece Kimetz.

Eiharne: - Ene! Begira nor den hori! Sorkunde, azkar, azkar! 
Sorkunde: - Zer? No me hagas correr, maja, que llevo la cadera dolorida de tanto step. Lierni: - Step, dice. Ama maitia, ¡con ese pandero! Si tú lo más movido que haces son las babarrunas de Tolosa. 
Eiharne: - Lierni! A ze gaistoa zara, eh? (bajando la voz) Sorkunde, ¡que ahí está Kimetz! Goazen! ¡Dile algo! 
Sorkunde: - ¡¿Y qué kontxo quieres que le diga?! 
Eiharne: - Uy, y yo qué sé. Algo se te ocurrirá, que tú eres muy salada. 
Lierni: - (hacia el público) ¿Salada? Ezin dut siñisten… Si ésta es una mosquita muerta. Sorkunde: - ¡Aiba la órdiga, que ya me ha visto! Eiharne, cómo eres, ¿eh? Beno ba, ya que estamos, me acerco y le digo cuatro cosas, ze demontre! 
Lierni: - Tú pregúntale por su ex, que esas cosas siempre dan mucho juego… 
Sorkunde: - Lierni, calla, que te va a oír. ¡Que ya está aquí! Eh… ehhh… Epa, Kimetz? Nola zaude? 
Lierni: - Lo que yo decía: “muy salada”. 
Eiharne: - Mira que eres, ¿eh? 
Lierni: - Yo lo hago por su bien. Ese tío no la conviene. (Hacia el público) Que está demasiado macizo para esta amoña. Conmigo en cambio haría buena pareja… Mmmmm… Kimetz… 
Sorkunde: - Kimetz, que te quería hacer yo una galdera. A ver si te apetece pegarte una cena del recopón en mi casa. He comprado arraultzas, makailu, tipula y perejil, para hacer tortilla, unas piperras de Gernika y txuleton de viejo. Eso y las nueces, el Idiazabal y el membrillo que tengo en casa y te preparo una cena que ríete de Gartziategi. 
Kimetz: - ¿Y de sagardo qué tal andas, pues? 
Sorkunde: - ¿De sagardo? Alguna botella tendré. 
Eiharne: - De esta triunfa, Lierni, ¡¡de esta triunfa!! 
Lierni: - Sí, sí, tú prepara el confeti, que yo voy escanciando… 
Kimetz: - ¿Alguna botella? Yo si no hay sidra no me muevo, que para cenar sin sidra me quedo mejor en el caserío de la amatxo. 
Sorkunde: - Pero Kimetz, (acercándose a su oído, con voz sugerente) ¿A que tu amatxo no te pone postre? 
Kimetz: - Ezetz?! ¡Tejas y cigarrillos! 
Sorkunde: - Pues yo te pongo un patxaran con hielos, y el puro si quieres me lo fumo yo… (Kimetz pone pies en polvorosa) Kimetz, nora zoaz? Kimetz! Etorri hona! Kimeeeeeeeeeeeeeeeetz… A ze desgrazia!!!!! 
Eiharne: - Ez negar egin, Sorkunde! Tú siempre dientes, dientes, que es lo que les jode… Sorkunde: - Ayyyyyyyyyyy!!!!!! 
Lierni: - (hacia el público) Que llore, que llore la muy jodía, ¡que eso la pasa por desesperada! 


GLOSARIO: 
 . Etxekoandre: ama de casa 
. Ene!: expresión de asombro 
. Begira nor den hori: mira quién es ése 
. Azkar: rápido 
. Zer?: ¿qué? 
. Ama maitia: interjección equivalente a “madre mía” 
. Babarrunas de Tolosa: alubias de Tolosa con label de calidad 
. A ze gaistoa zara: algo así como “mira que eres bicho” 
. Goazen: vamos 
. Kontxo: eh... pasapalabra . Ezin dut siñisten: “no me lo pueo de creé”, que diría la Esteban . Órdiga: eufemismo para designar la Sagrada Forma 
. Beno ba: bueno pues 
. Ze demontre: “qué carajo”, que diría el castizo 
. Epa: saludo vasco universal. Vale tanto para decir “hola” como para mandara alguien al orto 
. Nola zaude?: ¿qué tal estás? 
. Amoña: abuelita, en dialecto guipuzcoano 
. Galdera: pregunta, interrogación, cuestión, interpelación… Queda claro, ¿no? 
. Arraultza, makailu, tipula: huevo, bacalao, cebolla. Junto con perejil, aceite y sal, los ingredientes de la clásica tortilla de bacalao 
. Piperra: pimiento 
. Idiazabal: queso de dicha localidad guipuzcoana 
. Gartziategi: clásica sidrería de Astigarraga, en Guipúzcoa, la Cuna de la Sidra Vasca, mal que les pese a los vizcaínos, cuyo menú invariable y único consiste en tortilla de bacalao, bacalao con pimientos, txuleton de viejo, queso Idiazabal, nueces y membrillo 
. Sagardo: literalmente “vino de manzana” (sic. “sidra”) 
. Bai: sí 
. Amatxo: la mamá. Figura similar a “la mamma” italiana 
. Ezetz: que no 
. Tejas y cigarrillos: clásico postre de la Casa Eceiza, reposteros tolosarras (como Xabi Alonso… toma publicidad encubierta) de tradición 
. Patxaran: néctar y ambrosía en una sola bebida 
. Nora zoaz: a dónde vas 
. Etorri hona: “ven acá pacá” 
. A ze desgrazia!: sucedáneo del "pena, penita, pena". La traducción ortodoxa sería "¡ay, qué desgracia!" 
. Ez negar egin: no llores

lunes, 13 de abril de 2009

¡MAL RAYO LOS PARTA! (pero qué buen vino tienen)

