miércoles, 31 de diciembre de 2008

FELIZ AÑO HATUNIANO

Como bien sabéis, hoy es fin de año Hatuniano, una vez más, durante el perihelio, la sizigia del Sol y la Luna, en el deseo de recobrar a sus hijas queridas, Mireyeta y Kelna, provocan la Gran Marea Anual, la Gran Pleamar, y con ella, el tránsito del viejo al nuevo año.

El gran flujo de la Marea atrae a nuestras costas a miles de Hatunes atrapados en la fuerza de la corriente, y, durante la estoa, se les ve saltar felices, mientras los habitantes de Hatunia lanzan fuegos artificiales de mil colores y toman los doce hatunes de la suerte (Esta costumbre fue cambiada por tomar doce boquerones, que comer los hatunes causo que muchos hijos de Hatunia perecieran atragantados), acompañado de licores y dulces, y acompasado de canciones y bailes.

Con este motivo, os deseo un Feliz Año Nuevo, y mis deseos de paz, amor, felicidad, sexo, y rock&roll para todos vosotros.

Subcomandante Bloguerrillero
General de los Ejércitos de Hatunia
Amante Inconmensurable
Sediento Insaciable

lunes, 29 de diciembre de 2008

DE MI TÍA ABUELA, LAS LENGUAS MUERTAS Y EL AÑO NUEVO

Mi tía abuela Ida era una señora que de vez en cuando venía de visita a casa de mis padres y a la que había que servir un té con pastas para que se quedara contenta. Muy viejecilla, de apariencia muy seria, con un peculiar olor a papel viejo y muchas anécdotas que contar. Mi madre me peinaba esos días con raya en medio, me hacía ponerme los calcetines de lana hasta las rodillas, los que más picaban de Europa y parte del Asia conocida, y sobre todo esa odiosa pajarita que tanto me ahogaba. Por aquella época descubrí los misterios del tiempo, pues sus visitas de un par de horas me parecían que en realidad duraban semanas. Sea como fuere, convenía llevarse bien con la tía abuela Ida, pues en tal caso el afortunado bien podía ganarse una herencia sumamente golosa. Y, ay, sin embargo no siempre la atendí como merecía, poniendo excusas de mal pagador, alegando que no había dormido bien y que debía ausentarme y otras mentiras más para salir a jugar al patio trasero, entre las hileras de tilos. Con lo cuál yo no le estaba dando otra opción que ir en busca de algún otro sobrino que le prestara más atención. Porque a mí, por aquella época, sus bienes me importaban menos que el sexo de los ángeles.

Así pasaron los años hasta que un buen día recibí un telegrama en el cuál se me informaba acerca del óbito de la vetusta señora. Entonces llegaron los lamentos. “Ella tenía tanto que contar”, “ya nunca aprenderé esto o aquello”… Y aquellas horas interminables de historias que no me interesaban demasiado se convertieron por veleidades de arte arcano en apenas instantes. Y es que cuando nuestros pasos nos llevan por el sendero más fácil, no es extraño que terminemos en un lugar que en realidad no pretendíamos transitar. En este caso, el de la ignorancia. O el de la pereza, que suele ser origen y fin del vicio anterior. Y aunque en realidad yo nunca llegara a conocer a mi tía abuela Ida, murió muchos años antes de yo nacer, y aunque en realidad nunca me hayan peinado con raya en medio, sí considero que lo arriba descrito puede tener cierta valía. No olvidemos cultivar pues las lenguas, por muy muertas que estén o lo parezcan. Son riqueza. Casi tanta como la salud. No, tanta no. Pero casi. Así que ahora que estamos en puertas del nuevo año y se habla tanto de crisis (que no es más que una oportunidad, como bien saben en el país del Sol Naciente) mi deseo para 2009 es muy sencillo: salud para mí y los míos (entre los cuáles estáis vosotros) y algo de sabiduría y prudencia, pues estos dones valen más que todo el oro de Tartessos y la plata del Potosí, y con ellos todo lo demás viene tan encarrilado como la línea que une Londres con Oxford, por la que viajaba mi tía abuela a vernos.

POSIDE SALVTEM, QVIA AVRO MELIOR EST, ET ACQVIRE SAPIENTIAM ET PRVDENTIAM, QVIA PRETIOSORES SVNT ARGENTO.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Reflexionando ante el nuevo año



Este poema ahonda en mí un profundo sentimiento.Por más,y más que lo leo,siempre me produce un sutil escalofrío.Como si sufriera mi alma el dolor de la tortura.














Se me pone el alma
solitaria y triste,
descreída y vieja,
porque nadie admira,
porque nadie escucha,
porque nadie sueña.

Porque nadie sabe
mantener el fuego
con aquélla leña
que nos dio calores
que nos dio esperanzas
que nos dio creencias.

Y la vida pasa
como pasa el hombre
que no tiene señas:
sin dejar constancia
sin hacer ovillo
sin hacer madeja.

Sin dejar tampoco,
como deja el aire,
como el agua deja,
una marca honda,
una huella firme
una firma cierta.

Pues si fuimos fuentes
con el agua limpia,
con el agua fresca
ahora somos pozos
con el agua turbia,
con el agua negra.

Ojalá los hombres,
ojalá las cosas,
ojalá las bestias
me trajeran sueños
de la Edad de Bronce,
de la Edad de Piedra.

Donde hubiera arraigo,
donde hubiera calma,
donde el tiempo fuera
el reloj callado
de las grandes horas
de las horas muertas.

Pero nadie sabe
de ese pauso sueño
que nos da paciencia
porque todo urge,
porque todo empuja,
porque todo aprieta.

Y el aprieto agobia
y el agobio mata
y la muerte entierra
los amores hondos,
los quereres dulces,
las sonrisas tiernas.

Pues las ansias mueren
y las glorias pasan
y las prisas dejan
a los hombres solos,
entre sueños vanos
y palabras hueras.

Que los pies se cansan
y los cuerpos sufren
y las almas quedan
como el alma mía,
solitaria y triste,
descreída y vieja.


Del libro" Vientos de soledad"

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¡FELIZ HATUNIDAD A TODOS!


Hermanas y hermanos de Hatunia

¡Por fin llegó la Hatunidad!

En estos tiempos en los que el verdadero significado de la celebración se ha perdido y ha sido sustituido por un consumismo salvaje, señores orondos vestidos de rojo, otros de carnavalescas majestades, profusión de lucecitas y guirnaldas, acompasado por musiquillas a cual más desagradable, junto a un ejercito terrorífico de muñecas siniestras que se dirigen al portal (con criminales intenciones de infanticidio sin duda), no cabe sino recordar el verdadero sentido de esta celebración.

Hace mucho tiempo, en los albores de la era de Hatunia, la noche de un 24 de diciembre de hace 2008 años, un banco de Hatunes arribó a nuestras costas a la Reina Mireyeta, que acompañada de Kelna, trajo a las vidas de nuestros antepasados, y a las nuestras, miles de años de amor, felicidad y fraternidad.

Aquellos que fueron testigos, tan solo lo celebraron con una frugal cena, y el único regalo, pero inmejorable, fue el amor que anidó en sus corazones.

Así que hoy, vuestro Subcomandante os desea ¡Feliz Hatunidad! Os regala su amor y amistad, junto a un vale por un menú-hatunidad-pequeño para el McHatun, de modo que la cena sea frugal, y, así, recordéis y honréis la memoria de aquellos que, en aquella playa, presenciaron el advenimiento de Mireyeta.

martes, 23 de diciembre de 2008

Despedida (temporal)


Mis hatunes queridos, visto que muchos ya os estáis despidiendo hasta después de las Navidades, quería poner este post por si no nos volvemos a ver por unos días o hasta el nuevo año.

Quería aprovechar nuestra plataforma para desearos a todos que paséis unos días muy felices, que tengáis la compañía que vosotros queráis, que comáis mucho y bien, que recibáis muchos regalos.

Porque aunque estas fechas no significan lo mismo para todos, aunque para algunos sean tristes, o no les gusten, creo que son una buena excusa para llenarnos de amor y cariño y repartirlo, regalarlo, entregarlo como sólo vosotros sabéis, hatunes míos, porque sois generosos, sois bondadosos, sois comprensivos... Todos aquellos que os tengan cerca son realmente afortunados por compartir vuestro tiempo con ellos.

Porque podemos aprovechar esto como una oportunidad, terminar el año felices, porque siempre hay una razón para ser feliz.

