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martes, 10 de julio de 2012
Todo pasa
Todo pasa. La vida continúa. El sol sale cada día. El mundo sigue girando. Los pajarillos cantan. Las nubes se levantan. Que sí, que no, que caiga un chaparrón. Con azúcar y turrón.
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martes, 22 de noviembre de 2011
Las valoraciones del Dr. Kipling
1. La donación de ósculos es cardiosaludable y no se le conocen contraindicaciones.
2. El ósculo puede ser de diversa naturaleza (seco, húmedo, estático, dinámico, profundo, superficial...).
3. Los electrocardiogramas estabilizados tienden a subir el nivel de glucosa en sangre.
P.S.: Lo siento por lo que os toca, pero allá va un cargamento de azúcar. ;)
2. El ósculo puede ser de diversa naturaleza (seco, húmedo, estático, dinámico, profundo, superficial...).
3. Los electrocardiogramas estabilizados tienden a subir el nivel de glucosa en sangre.
P.S.: Lo siento por lo que os toca, pero allá va un cargamento de azúcar. ;)
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sábado, 15 de octubre de 2011
SI LO DICE DIOS...
"And I know anyday, anyday, I will see you smile.
Any way, any way, only for a little while.
Well someday baby, I know you're gonna need me
When this old world has got you down.
I'll be right here, so woman call me
And I'll never ever let you down.
To break the glass and twist the knife into yourself;
You've got to be a fool to understand.
To bring your woman back home after she's left you for another,
You've got to be a, you've got to be a man.
And I know anyday, anyday, I will see you smile.
Any way, any way, only for a little while."
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jueves, 9 de junio de 2011
Doodle
Seguramente ya lo habéis visto y hasta habéis perdido un rato con él.
Pero si no, por el amor de hatun, ¡¡abrid google!! :D
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domingo, 11 de octubre de 2009
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Septiembre
A estas horas de la madrugada ya puedo decir que ayer estrené septiembre. Salí de trabajar y en lugar de ir a la playa - llovía y no pasaba de los 20 ºC - fui a un concierto para flauta, viola y arpa en el palacio de Miramar. Había comprado un par de entradas hacía meses pero, finalmente, una de ellas se ha quedado sin aprovechar. A la salida había anochecido y el sirimiri de hacía una hora, era para entonces una señora lluvia. Después pasé por un supermercado de cultura a granel, de los que en teoría detesto pero al que acudo con frecuencia, donde he comprado un libro de Nathaniel Hawthorne. A todo esto, yo tenía que colgar unas fotos de Sicilia. Pero me apetece casi tanto como que me claven chinchetas en los huevos. Creo que no estoy en mi mejor momento. Y dicen que llega la gripe. O más bien el Apocalipsis, que ya no sabe uno bien.
En este período estival han pasado cosas: ha muerto Les Paul. Y más cosas, supongo, pero de las que ya no me acuerdo bien. Me suenan todas repetidas. ¿Seré yo? Operación retorno, detenciones de sainete, gresca política de baja estofa, vuelta al cole, crisis... Siempre la crisis. Dicen que "crisis" significa "cambio". Pero a mí me suena todo a déjà-vu.
En las radios, unos señores que se creen muy listos (cada uno ellos lo cree de sí mismo, evidentemente) se gritan 70 años después del inicio de una guerra. ¿Era peor Hitler o Stalin?, se preguntan. Una duda que a mí, es que me quita el sueño, señores. Voy a poner la tele. Llego a la conclusión de que es peor el remedio que la enfermedad y apago la tele. A todo esto, ¿por qué la llaman 2ª Guerra Mundial? ¡Seño, seño, esa me la sé! ¡Porque a la continuación de la guerra de 1870 la llaman "la primera"! ¿Y la de Sucesión Española, la de los Siete Años o las Napoleónicas, no fueron guerras mundiales? Dejémoslo. De qué sirve argumentar. En cualquier caso, todas traen muerte y desolación, y como efectos colaterales, cambios en los mapas geopolíticos y toneladas de hipocresía. Hablar de los millones de deportados y de esas "bromitas" de bombardeos masivos e indiscriminados en las ciudades de los perdedores... ¿es políticamente correcto?