Allons enfants de la patrie Le jour de gloire est arrivé Contre nous de la tyrannie L'étendard sanglant est levé Entendez vous dans les campagnes Mugir ces féroces soldats Ils viennent jusque dans vos bras, égorger vos fils, vos compagnes Aux armes citoyens! Formez vos bataillons! Marchons, marchons, Qu'un sang impur abreuve nos sillons.
Bueno, vale. Tienen un bonito himno. ¿Y? ¿Algo más? Bah... Tal vez cuenten con alguna que otra ciudad interesante. Bordeaux, por ejemplo. Ciudad de origen romano, como casi todo lo bueno... y casi todo lo malo también. Burdigala la llamaban ellos. Nosotros la llamamos simplemente Burdeos. A orillas del Garona yace, a pie del Atlántico, formando parte del Camino, así con mayúsculas, el que muere en Compostela. Pues bien: resulta que Burdeos dio al mundo a un tipo como Charles Louis de Secondat. El tal Secondat, pese a permanecer hoy en día en una especie de limbo, puede presumir de ser uno de sus escasos compatriotas dignos de ser recordados. Pero olvidémonos nosotros también del barón de Montesquieu. Total, todo el mundo lo hace y nosotros no vamos a ser menos. Si Burdeos merece la pena es básicamente porque, personajes ilustres a un lado, aporta al mundo nada menos que unas 120.000 hectáreas de viñedos de más de cincuenta denominaciones de origen diferentes. Al año, 700 millones de botellas de vino. Para consumo interno y exportación. Lo que supone un volumen de negocio de, atención, la friolera de 14.500 millones de euros. Mal rayo los parta. ¿Por qué les saldrán tan bien algunas cosas? Pocas, de acuerdo. Pero en algunas son maestros. QVAE SVNT CAESARIS CAESARI. El arte del cultivo de la vid, por ejemplo, que nos llegó de Mesopotamia vía Grecia y Roma, es una de esas cosas. Y es que Baco debió de ser hijo predilecto de Burdigala. Ahora es posible que con la siguiente afirmación me canjee un rapapolvo impresionante por parte de algunos, pero la triste realidad, desde mi prisma particular, es que el burdeos es bastante más que el rioja. Claro, hay vinos y vinos. Pero a mi entender, el francés es más agradable al paladar, más afrutado, mejor curado, con menos tanino... Vamos, que a mi entender nos ganan por la mano. Recomendación personal: de corazón, probad el Chateau Picque Caillou. Se trata de un Pessac-Léognan de los que quitan el hipo. Más asequible pero muy digno, el Chateau Rocher Corbin, de Saint-Émilion. (De todos modos, si me reclaman próximamente en La Rioja para soltarme una colleja y de paso convencerme experimentalmente de mi equivocación, aceptaré gustoso la invitación.) También dominan el arte de los fogones. Ya puede venir el listo de turno con que ha inventado la deconstrucción de la flatulencia de una ostra, que yo me quedo con esa "suavísima sustancia, peso puro del goce" que cantaba Neruda. Me refiero a ese foie de oca increíble que allí preparan. Es decir, que me quedo con la cocina basada en la buena materia prima. Aunque tengo muy presente que el germen del mal (Bocuse) también es oriundo de allá. Por otro lado, además de enología y buena cocina, ¿qué ofrece Burdeos al visitante? Nada, prácticamente. Un casco viejo declarado Patrimonio de la Humanidad. Menudeces. Culturilla del tres al cuarto. La vida libertina y disoluta que genera la Universidad. Cine en versión original subtitulada, incluyendo retrospectivas de directores caídos en el olvido... Universitarias... Arquitectura, bueno, psá. Pasable. Alguna cosita sacra, alguna cosita profana (ahora por fin sin el hollín producido durante más de un siglo de polución, que no veáis la roña que tenían encima las casas hace no demasiado)... Música en directo en algunos cafés... Mmmm... ¿He dicho universitarias? En fin, nada del otro jueves. Y bueno, para terminar diré para placer de alguna, que sí, que lo cierto es que después de dar buena cuenta de algunas botellas de aquellas tierras, ya me caen mejor mis vecinos. Aunque se me pasará. Como el efecto del chateau, no temáis. Además, el Júpiter de Rastatt sigue apuntando sus rayos sin vacilación y con muy buen criterio hacia el oeste. Que uno no puede fiarse de esta gente: te preparan un banquete, te empiezan a caer medio bien y luego te tangan la cartera. Con talento, pero te la tangan. P.S.: Del queso hablamos otro día, que el tinto da sueño. Es lo que tiene.