Os deseo un final de año maravilloso, os deseo que empecéis el año con energía, y que la ilusión os acompañe todos los días de la vida. Que se cumplan aquellos sueños que se hayan de cumplir y sepáis sobrellevar las penas con alegrías, que encontréis siempre el lado bueno de todo lo que pase. Que aprendáis de cada lección, para ser (si cabe) aun más sabios.

Con todo mi amor y cariño, hatunes, os deseo unas muy felices fiestas.

lunes, 22 de diciembre de 2008

"Alles gute zum Geburtstag" kipling!!!

http://es.youtube.com/watch?v=Ff3aoSyYOVs




Aunque todavía quedan "unas horitas" para tu cumple, he decidido publicarlo ahora ya que no voy a poder estar a la noche, asi que amigo kipling, ZORIONAK ZURE URTEBETETZEAN!!(felicidades por tu cumple!), que este dia(mañana) lo pases lo mejor posible en compañia de toda la familia. También aprovecho a felicitarte las fiestas y un feliz año nuevo, te deseo que el 2009 y resto de años te depare lo mejor del mundo porque te lo mereces.

También aprovecho para darte las gracias por todas las conversaciones que hemos tenido a lo largo de estos 6 últimos meses, me has ayudado mucho.



Bueno pues no me alargo más, no se me da muy bien expresar lo que pienso en unas lineas, ya sabes que me expreso mejor en persona o en el chat mismo, así que el resto de comentarios se lo dejo a los de la "real academia de la lengua hatuna", que lo hacen "mu" bién.


Aquí te dejo una canción que si recuerdas bien, en su dia ya te la dediqué cuando hiciste "amago" de no volver más en el foroloco,pero por las fechas en las que estamos, creo que pega más. Así que espero que te guste este precioso villancico.


Y al resto, que paséis unas felices fiestas y un prospero año nuevo, os lo de sea de todo corazón, Irati.

sábado, 20 de diciembre de 2008

LAGRIMAS DE DUMPIE

Nada más cruzar la puerta de aquella cafetería, me di cuenta de que me había equivocado de sitio, aquel ambiente festivo, no era precisamente lo que estaba buscando, más bien todo lo contrario, pero el frío intenso de la calle y la necesidad de tomar algo caliente, me obligaron a quedarme. Era un local pequeño, con apenas diez mesas, me senté en la única que quedaba libre y pedí un café.
Por mucho que intentaba distraerme mirando a través de la ventana que tenía en frente, no lo conseguía, había demasiada gente allí, hablaban en un tono excesivamente alto, gesticulaban, reían.. el ambiente navideño parecía haber invadido también aquel sitio, la única que desentonaba allí, era yo; las tres sillas vacías que rodeaban la mesa me recordaban lo sola que estaba. Hasta el camarero parecía haberse olvidado de mi, le hice un gesto y vino enseguida.
Mientras tomaba el café, noté algo que me molestaba, pensé que estaba demasiado caliente, pero no, poco a poco el nudo en la garganta se hacía más evidente. No quería, no podía llorar, yo no lloraba nunca, ni en las situaciones más complicadas. Ya no escuchaba el murmullo de la gente, era incapaz de levantar la vista de la mesa, me aterraba pensar que alguien me estuviese mirando, lo último que quería era dar lástima, respiré hondo, bebí de un sorbo el resto del café y me sentí aliviada al comprobar que había sido capaz de controlar las lágrimas.
Salí a la calle y me propuse dar un largo paseo, ya ni sentía el frío, mientras caminaba iba pensando que era la primera vez en mi vida que me había sentido mal, por lo que la gente pudiera pensar de mi, nunca me había importado en absoluto la opinión de los demás, sería porque nunca me había sentido tan sola.
Los últimos acontecimientos de mi vida, me habían dejado la moral por los suelos , y no me quedaban fuerzas para afrontar la Navidad. Le había prometido a mi hermano, que iría a cenar con ellos, pero me sentía incapaz de soportar una Nochebuena en su casa, con un árbol multicolor presidiendo el salón, el televisor encendido y la voz chillona de mi cuñada amenizando la velada.La otra alternativa era, sopa de champiñones, sola en mi casa, sin dudarlo me decidí por la segunda opción, que en ese momento me pareció la menos mala.
Cuando llegué a casa eran las seis, demasiado temprano para cenar, así que encendí el ordenador y busqué un chat, con la esperanza de encontrar un alma solitaria con quién compartir mi tristeza, pero parecía que era la única persona que estaba sola ese día, no había nadie en ningún sitio, por fin, encontré un chat donde había un montón de gente, Hatunia, se llamaba, todos aparecían con su nombre en color naranja, yo aparecía en verde y mi nombre era Dumpie-dumpy. Enseguida me saludaron:
- hola, Dumpie-dumpy
- hola, ¿que tal?, contesté yo
- Nosotros muy bien ¿y tu? no deberías estar con tus amigos, o con tu familia.
Y de repente salió un mensaje diciendo que me habían baneado.
Otra vez sentí el nudo en la garganta y esta vez no pude evitar que las lágrimas invadieran mis ojos y fueran cayendo sobre el teclado.En cuanto me sentí segura de que mi voz podía sonar normal, descolgué el teléfono y llamé a mi hermano para decirle que me esperaran para cenar. Era Nochebuena y necesitaba escuchar la voz chillona de mi cuñada, deseándome feliz Navidad, para asegurarme de que había tocado fondo, y no podía pasarme nada peor.

martes, 16 de diciembre de 2008

SUEÑOS ROBADOS

Tras una larga espera llegó finalmente desde las lejanas costas de Boston. Yo Intentaba refrenar mi ilusión desbordada, infantil. Aunque me consumía de impaciencia quería que nuestro primer encuentro fuese especial, que resultase una velada inolvidable con recuerdos que quedasen grabados por mucho tiempo. Cuando por fin pudimos estar a solas me impuse una deliberada lentitud y un cuidado reverente.

No puedo decir cuánto tiempo permanecí mirando su cuerpo, sin atreverme a hacer nada más, apreciando cómo jugaban en sus curvas los reflejos de luz y los matices de color. Después fueron mis dedos lo que dibujaban suavemente su contorno, hasta que nos fundimos en aquel abrazo largamente esperado y una dulce melodía nos envolvió.

Los años felices. Siempre nos decían, no sin cierta envidia, que éramos una gran pareja. Era de las cosas más bellas que me apetecía escuchar. En verdad nuestra relación era armónica. Nos complementábamos . Yo ponía la pasión, ella constancia y templanza. Yo trataba de alcanzar un sueño y ella, paso a paso, lo materializaba. Mías eras las ideas pero nadie como ella para expresarlas y de las virtudes de ambos surgía belleza. Aunque nunca logré evitar el pensamiento de que yo era el eslabón débil en nuestra unión. No se que habría sido de ella con alguien más experto, más sensible, menos impulsivo, más dedicado.

Nuevos horizontes, nuevos retos y graves demandas se interpusieron entre nosotros. Nuestra relación fue invadida por aquellos enemigos que siempre supimos contener; monotonía, deber, rutina y los largos períodos de separación. Cada eran más escasas las ocasiones en que volvíamos a encontrarnos. Pero entonces, la magia volvía, ella acomodaba su cuerpo entre mis brazos abiertos y levantábamos, de nuevo, el vuelo. Nos lamentábamos por las horas perdidas y nos jurábamos de nuevo amor eterno. Pero la separación volvía y cada vez por más tiempo.

Lo de aquella noche fue culpa mía. Cada vez que me asaltan los recuerdos mi conciencia golpea con fuerza esta herida que no cierra. ¡ Qué sencillo habría sido evitarlo!. Estuvimos hasta muy tarde, creando belleza, embebidos como siempre en el influjo que nos ejercíamos mutuamente . Debería haber venido a casa conmigo, pero yo la dejé allí. Quizá pensé que, al fin y al cabo, no tardaría tanto en volver y sería un estorbo si viniese conmigo. Se quedó allí, en aquel rincón del local de ensayo la noche en que decidieron robar.

Ha habido otras desde entonces, pero no tienen su dulzura. No tienen ese sonido único, cálido, cristalino, vibrante que tenía ella. El sonido de una Gibson Les Paul Supreme, hecha a mano. Mi joya perdida, mi sueño robado.





Dedicado con cariño a las gentes de Hatunia. Y además Una propuesta: ¿ lo hubieses titulado así? "Sueños Robados". Me gustaría conocer otros títulos posibles. Gracias.