Como véis, arranca septiembre, siempre festivalero, con los remeros calentando motores y la sidra a punto para ser escanciada.
martes, 21 de julio de 2009
EL MAESTRO IMPARTIÓ DOCTRINA

Un concierto no es igual a otro concierto. Del albino bluesero y de los jefes de la tribu ya hablamos en su día. Lo de AC/DC fue una descarga eléctrica de 240 voltios. The Who, 240 ml de adrenalina en vena. Los Stones, 240 centímetros de llamas del infierno. The Police, 240 centímetros de salto. Knopfler, 240 toneladas de clase (si es que la clase se puede medir). El Boss, 240 momentos inolvidables. Jethro Tull, 240 mariposas en el estómago… Así podríamos seguir, pero no es plan de aburrir al personal antes de tiempo.
El caso es que ver a John Mayall & The Bluesbreakers era algo muy especial para mí. Como los anteriores, diréis, que para algo son estrellas. Sí… y no. Tal vez no sea el más dotado, el que tenga una mayor colección de éxitos o una discografía más variada. Pero todo eso me da exactamente lo mismo. John Mayall es GRANDE porque el tío es auténtico. Hace lo que quiere. Desde siempre. Disfruta de su pasión por una música que a falta de hallarse en sus genes, mamó desde bien temprano. Porque, o mucho me equivoco, o antes de agarrar el primer libro se cayó con todo el equipo, como si de Obélix se tratara, en ese caldero de “tristeza azul”, esa que llamamos “el blues”. La marmita no contenía en este caso poción mágica, sino que consistía en un tocadiscos y una colección de discos que abarcaba desde Robert Johnson, el padre putativo de todos ellos, hasta los tres reyes (B.B. King, Albert King y Freddy King), pasando por
Big Bill Broonzy, Otis Rush, Willie Dixon, T-Bone Walker, Sonny Boy Williamson, Elmore James y Muddy Waters, entre otras cientas gargantas negras curtidas por el bourbon y el tabaco de mascar. Una pena que dicha colección se viera menguada por el fuego que devastó hace no tanto su mansión de California.
Criado en Cheshire, Mayall amó esta música en los años en que los británicos se dividían entre seguidores del swing interpretado por las big bands, la música tradicional y la sinfónica pongamos por caso del gran Vaughan Williams. Escuchar en la Gran Bretaña tardoimperial música de negros, comprenderéis que no era lo mejor visto. Pero a Mayall y a un grupo de entusiastas eso les daba igual. El propio Mayall, Alexis Korner y Graham Bond después de la WWII alimentaron espiritualmente a una extensa camada de cachorros hambrientos de blues. Porque para los jóvenes que vivían en aquel imperio ya sin lustre y en franca decadencia, con los efectos de la guerra visibles aún en las calles y con el descreimiento marcado a fuego en las miradas de los viejos que habían visto el cadavérico rostro de la guerra y de los fanatismos patrioteros, el blues no era medicina, pero sí al menos un buen purgante para sacarse los demonios de encima. Por lo menos mientras lo tocaban.
En este ambiente, Mayall sabía exactamente lo que quería. Vivir de la música que le gustaba. Ni más ni menos. Nota a pie de página: ¿quién tiene arrestos para atreverse a decir eso a día de hoy? El caso es que el tipo tenía un gusto exquisito, equilibrado, aunque en caso de verse obligado a elegir, decantando el peso de la balanza claramente hacia el lado del blues de Chicago. Eléctrico y más agresivo que el del delta del Mississippi. En esa dinámica lanzó su proyecto musical, los Bluesbreakers, partiendo de lo más bajo: garitos, pubs, aulas de la universidad… cosechando con el boca a boca sus primeros éxitos. A partir de ahí, el primer álbum. Y con el segundo, Eric Clapton a la guitarra. Clapton, que se había largado de los Yardbirds porque aquellos estaban arrimando la nave demasiado a las costas del pop y alejándose del “azul” océano, buscaba un purista. Y a fe que en Mayall encontró a uno de los suyos. Mayall le enseñó a Clapton una gran parte de lo que hizo que se le empezara a venerar. Lo otro lo puso el chiquillo de su cosecha: talento a espuertas, una mano en absoluto lenta y una Gibson Les Paul conectada a un amplificador Marshall, sintonizado a todo trapo. A Clapton se lo llevó de los Bluesbreakers la fama. La misma que alcanzaron tras él Peter Green y Mick Taylor. Y John McVie. Etc, etc, etc. Pero a aquellos pupilos que se pasaban de la raya, como fue el caso de Mick Fleetwood, Mayall los echó por borrachos, drogadictos y poco profesionales. El tito John no se anda con tonterías. Para flipar ya está la música y no hacen falta aditivos.