Ulyses23

jueves, 11 de diciembre de 2008

HATUNIA. La Leyenda continúa.

Muchas son las canciones y leyendas que contaron lo que sucedió en aquella cruel y terrible guerra. Pero os aseguro, mis queridos amigos, que ninguna de ellas hace honor a los extraordinarios sucesos que allí acontecieron, y la gloria de aquellos bravos soldados quedará como ejemplo de valor y coraje para las generaciones venideras.


- HIJAS E HIJOS DE HATUNIA – Os decía que gritó el Subcomandante. A lo que siguió un confuso griterío

-tuturututu tututuu. ¿pero había que vení disfrsao de sordao? ¿Por qué no me avisaon pisha?- dijo alguien

-¿Cuál es tu nombre?- espetó el Subcomandante

-Lorielana, ea, ¿ere tu el que va a cantá la shirigota? Oju que caló os debe da er traje ese de sordao, vamo a toma una cervesita bien fría ¿no?-

- A ver tú, el que cambia de capa y pipa a cada momento, ponte firmes-

- ¿Yo? Perdón, aquí el teniente Kipling a sus órdenes señor.

-¿Teniente de que?-

- De Hatunian Yard señor-

-¡Matar dumpties, matar boompies, matar woopies!-

- Vosotras! Las que dais esos gritos raros! ¿Cómo os llamáis?

- Amalaire Señor! Lista para matar woompies Señor!

- Mitsuko Señor, Ansiosa de matar duumpies Señor!-

Así, una a una, fue conociendo a las bellas y valientes hijas de Hatunia, junto a las anteriores destacaban de todo el resto de las gentes de Hatunia, por su liderazgo, la bella Severinne, con ojos de noche y un corazón de fuego, Irati, fuerte y recia como un árbol, pero cálida y tierna como un bollo recién salido del horno, Dark, tan llena de sueños como de ilusiones, Janis, inteligente y sensible, algo distante y desconfiada, pero llena de buenos sentimientos como cualquiera de la mujeres de Hatunia, Catiti, amable y siempre dispuesta a ayudar a los demás, Planetas, conocedora de las capacidades de todas, y Lili, siempre alegre y de buen ánimo… Ellas fueron elegidas como Capitanas de Hatunia.

-¡Hijas e hijos de Hatunia! Desde la fundación de Hatunia vuestro pueblo no ha conocido sino años de paz, amor y prosperidad, nunca conocisteis la lucha, ni la guerra, ni habéis conocido enemigo alguno, pero hoy macha hacia vuestra tierra un ejercito temible, aquellos tambores y timbales que se oyen allá a lo lejos pertenecen a los ejércitos de Medusa, yo marché al frente de ellos en muchas batallas y bien sé de que son capaces. Yo mismo nací en un campo de batalla, y el primer sonido que salió de mi garganta no fue un lamento ni un llanto, sino un grito de guerra. Sus tropas no conocen la piedad, ni el miedo, son implacables y sanguinarios, y su único objetivo es sumir vuestra tierra en una sangrienta era de oscuridad y horror. Pero no temáis, el ejército de Hatunia tiene un arma mucho mas poderosa que la fuerza ciega y el terror. De vuestro lado esta el amor y la justicia, y eso nos conducirá a la victoria, debéis dejar de lado todo egoísmo, toda ambición personal, debéis luchas juntos como uno solo, con una sola alma, con un único corazón. Para la victoria solo hay un camino, ¡La Muerte! La propia o la del enemigo. Porque sabed que no tenéis más opción que matar o morir,

¡Ay, de la muerte no sé
de que color va vestida
y no sé si lo sabré!

¿Mano en el hueso y guadaña,
Curva guadaña buida,
En la punta de una caña?

¡Literatura sabida,
Terrorismo medieval
Para chantajear la vida!

Yo entraré en la noche ciega
Como entra la bestia pura,
Que cuando la muerte llega
Va y en la espesa espesura
Cuerpo en calma y alma entrega.

¿Qué sabéis de la muerte?
Nada.
Ni siquiera si existe.
Esta gran calumniada,
La gran triste,
Poderosa y fuerte,
Es la gran ignorada.

Más ya me veis: espero
mi momento postrero,
curioso, preparado,
pues quizá me sea dado
sentir que llega, armada,
y herido por su espada
gritar: ¡Te vi primero!


empuñad vuestras armas y gritad conmigo
¡MUERTE, MUERTE, MUERTE! ¡VIVA HATUNIA!-

El clamor llegó a todos los rincones de Hatunia, miles de voces gritaban al unísono, todo el pueblo unido, dispuesto para la batalla, dispuesto a la muerte por todos los principios y valores que Hatunia representa.

La batalla estaba ya cercana, los tambores del enemigo se escuchaban cada vez más cercanos, hordas de guerreros de las montañas y de la gran meseta se acercaban más y más a la ciudad.

Las órdenes se impartieron deprisa, se formaron cuatro batallones, al mando del primero estaban Severinne, Risk y Planetas, y defenderían el flanco norte de la ciudad, al mando de Darkstar, Almalaire y Lorielana otro batallón que defendería el este, Iratí, Catiti y Janis-Joplin con sus tropas al oeste, Mitsuko, Kipling y Lilianne con su batallón defenderían el sur de la ciudad. El Subcomandante se movería libremente de un lado a otro según fuera necesario.

Desde la torre más alta de la ciudad, la Gran Sacerdotisa de Hatunia, Camaleón, acompañada por Mireyeta y Kelna, rezaba al Gran Dios Hatún, y bendecía a sus tropas ante la batalla.

El sonido de los tambores era ya un estruendo, y. en la gran llanura que separaba la ciudad de las montañas, miles y miles de soldados enemigos estaban ya dispuestos para la batalla. De repente un gran silencio se apoderó del día, un silencio mucho más fuerte que los tambores que le precedieron y que congelaba la sangre en las venas.

El subcomandante bajó su yelmo, apretó el puño de su espada y masculló – Esta noche habrá un buen banquete en el Valhalla-

Desde las torres de Hatunia empezó a sonar “la Cabalgata de las Valkirias”, en el campo de batalla se desató el infierno…

Hacer un exacto relato de lo que allí aconteció es imposible, solo decir que aquello fue el infierno. Miles y miles de guerreros de medusa atacaban en furioso y anárquico frenesí la ciudad de Hatunia, mientras, los valientes soldados de Hatunia defendían con valor y coraje su ciudad. Los muertos de uno y otro bando iban cayendo, sembrando la tierra de cadáveres regados con sangre de unos y de otros. Las tropas Hatunes, en un principio, conseguían mantener fuera de la ciudad a el ejército de Noemedusa, sin embargo, superaban diez a uno en efectivos a los hatunianos, y poco a poco los hacían retroceder, e iban cayendo bajo el peso de las espadas de los fieros guerreros de las montañas.

En el frente sur. Kipling movía la capa con un extraño e hipnótico arte, como un torero por reboleras, manoletinas, y verónicas, todo ello causaba a la par admiración y conmoción en las filas enemigas, cautivados por la belleza de los lances y por un movimiento solo visto en las mejores tardes de Curro Romero, o en las actuaciones de Locomia, los soldados de Medusa echaban vítores y óles, y aprovechando el despiste y confusión, el Teniente asestaba certeras estocadas en los corazones del enemigo.

Allá, en lo alto de torre, la Reina Mireyeta pidió su armadura y su espada, junto a su fiel Kelna decidieron bajar al campo de batalla, no podían quedarse allí viendo como caía su pueblo bajo el acero enemigo.

Abajo, las fuerzas desfallecían, paso a paso, los defensores de Hatunia iban cediendo terreno, y los enemigos pasaban entre sus líneas como la arena se escapa entre los dedos, a cada golpe escapaba el valor, a cada estocada huían las fuerzas, la derrota parecía inevitable.

Después de un día entero de batalla se acerba el crepúsculo, la sangre en la arena, en el agua del mar, junto al sol del atardecer teñían de rojo mar, cielo y tierra, sembrando de presagios de muerte y derrota.