Y eso precisamente, flipar, es lo que hice el sábado en presencia de este gurú del blues. 75 años le contemplan; ahí es nada. Ya me gustaría a mí tener un abuelo así. En el festival de blues de Hondarribia que acogió su actuación el pasado sábado, la gente lo recibió con aplausos y a grito pelado, a sabiendas de su peso en la escena musical, aunque escasísimamente reconocida con respecto a sus méritos hasta no hace mucho y aún no en la medida que le corresponde. Mayall, a sabiendas de que la gente quería una buena ración de blues, tomó su txapela que lo acredita como merecedor del premio de este año, dijo tres palabras y se lanzó a lo suyo. A tocar.
El caso es que ver a John Mayall & The Bluesbreakers era algo muy especial para mí. Como los anteriores, diréis, que para algo son estrellas. Sí… y no. Tal vez no sea el más dotado, el que tenga una mayor colección de éxitos o una discografía más variada. Pero todo eso me da exactamente lo mismo. John Mayall es GRANDE porque el tío es auténtico. Hace lo que quiere. Desde siempre. Disfruta de su pasión por una música que a falta de hallarse en sus genes, mamó desde bien temprano. Porque, o mucho me equivoco, o antes de agarrar el primer libro se cayó con todo el equipo, como si de Obélix se tratara, en ese caldero de “tristeza azul”, esa que llamamos “el blues”. La marmita no contenía en este caso poción mágica, sino que consistía en un tocadiscos y una colección de discos que abarcaba desde Robert Johnson, el padre putativo de todos ellos, hasta los tres reyes (B.B. King, Albert King y Freddy King), pasando por
Big Bill Broonzy, Otis Rush, Willie Dixon, T-Bone Walker, Sonny Boy Williamson, Elmore James y Muddy Waters, entre otras cientas gargantas negras curtidas por el bourbon y el tabaco de mascar. Una pena que dicha colección se viera menguada por el fuego que devastó hace no tanto su mansión de California.
Criado en Cheshire, Mayall amó esta música en los años en que los británicos se dividían entre seguidores del swing interpretado por las big bands, la música tradicional y la sinfónica pongamos por caso del gran Vaughan Williams. Escuchar en la Gran Bretaña tardoimperial música de negros, comprenderéis que no era lo mejor visto. Pero a Mayall y a un grupo de entusiastas eso les daba igual. El propio Mayall, Alexis Korner y Graham Bond después de la WWII alimentaron espiritualmente a una extensa camada de cachorros hambrientos de blues. Porque para los jóvenes que vivían en aquel imperio ya sin lustre y en franca decadencia, con los efectos de la guerra visibles aún en las calles y con el descreimiento marcado a fuego en las miradas de los viejos que habían visto el cadavérico rostro de la guerra y de los fanatismos patrioteros, el blues no era medicina, pero sí al menos un buen purgante para sacarse los demonios de encima. Por lo menos mientras lo tocaban.
En este ambiente, Mayall sabía exactamente lo que quería. Vivir de la música que le gustaba. Ni más ni menos. Nota a pie de página: ¿quién tiene arrestos para atreverse a decir eso a día de hoy? El caso es que el tipo tenía un gusto exquisito, equilibrado, aunque en caso de verse obligado a elegir, decantando el peso de la balanza claramente hacia el lado del blues de Chicago. Eléctrico y más agresivo que el del delta del Mississippi. En esa dinámica lanzó su proyecto musical, los Bluesbreakers, partiendo de lo más bajo: garitos, pubs, aulas de la universidad… cosechando con el boca a boca sus primeros éxitos. A partir de ahí, el primer álbum. Y con el segundo, Eric Clapton a la guitarra. Clapton, que se había largado de los Yardbirds porque aquellos estaban arrimando la nave demasiado a las costas del pop y alejándose del “azul” océano, buscaba un purista. Y a fe que en Mayall encontró a uno de los suyos. Mayall le enseñó a Clapton una gran parte de lo que hizo que se le empezara a venerar. Lo otro lo puso el chiquillo de su cosecha: talento a espuertas, una mano en absoluto lenta y una Gibson Les Paul conectada a un amplificador Marshall, sintonizado a todo trapo. A Clapton se lo llevó de los Bluesbreakers la fama. La misma que alcanzaron tras él Peter Green y Mick Taylor. Y John McVie. Etc, etc, etc. Pero a aquellos pupilos que se pasaban de la raya, como fue el caso de Mick Fleetwood, Mayall los echó por borrachos, drogadictos y poco profesionales. El tito John no se anda con tonterías. Para flipar ya está la música y no hacen falta aditivos.
Y eso precisamente, flipar, es lo que hice el sábado en presencia de este gurú del blues. 75 años le contemplan; ahí es nada. Ya me gustaría a mí tener un abuelo así. En el festival de blues de Hondarribia que acogió su actuación el pasado sábado, la gente lo recibió con aplausos y a grito pelado, a sabiendas de su peso en la escena musical, aunque escasísimamente reconocida con respecto a sus méritos hasta no hace mucho y aún no en la medida que le corresponde. Mayall, a sabiendas de que la gente quería una buena ración de blues, tomó su txapela que lo acredita como merecedor del premio de este año, dijo tres palabras y se lanzó a lo suyo. A tocar.

Multiinstrumentista, Mayall dio un recital de armónica y teclados. Empezando con Another man, del album con Clapton. Y lo cierto es que el tipo conserva la voz rasgada que este estilo demanda. Le siguieron sendos temas de Sonny Boy Williamson gracias a los cuales el viejo zorro se metió al público de golpe y porrazo en el bolsillo. Los poderes del teclista Tom Canning y del contundente Jay Davenport a las baquetas habían hecho lo suyo. Pero quiénes me intrigaban mucho eran sus nuevos compinches: guitarrista y bajista. Porque el hecho de que te pegue un telefonazo el viejo Mayall es sinónimo de tener talento. La interpretación de Hideaway, la tremenda canción de Freddy King que encumbrara a Clapton, así me lo corroboró. Rocky Athas, un clon de Gérard Depardieu, mostró su dominio de todos los palos del blues a través de sus doce compases e hizo las delicias del personal allí presente, que luego volvió a prodigar en su versión de Have you heard, con su Stratocaster blanca llorando arpegios uno tras otro junto al puerto de Hondarribia. Mayall también se colgó la guitarra al hombro para acompañarlo en una aventura pseudo-country de corto recorrido y así relajar un poco el ambiente antes de lanzarse a una improvisada cabalgada de scatting en su composición Chicago Line, para la que contó con la cobertura de las gargantas y palmas de los asistentes que abarrotábamos la Venta.

La mítica Room to move, que no podía faltar, cerró el concierto, con el maestro deleitándose en caldear más aún, si cabe, el ambiente. Y si él lo incendió, los solos de sus pupilos hicieron derretirse literalmente el escenario. El bajista Greg Rzab (sí, está bien escrito), demostró tener impresa su foto en el diccionario junto a la definición de “virtuoso”, además de ser un cachondo y un grandísimo hijo de puta. Porque si lo del guitarrista y el teclista había sido para alucinar, lo suyo al bajo no tenía nombre. La palabra "genial" se queda corto. Para el único “bis” de la velada, Mayall echó mano del “Beano” una vez más, con All your love de Otis Rush. Broche de oro, que se dice en estos casos y que se cumplió para el que aquí nos ocupa.