En el frente norte, los soldados Endemol de Medusa, sus tropas de élite, entraban en batalla, abriéndose paso como un cuchillo en mantequilla caliente, las mismas tropas que mandara el Subcomandante Bloguerrillero cuando lideraba las tropas del mal, y allá se fue a cruzar su espada contra los que fueran sus compañeros de infortunio, guerra y muerte. Al primer choque de espadas, el ahora capitán de los Endemol levanto su yelmo y sorprendido dijo – Mi general…. -

- Si, soy Bloguerrillero, fui vuestro General, pero un día vi la luz, yo no conocía más que la guerra, el dolor y la desolación, aprendí que hay otro modo de vida, y que el amor y la amistad entre hermanos lleva a la verdadera felicidad, y Hatunia los representa. Vosotros, valientes soldados de Medusa, tantas veces habéis luchado espalda con espalda conmigo, y vuestra sangre y la mía propia tiñeron juntas el campo de batalla, uníos a mi, luchad por la justicia y la libertad, y conoceréis, por primera vez en vuestra vida la felicidad..

- Mi general, nuestra espada siempre fue vuestra, lucharemos de su lado.-

Los soldados Endemol se pusieron del lado de Hatunia, sin embargo, si bien eran los más duros soldados del mal, no eran suficiente para ganar la batalla, tan solo dieron un respiro a los bravos Hatunes.

En el mar se dibujó una vela que se acercaba llevado por todos los vientos hacia al puerto, abordo, el Capitán Aratz acompañado de Clara, Lunera, Menosmal, Neo, Hache, Achilip, y todos los Hatunes que estaban embarcados en busca de otros océanos. En su llegada a puerto entraron en lucha, aun sin saber que ocurría, ni quienes eran los enemigos. Las fuerzas se iban igualando, pero así y todo haría falta un milagro para que hatunia lograra la victoria.

Pero los milagros suceden.

La batalla se había partido en dos frentes, uno a las puertas de la ciudad y el otro abajo en la playa, junto a la orilla, donde los soldados de Hatunia retrocedían y las olas ya besaban sus pies. Las tropas de Medusa causaban más y más bajas, y empujaban hacia el agua más profunda a golpes de lanza y espada, impulsados por un frenesí asesino y cruel cometieron el error que les llevo a su perdición, entraron en el agua persiguiendo a sus presas, entonces el mar pareció hervir, miles de atunes, brillando sus lomos del color carmesí del crepúsculo, aparecieron de repente, arrastrando a las tropas del mal a aguas profundas, donde perecieron ahogados por el peso de sus armas y armaduras.

A las puertas de la ciudad ocurrió el segundo milagro. Cuando Bloguerrillero y sus hombres apenas si podían contener las innumerables tropas de Medusa, aparecieron, como en una onírica visión, la Reina Mireyeta, hija del Sol, y Kelna, hija de la Luna, arrasando a las tropas enemigas. La armadura de Mireyeta estaba hecha de Sol, y al chocar las armas en ella se fundían como chocolate caliente, su espada de luz acababa con todos los enemigos que se enfrentaban a ella. Kelna, invulnerable con su cota de mallas de Luna, hasta el acero mas duro se quebraba al chocar en ella, seguía a su Reina, provocando bajas a diestro y siniestro.

¡La victoria era de Hatunia!

El ejército invasor huía despavorido hacia las montañas, y los que no. Caían cautivos, desarmados, o muertos.

En la confusión, Noemedusa, disfrazada y presa de rabia y odio, se acercaba a Mireyeta por la espalda. Sus trenzas eran ponzoñosas serpientes, y lanzó una de ellas contra la Reina de Hatunia. Cuando apenas faltaban unos centímetros para el fatal mordisco, Bloguerrillero se interpuso y recibió el veneno letal entregando su vida por la de su reina. Blandió Mireyeta su espada de luz y cercenó la cabeza de Noemedusa de un solo golpe y todas sus serpientes cayeron muertas e inofensivas, sin embargo, el General de los Ejércitos de Hatunia estaba envenenado. Mas no temáis, aun quedaba un último milagro, Camaleón, Sacerdotisa de Hatunia, llegó al lugar, dando de beber una extraña pócima al Subcomandante, que, al momento, sanó.

Así fue la primera gran victoria de Hatunia sobre las fuerzas del mal. A la batalla siguieron funerales por la muerte de valientes soldados de Hatunia, y fiestas por el triunfo. Durante una de ellas, Severinne, vio salir a su General, solitario y sin decir nada, por las puertas de la ciudad, corrió hasta él y preguntó.

- ¿Dónde va mi General?-

- Los enemigos de Hatunia pueblan allá en las montañas, y los daré caza mientras vivan o viva-

- Iré con Ud mi general-

La noche se reflejaba más bella en los ojos húmedos de Severinne que en el propio cielo mientras ella miraba triste a Bloguerrillero esperando su respuesta.

-Bien sabe el Dios Hatún que quisiera llevarte conmigo, o quedarme yo mismo aquí en Hatunia, pero mientras allá estén sus enemigos no habrá paz para vosotros, y las tierras de la montaña y la inmensa meseta, donde nunca sale el sol, donde viento, lluvia y oscuridad barren más allá del horizonte, no es lugar para ti, para vosotros amados hatunes, vuelve a la fiesta Severinne, marcharé solo –


Bloguerrillero siguió caminando hacia las lejanas montañas, echo la vista atrás y vio la figura de Severinne, inmóvil en la puerta de hatunia, volvió la mirada hacia las montañas cuando una lágrima resbaló de sus ojos por su mejilla, la limpió con su dedo, probó su sabor – Gotas de mar – dijo en voz alta.

Mientras se alejaba de Hatunia, por primera vez en su vida, el Subcomandante Bloguerrillero, General de las Tropas de Hatunia, lloró…

Lo sé, lo sé... muchas veces os han contado otra versión, en la que Risk, Kipling y Bloguerrillero no fueron a la batalla, sino que estuvieron en el bar viendo el partido España vs Argentina por la tele y tomando birras, mientras que las mujeres de Hatunia se enfrentaban solas a las fuerzas enemigas, pero os aseguro, queridos amigos, que no son mas que rumores malintencionados para desprestigiar a tres de los héroes de Hatunia...

martes, 9 de diciembre de 2008

CHAOUEN

Queridísimos hatunes, esta es una pequeña muestra de un lugar maravilloso que me gustaría compartir con vosotros. Chaouen es una pequeña ciudad marroquí, hermanada con otra ciudad gaditana, Vejer de la Frontera. Os recomiendo las dos. Ambas son hermosas, y ambas tienen algo en común. No son sólo una bonita postal, tienen vida, movimiento, gente en las calles y merece la pena pasar un día por allí.
Teniente, te toca a ti ahora responder al desafio. ¿Te atreves a contar una historia? no vale documentarse


















Carta Lírica a Otra Mujer

Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina.
En vuestros ojos, placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.

Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, se alarga,
y luego se me muere y se concluye,
así como lo veis, en algún verso.

¡Ah!, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero,
si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosas ahuecadas.....
Decidme si lloráis, humildemente,
mirando las estrellas tan lejanas,
y si en las manos tibias se os aduermen
palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo éso y más vois sois,
sin duda, vos, que tenéis el hombre
que adoraba entre las manos dulces,
vos la bella que habéis matado,
sin saberlo acaso, toda esperanza en mí...

Vos su criatura. Porque él es todo vuestro:
Cuerpo y alma estáis gustando del amor secreto
que guarde silencioso.....Dios lo sabe
por qué yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que al extenderlo
acaso mía aquella dicha vuestra me fuera ahora......
¡Sí!, acaso mía...... Mas ved,
estaba el alma tan gastada que
el brazo mío no alcanzó a extenderse,
¿Comprendéis bien ahora?
Ahora, en vuestros brazos él se adormece
y le decís palabras pequeñas y menudas
que semejan pétalos volanderos y muy blancos.
Acaso un niño rubio vendrá luego a copiar
en los ojos inocentes los ojos vuestros
y los de él unidos en un espejo azul y cristalino.......

¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
¡Arrancaban tan firmes los cabellos a grandes ondas,
que al tenerla cerca no hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego, dejad que en vuestras manos
vaguen los labios suyos; él me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
como besar las femeninas manos....
Y acaso alguna vez, yo, la que anduve
vagando por fuera de la vida
- cómo aquellos filósofos mendigos que van
a las ventanas señoriales a mirar sin envidia toda fiesta-
me allegué humildemente a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento
para besarlas yo, como él las besa.....
Y al descubrirlas lenta, lentamente,
vaya pensando, aquí se aposentaron
¿cuánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo
en las divinas manos que son las suyas?
¡Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas,
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con sus venas tan azules!
¡Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo,
rendido aquí a mis pies, recompensarme este
horrible deleite de hacer mío un inefable, pasionado rastro.
Y allí en vos misma, sí, pues sóis barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo
este dolor mortal en que me abismo,
esta inmovilidad del sentimiento que sólo salta,
bruscamente, cuando nada es posible!