80 minutos de recital que se nos hicieron muy cortitos, pero que para corresponder a un concierto gratuito y con el mejor sonido que he escuchado en mucho tiempo, no estoy muy seguro de estar en condiciones de pedir más aún. Si acaso me siento en la obligación de dar algo a cambio. De dar las gracias a los hados que me han permitido disfrutar de este raudal de emociones que aún hierven en mis venas al escribir estas líneas.
miércoles, 15 de julio de 2009
CALENTANDO MOTORES

Mañana comienza en Hondarribia, un precioso pueblecito pesquero de Gipuzkoa, una nueva edición de su festival de blues. Este año con tipos de talla internacional, incluido uno de mis ídolos musicales como cabeza de cartel para el sábado 18/07/09. Uno de los padrinos del blues, de los que más ha hecho por un estilo de música que en su momento era absolutamente suburbial. Auténtico maestro y entrenador de músicos: tal es así que, cuando se le iba uno bueno, contrataba a otro que no le hacía sombra... 100% profesional y trabajador incansable desde los primeros '60. Por su grupo, los Bluesbreakers, han pasado músicos de la talla de John McVie, Jack Bruce, Andy Fraser y Larry Taylor al bajo; Mick Fleetwood a la batería, y sobre todo con él se han forjado a sudor y fuego guitarristas de leyenda como Don "Sugarcane" Harris, Mick Taylor, Peter Green o el mismísimo Dios. ¡Alto voltaje!
Me refiero al único Padre Blanco del Blues: John Mayall...
Me refiero al único Padre Blanco del Blues: John Mayall...

... en cuya discografía se encuentra esta joya, que es una de las piezas más preciadas de mi colección particular.

Como muestra un botón, con Clapton a la guitarra en la época en que se pintaba esto en las calles de Londres:
martes, 9 de junio de 2009
ESCOCIA XII: EDIMBURGO
Antigua. Soberbia. Turística. Gótica. Neoclásica. Señorial. Georgiana. Victoriana. Eduardiana. Atemporal. Elegante. Pétrea. Bella. Altanera. Ególatra. Opulenta. Virtuosa. Beata. Viciosa. Docta. Camorrista. Jeckyll. Hyde. Stevenson. Scott. Burns. Doyle. Reformada. Reformista. Eclesiástica. Anticlerical. Lánguida. Espectacular. Arquitectónica. Paisajística. Arbolada. Marítima.










En una palabra: fabulosa.
En una palabra: fabulosa.
viernes, 8 de mayo de 2009
HACE 64 AÑOS
El mundo, después de haberse zurrado a base de bien, parecía que se encontraba a un paso de alcanzar al fin la paz soñada. Europa fue la primera en llegar a meta. El Pacífico se pacificaría un par de meses y un par de bombas atómicas después. En ese momento algun iluso, obviando la capacidad de olvido del Hombre, podía haber soñado con que ya no habría guerras nunca más.
Poco le duraría el sueño.
2ª Guerra Mundial: 60 millones
Guerras árabe-israelíes (1948-actualidad): 120.000
Guerra de Corea (1950-1953): 3 millones
Guerra de Vietnam (1964-1975): 2,9 millones
Guerra civil en Colombia (1966-actualidad): 20.000
Guerra afgano-soviética (1979-1989): 1 millón
Guerra Irán-Irak (1980-1988): 1 millón
Guerra de las Malvinas (1982): 1.000
Guerra del Golfo Pérsico (1990-1991): 30.000
Guerras civiles en la ex-Yugoslavia (1991-2004): 280.000
Guerra civil en Ruanda (1994): 800.000
Guerra de Chechenia (1994-2006): 200.000
Guerra civil en el Congo (1996-actualidad): 4 millones
Guerra de Afganistán (2001-actualidad): entre 20.000 y 50.000
Guerra de Irak (2003-actualidad): entre 500.000 y 1 millón
Guerra civil en Sudán (2003-actualidad): 400.000
Dime dónde están las flores
Dónde han quedado
Dime dónde están las flores
Qué ha sucedido
Dime dónde están las flores
Las niñas las arrancaron rápidamente
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Dime dónde están las niñas
Dónde han quedado
Dime dónde están las niñas
Qué ha sucedido
Dime dónde están las niñas
Hombres las tomaron rápidamente
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Dime dónde están los hombres
Dónde han quedado
Dime dónde están los hombres
Qué ha sucedido
Dime dónde están los hombres
Partieron, la guerra ha comenzado
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Di dónde están los soldados
Dónde han quedado
Di dónde están los soldados
Qué ha sucedido
Di dónde están los soldados
Sobre las tumbas aúlla el viento
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Dime dónde están las tumbas
Dónde han quedado
Dime dónde están las tumbas
Qué ha sucedido
Dime dónde están las tumbas
Flores florecen a la brisa estival
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Dime dónde están las flores
Dónde han quedado
Dime dónde están las flores
Qué ha sucedido
Dime dónde están las flores
Las niñas las arrancan rápidamente
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Cuándo se llegará a entender
Ay, cuándo se llegará a entender
* Las cifras señaladas son aproximadas.