ALFONSINA STORNI (Vestida de dolor)

domingo, 7 de diciembre de 2008

QUERIDOS REYES HATUNES MAGOS


Queridos Reyes Hatunes Magos, desde Hatunia os queremos en primer lugar agradecer la cortesía de dignaos a leer esta carta.


Como ya sabreis, Hatunia es algo más que una población o un país, ya que no nos ubicamos en lugar geográfico único, quizás es un sentimiento, o mejor dicho, un conjunto de inquietudes, intereses y gustos comunes, a lo mejor es que hemos tenido la grandísima suerte de poder dar a conocer a otros hatunes, una parte de nosotros que aún siendo todos distintos, nos une.

Este humilde hatún que soy, ha intentado a lo largo de nuestras charlas, conocer esos deseos, que por considerarlo algo tontos, imposibles, inalcanzables o increibles, no solemos expresar (algunos sí, he incluso comienzan colectas para conseguirlos), o que quizás, sólo exponemos cuando sabemos que no estamos hablando en serio.

A continuación os resumo alguno de estos deseos,

Mireyeta: para nuestra preciosa y joven reina pediré una corona, nada pomposa, ni extravagante, no, ella se merece algo único y sencillo, algo especial, como es nuestra niña.

Kelna: nuestra otra niña, no he podido hablar con ella, pero también le pido algo especial, espero que adivineis sus pensamientos y se lo concedais.

Bloguerrillero: Nuestro aguerrido General de los ejércitos hatunianos, ante la diversidad de sus deseos, os solicito le concedais el primero que comunicó, una espada nueva. Debe ser como él, fuerte en la batalla y dulce y sensible en el corazón, porque sólo siendo así se pueden apreciar esas maravillas hechas poesía que nos regala.

Carlitos: El hatún guardián de nuestra frontera sur, para nuestro hatún transoceanico, me gustaría que le concediéseis un NoteBook, lo pido de corazón, para que pueda seguir con nosotros, abriéndonos a ese otro castellano, a esa otra forma de ver la vida.

Kipling: Esto es lo más fácil de toda esta carta, un abrigo tipo Inverness. En realidad dicho abrigo fue la semilla de esta carta, pero también me gustaría que le sigais concediendo ese don que tiene para la fotografía y las palabras.

Camaleón: Os pide lo más difícil, la eterna juventud, rejuvenecer 20 años (casi nada), para colmo, y por si fuese poco, también le gustaría haber nacido hombre. A lo último no quiero que le hagais caso, porque creo que lo dice con la boca pequeña, y si no es así no me importa, porque nos gusta como es tal y como está.

Dark: Quizás sea esta la petición que más me ha emocionado, no quiere nada para ella y a la vez lo quiere todo. ¿Cómo es eso posible? Es posible, porque lo que ha pedido es que su niño pueda conservar su negocio durante toda la crisis, sólo ha pedido eso para él, y lo que no sabe es que si consigue este deseo, seguramente ella se alegre más que él mismo.

Lorie: Menos prosaica que Dark, ¿pero que leches? (perdón), los deseos materiales también alimentan el espíritu. Ella quiere unos zapatos de 180 € de la talla 36. El modelo, al ser Sus Majestades Magos, ya lo sabrán seguramente.

Lilianne: A ella va a ser a la única que le he permitido que pida más de una cosa, Sus Majestades decidirán si se le concede todo o no. Sus deseos son los siguientes, un bolso caro, un portátil y un viaje de una semana en un hotelazo cualquiera (sic).

Irati: Por favor, este deseo quiero que se lo concedais a ella y a todos los demás, es muy simple, pero sin el no podemos disfrutar de nada: Salud

Mit: Je, Je, pillina, no sé cómo se las van a ingeniar Sus Majestades, pero.... es lo que ella quiere: Edward Cullen, en su defecto Emmet Cullen o Jasper Hale.

Para todos los demás que no he detallado, es que no he conseguido averiguarlo, Alma y Seve, aún se lo están pensando. Me gustaría que ellos mismos lo detallen en los comentarios y les ruego a Sus Majestades que los lean y hagan lo posible.

Por último, me gustaría pedirles para mí misma una sola cosa, que siga recibiendo el cariño y la compañía de mis hatuncillos queridos.

Con todo el cariño del mundo, me despido, deseandoles una Feliz Navidad Hatuniana.

Fdo. Catiti


UNA IDEA ROBADA*

A medianoche el tipo despertó. Despertó y abrió los ojos como si nada hubiera sucedido. Oscuridad. No se inquietó. Aún sin ver, miró a un lado y al otro. Sus brazos y piernas, estaban ligeramente entumecidos y sentía un dolor punzante en la espalda, a la altura de los hombros. “Mala postura”, se dijo y probó a acomodarse un poco mejor. No le valió de mucho. De costado los dolores simplemente se acomodaron en otro lugar de su anatomía. Y sus ojos seguían sin acostumbrarse a la falta de luz. “Debe de ser tarde”, pensó. Una sensación de frío se apoderó de él. “¿Dónde diablos está la manta?”. Seguramente se habría caído en el transcurso de la noche. "Una noche movida", se sonrió. Le daba pereza recogerla, pero el frío y la humedad del ambiente le dieron el estímulo que le faltaba. Aún adormilado, se rascó la nuca y al estirar las piernas rozó el borde acolchado de la cama con la punta de los dedos. Aquella no era su cama. “Estoy en el prostíbulo”, recordó entonces. Inspiró profundamente y un olor peculiar que no había percibido en mucho tiempo le trajo a la mente una imagen. La de su hermano. No pudo evitar una sonrisa sardónica. ¡Qué mala suerte había tenido el pobre diablo! Toda su vida siendo un mísero campesino. Ni siquiera el petróleo descubierto en las tierras que habían heredado de su padre le había valido de nada. Cómo le iba a valer, si nunca se enteró. Hasta que fue demasiado tarde, claro.

“Una buena herencia no merece la pena ser compartida”, rumió. Había hecho muy bien en quitárselo de en medio. Al fin y al cabo, le había ahorrado la faena de labrar la tierra durante otros treinta años. Se acabaron para él las infinitas jornadas, de sol a sol; se acabó la ingrata siembra, se acabaron las engañifas de los proveedores, las malas cosechas y las peores ventas. Pues su hermano dormía ahora el Sueño de los Justos. No fue difícil llevarle a la sima y tirarlo dentro. Su hermanito del alma lo adoraba y confiaba plenamente en él. Lástima que no alcanzara a escuchar la broma final, cuando lanzó una linterna al abismo y gritó aquello de “¡para que encuentres la salida, hermano!”. Todo había salido a pedir de boca y las sospechas de la policía nunca recayeron sobre él. Había fingido el luto tan bien… Aquella noche, para celebrar que el notario, tras meses de lo que él llamaba estudio, había firmado al fin los papeles, había acudido a una casa de mala reputación. La casa tendría mala reputación para las señoras del Comité de Salvación, pero el grupo de oligarcas de la ciudad, al que ahora pertenecía, sabía que contaba con todos los lujos posibles. Y para la celebración de su nuevo estatus, no se había privado de nada. Aquellas dos gemelas de Topeka, Kansas, le habían dejado exhausto. Lo único que falló fue el trato de ese impertinente. El Moët que les había llevado el camarero a la habitación estaba amargo. Amargo a 200 $ la botella. ¡Qué desfachatez! El caso es que su cara no le resultaba desconocida.

Ahora que estaba despierto iba a levantarse y a presentar una queja a la madame. Trató de ponerse en pie pero no le fue posible. Sus fuerzas parecían no bastar para ganar la vertical. Y además se dio un golpe en la cabeza. “¿Cómo demon…?”. No alcanzó a terminar la frase. Alzó los brazos y palpó aquella especie de techo bajo acolchado en seda. Trató de echarse a un lado, pero al fin se percató de que estaba encerrado. Encerrado en un agujero acolchado de seis pies y medio de largo por dos de ancho y dos de alto. Tocó las cuatro paredes a su alrededor una y otra vez, sin éxito. Aporreó el ataúd con fuerza. Arañó la fina seda y la desgarró hasta dar con la madera. Lloró y gritó, furioso primero, y desesperado como un niño después. En vano. Al fin, se palpó junto al costado y notó algo frío y metálico. Una linterna.