** Lamentablemente, desde 1945 han habido aún más guerras que las reseñadas.
jueves, 30 de abril de 2009
UNA DEUDA PENDIENTE
No todas son mis películas favoritas. Pero sí que adoro todos y cada uno de los fotogramas escogidos. Y sobre todo admiro a quién editó este video. Porque con él se me saltan las lágrimas.
* La pieza musical para guitarra es la Cavatina, de Stanley Myers. Una muestra adicional del gusto de quién lo montó.
sábado, 25 de abril de 2009
HORIZONTES LEJANOS

No encontraba título para esta entrada, y el que resultaba más obvio, me sonaba mal. Quizá a ciertos distribuidores en España les había sucedido algo parecido allá por 1952, cuando bautizaron una obra maestra de Anthony Mann precisamente como Horizontes Lejanos . No quiero discutir aquí sobre la conveniencia de traducir de un modo aparentemente tan arbitrario los títulos de obras tales como el ya mencionado film o la pieza teatral El jardín de los Cerezos. La obra de Chéjov, en realidad debería titularse, ateniéndonos a la correcta traducción del ruso, "El jardín de los guindos". Pero aunque es de suponer que eso de los guindos no sonará mal para alguien nacido en San Petersburgo, en la lengua de Cervantes ganan con claridad los cerezos, además de la bella estampa que componen en nuestro imaginario.
Acerquémonos un poco más a esos horizontes todavía lejanos. En el original: "Bend of the river", traducible como "El meandro del río". La película, además de ser una obra cumbre del western, es una de las pocas películas perfectas que se han hecho en la historia del Séptimo Arte. Jimmy Stewart compone el personaje de un hombre atormentado por su pasado que conduce a unos colonos por tierras de Oregón, escalando altas montañas y cruzando caudalosos ríos. De hecho, una de los puntos fuertes de la película son sus paisajes, que llegan a convertirse en un personaje más de la historia.


domingo, 22 de marzo de 2009
VERONIKA, DER LENZ IST DA!
Veronika, der Lenz ist da! Die Mädchen singen tra-la-la Die ganze Welt ist wie verhext Veronika, der Spargel wächst!
¡Verónica, la primavera está aquí! Las niñas cantan tralará El mundo entero parece embrujado ¡Verónica, el espárrago crece!
Bonita canción, con algún doble sentido demasiado obvio, aunque su grata melodía así como las armonías vocales de los Comedian Harmonists la hacen irresistible. "Veronika, der Lenz ist da" refleja toda la alegría de vivir de los años 20 del siglo que lleva el mismo nombre. Alegría que el famoso crack del '29 truncó de raíz y que supuso una crisis económica mundial de la cuál tan sólo se salió, ay, por causa de una guerra.
Crisis. Guerra. Intereses. La ecuación es muy simple, tanto como que en primavera crecen los espárragos cuando se les acerca Verónica. Y sin embargo, debemos estar felices, pues el Sol, ese que rige nuestros destinos, ha decidido ser clemente con nosotros, pobres Hijos de los Hombres, y regalarnos durante más tiempo su grata compañía. Y este renacer de la Naturaleza que llamamos primavera, nos hace soñar con ser poetas. Y en ocasiones, además de firmar versos con la pluma, los insolentes nos atrevemos también a intentarlo con la cámara.
Como muestra un botón. O una sarta de ellos, ya que estamos:
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