* Robada a E. A. Poe.

sábado, 6 de diciembre de 2008

HOY CUMPLE AÑOS DARKSTAR


Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta

tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo

tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj

vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.

Mario Benedetti.

Que tengas todo el tiempo del mundo para disfrutar de tus muchos cumpleaños y tus cientos de cumpledías, que todas las mañanas, cuando te levantes, tengas algo que celebrar.

viernes, 5 de diciembre de 2008

La invasión de los verdes

Para los que no me crean:


Nada

El tiempo pasa silencioso
con un pasar de agua nocturna,
y ve mi frente taciturna
y ve mi pecho sin reposo.

En ese tiempo silencioso
hundo mi voz de agua nocturna:
Pongo la frente taciturna,
reposo el pecho sin reposo.

Guardo mi pena en el penario.
Guardo mi alma en el almario.
Guardo mi voz como una espada.

Ya nada tengo, nada quiero.
Ya nada busco, nada espero.
Nada.

Y yo era rico.
Yo tenía una guitarra de agua pura,
un ruiseñor en la espesura
y el gran fulgor del mediodía.

Pero perdí lo que tenía;
el ruiseñor y el agua pura
y la guitarra y la espesura.
Se me hizo noche el mediodía.

Pido limosna. Pero en vano
tiendo la voz, abro la mano.
¿Comprende usted, desmemoriada?

Ya nada tengo, nada espero.
Ya nada busco, nada quiero.
Nada.

Nicolas Guillén

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La vergüenza del pueblo



Un día más, la vergüenza se apodera de nuestros corazones. Más balas, más muertes. La cobardía de unos pocos atenta contra la libertad de muchos. Una mente cerrada con un arma ataca aquello que no le gusta, ataca a aquel que no se defiende.

Me avergüenzo aunque no les defiendo. Me avergüenzo aun cuando siento repulsión y asco por sus actos. Me avergüenzo porque mancillan el nombre de mi pueblo. Me considero ciudadana del mundo, pero en esta sociedad de fronteras, también me siento vasca. Si hubiera nacido en Andalucía, me sentiría andaluza, pero me ha tocado ser vasca. Como persona quiero condenar cualquier hecho parecido al de hoy. Desde aquí, lanzo mi condena a ETA.

Sólo me queda desearles justicia. Una verdadera justicia. No la de los hombres, que resulta insuficiente y nos deja con mal sabor de boca, sino la justicia de la vida, la que dice que de lo que das, recibes. Toda la justicia recaiga sobre vosotros, asesinos.

martes, 2 de diciembre de 2008

HATUNIA

Dicen que hace tiempo, mucho tiempo, una estrella cayó al mar, y que un banco de atunes la empujó hasta la orilla. Allí, al tocar la arena de la playa, a la vista de hombres y mujeres que descansaban en la playa, la estrella se convirtió en una preciosa muchacha. Admirados ante tal prodigio y la inconmensurable belleza de la jovencita, todas aquellas personas se pusieron de rodillas y la dijeron – Dinos cual es tu nombre, y te nombraremos nuestra reina- Ella los miró con una ternura y cariño infinito, como solo una estrella puede mirar, y les dijo – Soy Mireyeta, hija del Sol, y en honor a esos nobles y plateados atunes que me trajeron a estas costas esta nación será conocida por Hatunia-

Durante siglos y siglos Hatunia vivió en paz y prosperidad, sus gentes se dedicaban a las artes, pintura, escritura, música, escultura, etc. Los mismos atunes que arribaron a las costas a su reina Mireyeta proveían a sus habitantes de todo lo que necesitaban para alimentarse. El amor y la concordia habitaban en los corazones de todos los habitantes de Hatunia. Hace ya muchos años, el Sol, preocupado por los cuidados de su hija Mireyeta, envió a Kelna, hija de la Luna, para ayudarla y cuidarla en estos océanos y tierras.
Cuando algún habitante de Hatunia se preguntaba como podía ser que Mireyeta gobernara siglos y siglos, y siempre pareciera apenas una niña, la decían – Ella es una estrella y su tiempo también, crece a ritmo de estrella y vivirá mucho más allá que la edad de los hombres -

Pero esa paz no habría de durar, una oscura amenaza se cernía sobre Hatunia y sus habitantes, más allá de la cercana cordillera, en las tierras que nunca besa el mar, un pueblo pobre y guerrero, gobernado por la malvada Medusa Galera, sentía una brutal y ruin envidia de Hatunia y sus gentes. Sabiendo que la abundancia y riqueza se debían a Mireyeta decidió enviar a su soldado más audaz y letal para acabar con ella, y así precipitar la caída de Hatunia, y gobernar ella los destinos de tierra y océanos.

Su elegido fue el Subcomandante Bloguerrillero, nacido en un campo de batalla, soldado audaz y valiente, guerrero hábil e implacable. Sus ojos verdes no pestañearon ante la orden recibida, golpeo con su puño en su cota de mallas en señal de aceptación de la orden, bajó su yelmo, y salió de inmediato para cumplir la orden…

Sigiloso, como tantas veces como amante furtivo, se coló en el palacio de Hatunia, y llegó hasta la habitación de Mireyeta, allí desenfundó su espada, y el roce del frío metal en su vaina despertó a la Reina, se levantó, miró al intruso y dijo -¿Quién eres y que quieres de mi?- El subcomandante la miró, ella, en la semioscuridad de la habitación, titilaba como una estrella, y una calida corriente de ternura y amor inundaron el corazón del Subcomandante de unos sentimientos desconocidos para él, que nunca conoció otra cosa que la guerra y la muerte. – Soy el Subcomandante Bloguerrillero, y vengo a cobrarme tu vida – dijo, y al pronunciar esas palabras notó como le temblaba la voz, y como sus manos temblaban de un modo desconocido, pues jamás supo lo era el miedo cuando su mano empuñaba su espada. – Haz lo que debas valiente Bloguerrillero – Él dio un paso, pero su valor huyó de su pecho mientras un desconocido calor invadía sus entrañas, y cayó de rodillas a los pies de la ya su Reina, diciendo – Mi vida y mi espada son vuestras, mi Reina Mireyeta-

-Desde hoy seréis el General de los Ejércitos de Hatunia-

Enterada del fracaso de su misión la malvada Reina Medusa entró en cólera, y ordenó que todos sus ejércitos caminaran hacia Hatunia, y acabaran con ellos para siempre.

Hatunia siempre vivió en paz, y sus habitantes no conocían el arte de la guerra, sino los de la música, la poesía la pintura. Su nuevo General debía preparar la defensa de Hatunia.

La mayoría de los hombres de Hatunia estaban lejos de sus costas, allá lejos surcando los océanos, bajo el mando del Capitán Aratz, en tierra no permanecía mas que Kipling, que perdió el barco en la duda de qué capa pegaba con qué pipa, Risk, embajador de Hatunia Austral, que como cada año había acudido de jurar fidelidad a la Reina Mireyeta, y el propio Bloguerrillero, el resto de las tropas de Hatunia estaba formado exclusivamente por mujeres. –Mujeres- masculló el Subcomandante – me envían mujeres, para un trabajo de hombres – El general de los ejércitos de Hatunia aun no conocía el valor de sus mujeres

Observó a sus tropas, y alzó la voz diciendo…

- HIJAS E HIJOS DE HATUNIA –

Continuará….

domingo, 30 de noviembre de 2008

LA GNOSIS Y SUS CAMINOS

Hilson, Stanwell y Prince Albert, reposando una junto a la otra. ¿Cuál de ellas será la afortunada? ¿Acaso la Stanwell de Friburgo? Sin duda mi pequeña joya de la corona. Pues aunque todas ellas estén manufacturadas en madera de brezo, ese arbusto cuya raíz lejos de dañarse, se ve incluso fortalecida por las altas temperaturas, y aunque todas ocupen un lugar en mi corazón, por procedencia y tiempo en que las adquirí, es por ella por la que bebo los vientos.
La historia de la pipa es la historia de dos mundos, el Viejo y el Nuevo, que entran en contacto y se contagian. La patata, el tomate, el pimiento, el maíz... Todos ellos proceden de allende los mares. Como el tabaco. Los indios lo conocían y apreciaban. Los europeos, de mente siempre utilitaria, aprendieron su cultivo, valoraron sus posibilidades comerciales y embarcaron sacos y sacos en grandes galeones hacia sus tierras de origen. ¿Qué consiguieron a cambio los indios? Bisutería barata en el mejor de los casos. La esclavitud casi siempre. Algunos dirían que el Viejo Mundo esquilmó al otro. Y yo no soy quién para negarlo. En cualquier caso, el cultivo del tabaco no cuajó por cuestiones climáticas a este lado del Atlántico durante los primeros años. Tuvieron que ser las grandes compañías británicas las que además de cultivarlo a gran escala en plantaciones en las tierras de Jamestown, lo transportaran en operaciones de comercio marítimo a la metrópoli: Londres. Allí, los Padres de la Patria habían probado el sabor de aquella hierba que se había convertido a partes iguales en moda, negocio y símbolo de clase. Por supuesto, ellos no fumaban en pipas de madera, sino en pipas de porcelana y de espuma de mar, mucho más refinadas y al gusto de la época. La pipa de los indios, esa larga caña de cazo estrecho y pequeño, con plumas colgando, se había convertido en el breve lapso de apenas unas décadas en exclusivo objeto de arte y coleccionismo. Pese a que los modos de empleo de la pipa sean muy claros, “se prende el tabaco de la cazoleta, se inhala por la boquilla al final de la cánula y finalmente se exhala”, las circunstancias en que esto se hace y el cómo se hace, presentan variaciones interesantes. Era costumbre de ingleses y franceses (mal rayo parta a estos últimos) reunirse en clubes sociales y alternar, mientras hacían uso de esa nueva y moderna costumbre, tomada de los indígenas. Pero, por supuesto, el Hombre Blanco, y más si era anglosajón, no compartía su pipa. Aquello quedó olvidado en la primera nebulosa de humo, bien por el sentido de la propiedad privada inherente al liberalismo, bien por un sentido del pudor heredado del calvinismo. Este modo de fumar en pipa -social pero en interiores, individual y no comunitario-, sin duda el más pusilánime de todos, triunfó en los salones de las altas esferas durante el siglo XVIII hasta bien entrado el XIX. Hoy en día, la costumbre de reunirse en clubs sociales para fumar subsiste entre ciertos consumidores de habanos. El cigarro puro goza de un halo más viril, debido probablemente a su simbolismo priápico, si me permiten la grosería.
Es sabido que, para sus inventores al otro lado del mar, la pipa, en cambio, era un símbolo de paz. Expresaban con ello el sentimiento de comunión con el Gran Espíritu. Menos sabido, pero no menos cierto, es sin embargo, que para quienes perfeccionaron técnicamente la pipa, también podía llegar a tener un componente, si no religioso, sí al menos místico. En el S. XIX, cuando el tabaco (como tantas otras cosas) se popularizó, surgió otra forma de fumar más interior. No quiero decir con ello que esta forma de consumo implique tragar el humo de la combustión del tabaco. Que Júpiter me libre de insinuarlo equivocadamente, siquiera por una décima de segundo. El verdadero fumador de pipa sabe que el humo solamente se paladea y no se traga, con el consiguiente alivio para los pulmones y el subsiguiente perjuicio para la boca. Me refiero con "interior", a quienes asumen la soledad como el único momento propicio para fumar. Por una parte me inflama de orgullo su respeto hacia quienes no comparten el gusto por este Arte. Y por otra parte, se saben afortunados por disfrutar egoístamente, un modo muy sano de disfrute, del ritual que conlleva el encendido de la pipa. Desde los momentos previos que suponen el cargado de la cazoleta, tomando el tabaco con índice y pulgar, y prensándolo en su justa medida para que pueda respirar y arder, hasta ese minuto de oro en la penumbra de la sala, acomodado en un sillón, con la boquilla bien sujeta entre los dientes, con la cerilla alumbrando la sala con un siseo mágico, mientras el mejor tabaco de las Trece Colonias anhela el contacto con la llama, como la esposa anhela al amante; cuando el movimiento en círculos de la mano que porta la cerilla rodea unas cuantas veces el perímetro de la cazoleta; ese instante fugaz en el que el tabaco crepita y se calienta al rojo e inhalamos la primera y más sabrosa calada, cuando la sala se llena de una nube azulada con el genuino aroma ligeramente avainillado… Ese delicioso suspiro en el que los ojos se cierran y la mente se libera de todos los males del mundo… Esa sensación, esa comunión con uno mismo, esa sonrisa beatífica… Eso es, sin duda, impagable.

Y aunque desde un punto de vista iconográfico siempre estarán a la sombra de los Churchill, Groucho, Che y demás figuras que posaron con el habano entre los dedos, Tolkien, Twain, Grass, Chapman y compañía sabían lo que se hacían cuando empuñaban la cazoleta con la diestra o con la zurda. Ese estado mental de plenitud de un fumador de pipa, similar al de un lama budista, es y será inalcanzable durante las interminables centurias del tiempo para cualquiera de los primeros. Además, siempre existirá un icono entre los fumadores de pipa inalcanzable a todas luces, por irreal y por tanto perfecto, para los fumadores de habanos, siempre ligeramente angustiados por su anatomía, por no hablar de aquellos incautos que cayeron en las garras del misérrimo cigarrillo.

sábado, 29 de noviembre de 2008

UN DIÁLOGO DE CORAZÓN

Una calle de un barrio cualquiera de un pueblo. La Jenny y la Saray salen de un bar. Éste es el diálogo que mantienen.

Jenny: ¡Tía! ¿Qué ha sido eso, tía?

Saray: ¿El qué, tía?

Jenny: Jo, tía, pues eso. Mira, mira.

Saray: ¡¡Ahhh!! ¡¡Qué asco!! ¿Qué es eso, Jenny?

Jenny: Pos no lo se, tía, pero se te ha caído a ti.

S: ¿Qué se me ha caído a mí? Tía, ¿qué has fumao ahí dentro?

J: Que si, tía, que se te ha caído a ti.

S: Vamos a ver qué es.

J: Mira tía, si es tu corazón, se te ha caído. ¡Jajajajaja! ¡Mírate en el pecho, tía, llevas un agujero asín de grande!

S: ¡Ay, tía, que es verdad! ¡Ay, que agujero! ¡Ay, qué voy a hacer yo! ¡No te rías, petarda!

J: Vamos a coger ese palo y a pincharlo, a ver si sale sangre.

S: Tu estás flipá, Jenny, si te crees que te voy a dejar pinchar mi corazón ¡vamos, anda!

J: Pues por lo menos vamos a cogerlo, tía, que no se quede ahí tirao.

S: Si es que me da un poco de asco, Jenny

J: Pos tu misma, Saray, yo no lo voy a coger, que es tuyo. El mío lo tengo en su sitio.

S: ¡Ay, ay, tía! ¡Mira el coche! ¡Ay, que lo pisa! ¡Ay, que lo ha pisao!

J: Jo, tía, lo ha despachurrao entero. Ahora no se cómo lo vas a coger.

S: Eso ha sio el joputa del Kevin, que estuvo dándome la tabarra ayer tol día, que me quería, que si quería salir con el. ¡Y mira, tía! ¡Mira, me ha robao el corazón, el muy cabrito!

J: Bueno, eso de que te lo ha robao… A lo más que llegó fue a moverlo de su sitio, y claro, si el hueco se había quedao holgao, pues al final se te ha caído.

S: ¡Ay, que cuando lo pille lo mato, al cabrón ese!

J: ¿Y qué le vas a decir a tu madre, Saray? Porque cuando vea el agujero va a flipar en colores.

S: Yo que se… Le diré que me han atracao y me lo han robao.

J: Que te crees tu que tu madre se va a creer eso. Además, sin corazón no se puede vivir, Saray.

S: Eso porque lo dices tu. Porque yo estoy harta de oír a mi madre decirle a mi padre que no tiene corazón, y ahí está el tío, más ancho que pancho.

J: Jajajaja, Saray, eso es una metágora.

S: ¿Una metágora? ¿Qué es eso de una metágora? No lo he oído en mi vida, tía.

J: Si, que lo explicaron el otro día en clase, tía, cuando quieres decir algo pero lo dices con otras palabras.

S: Pos no se, tía, pero eso lo dice mi madre, que mi padre no tiene corazón. Y si que hay mucha gente sin corazón, Jenny.

J: Claro, Saray, los cementerios están llenos… ¡No te jode, la tía! ¡Sin corazón no se puede vivir!

S: Pos aquí me tienes, chula, vivita y coleando, asín que sí que se puede.

J: No se, tía, lo mismo mañana te mueres.

S: Qué bruja eres, tía. No sé cómo eres mi amiga.

J: ¿Y quién le vas a decir a tu madre que te ha robao el corazón?

S: El Rulas. Ese que está siempre por el barrio pidiendo pal pico.

J: ¿El Rulas? Pero si ese no hace daño a nadie, tía.

S: Yaaa, tía, pero mi madre no lo sabe. Si al menos hubiera sido el Ruben…

J: ¿Es que te gusta el Ruben, tía? La verdad es que está mu güeno.

S: Si me lo hubiera robao el Ruben, lo habría dejao, tía.

J: Y dale, tía, que no te lo ha robao nadie, que se te ha caído.

S: Bueno, bueno, vale ya, tía, que bastante tengo ya con lo que tengo, joder.

J: Vale, vale. ¿Sabes que viene el Iván de O.T. a cantar el sábado en las fiestas?

S: ¿Siiii, tía? Jo, cómo me gusta, ¿vamos a ir, no?

J: Pos claro, tía.

S: ¿Cómo era la canción esa? Ah, sí, “tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría…”

J: Jo, tía, que birónico, jajaja.

S: ¿Birónico? ¿Qué es birónico, tía? Que sueltas cada palabra que anda.

J: Birónico, tía, lo explicaron también en clase, que no te enteras, tía. Es birónico que cantes que tienes el corazón contento cuando no tienes corazón, tía.

S: Bueno tía, si me gusta la canción, ¿qué quieres que te diga? “Tengo el corazón contento, el corazón contento…”

J: “…Lleno de alegríííía, tengo el corazón contento desde aquel momento…”

Se alejan calle abajo cantando la canción.

jueves, 27 de noviembre de 2008

DECALOGO DE LOS DERECHOS DEL LECTOR

Queridos hatunes, el siguiente texto constituye el decálogo de los derechos incuestionables de los lectores y el epilogo de la obrita " Como una Novela" del profesor francés Danniel Pennac...seguro que la mayoría lo conoceis ya, pero es un texto muy hatun porque los hatunes también somos muy "leones", creo que merece estar aquí. Es muy largo, direis, y no tiene dibujos(icono burlón)...pues podeis acogeros al primer derecho y estamos en paz, además, confiemos en que el teniente nos cuelgue pronto una de esas entradas que casi son sólo fotografías maravillosas y compensamos un poco.


El derecho a no leer
Como cualquier enumeración de derechos que se respete, la de los derechos a la lectura debería empezar por el derecho a no hacer uso de ellos —y en este caso con el derecho a no leer—, sin lo cual no se trataría de una lista de derechos sino de una trampa viciosa.Para comenzar, la mayoría de los lectores se conceden a diario el derecho a no leer. Mal que le pese a nuestra reputación, entre un buen libro y una mala película de televisión, la segunda sale ganando con más frecuencia de lo que nos gustaría confesar. Y además nosotros no leemos de continuo. Nuestros períodos de lectura alternan a menudo con largas dietas durante las cuales basta la visión de un libro para despertar las miasmas de la indigestión.Pero lo más importante está en otra parte.Estamos rodeados de cantidad de personas del todo respetables, a veces graduadas en la universidad, incluso “eminentes” —de las cuales algunas hasta poseen excelentes bibliotecas—, pero que no leen, o leen tan poco que nunca se nos ocurriría la idea de ofrecerles un libro. No leen. Sea porque no sienten la necesidad, sea porque tienen muchas otras cosas que hacer (pero viene a ser lo mismo; es que esas otras cosas los colman o los obnubilan), sea porque alimentan otro amor y lo viven con una exclusividad absoluta. En resumen, a esas personas no les gusta leer. Y no por eso dejan de ser muy frecuentables, incluso deliciosas de frecuentar. (Al menos no nos piden de continuo nuestra opinión sobre el último libro que leímos, nos ahorran sus reservas irónicas sobre nuestro novelista preferido y no nos consideran retardados por no habernos precipitado sobre la última de Fulano, que acaba de salir, editada por Mengano, y de la cual el crítico Zutano ha dicho lo mejor.) Son tan “humanos” como nosotros, sensibles también a las desdichas del mundo, preocupados por los “derechos humanos” y comprometidos a respetarlos dentro de su esfera de influencia personal, lo que ya es mucho —pero ahí está, no leen. Allá ellos.La idea de que la lectura “humaniza al hombre” es justa en su conjunto, a pesar de que existen algunas excepciones deprimentes. Se es sin duda un poco más “humano”, si entendemos por eso un poco más solidario con la especie (un poco menos “fiera”), después de haber leído a Chejov que antes.Pero cuidémonos de flanquear este teorema corolario según el cual todo individuo que no lee debería ser considerado a priori como un bruto potencial o un cretino rehibitorio (sic). Si lo hacemos convertiremos la lectura en una obligación moral, y éste es el comienzo de una escalada que nos llevará rápidamente a juzgar, por ejemplo la “moralidad” de los libros mismos, en función de criterios que no tendrán ningún respeto por esa otra libertad inalienable: la libertad de crear. A partir de ese momento la bestia seremos nosotros, por más lectores que seamos. Y Dios sabe que bestias de esta especie no faltan en el mundo.En otras palabras, la libertad de escribir no podría acomodarse a la obligación de leer.El deber de educar, por su parte, consiste en el fondo en enseñar a leer a los niños, en iniciarlos en la literatura, en darles los medios para juzgar si sienten o no la “necesidad de los libros”. Puesto que si bien se puede admitir sin problema que un particular rechace la lectura, es intolerable que sea —o que se crea— rechazado por ella.
El derecho a saltarse las páginas
Leí La guerra y la paz por primera vez a los doce o trece años (más bien a los trece, estaba en quinto y bastante adelante). Desde el comienzo de las vacaciones, las largas, veía a mi hermano (el mismo de Vinieron las lluvias) internarse en esta novela enorme, y su mirada se volvía tan lejana como la del explorador que desde hace siglos ha perdido la preocupación por su tierra natal.—¿Es tan estupenda?— ¡Formidable!—¿Qué es lo que cuenta?—Es la historia de una chica que ama a un tipo y se casa con un tercero.Mi hermano siempre ha tenido el don de resumir. Si los editores lo contrataran para redactar sus textos de contraportada (esas patéticas exhortaciones a leer que se pegan al dorso de los libros), nos ahorrarían bastante palabrería inútil.—¿Me la prestas?—Te la doy.Yo estaba interno, ése era un regalo inestimable. Dos gruesos volúmenes que me mantendrían entusiasmado durante todo el trimestre. Cinco años mayor que yo, mi hermano no era del todo idiota (y por lo demás tampoco se ha vuelto) y sabía a ciencia cierta que La guerra y la paz no podía reducirse a una historia de amor, por bien elaborada que fuera. Sólo que conocía mi gusto por los incendios del sentimiento y sabía despertar mi curiosidad mediante la formulación enigmática de sus resúmenes. (Un “pedagogo, en mi opinión.) Estoy convencido que fue el misterio aritmético de su frase el que me hizo cambiar temporalmente mis Bibliotheque verte, rouge et or y demás Signes de piste para meterme en esta novela. “Una chica que ama a un tipo y se casa con un tercero”... no veo quién se hubiera podido resistir. De hecho no quedé decepcionado aunque se equivocó en sus cuentas. En realidad éramos cuatro los que amábamos a Natacha: el príncipe Andrés, ese granuja de Anatol (pero ¿se puede llamar a eso amor?), Pedro Bezujov y yo. Como yo no tenía la menor posibilidad, me resultó forzoso identificarme con los otros. (Pero no con Anatol, ¡un verdadero cabrón el tipo ése!)Lectura tanto más deliciosa en la medida en que se efectuaba durante la noche, a la luz de una linterna de bolsillo y bajo la colcha colocada como una tienda de campaña en medio de un dormitorio de cincuenta soñadores, roncadores y otros pataleadores. La habitación del vigilante en la que crepitaba la lamparilla estaba al lado, pero qué, en el amor siempre es el todo por el todo. Todavía hoy siento el volumen y el peso de aquellos libros en mis manos. Era la versión de bolsillo, con esa linda cara de Audrey Hepburn a la que miraba embelesado un Mel Ferrer principesco con pesados párpados de muchacho enamorado. Me salté las tres cuartas partes del libro por no interesarme más que el corazón de Natacha. Compadecí a Anatol, incluso, cuando le amputaron la pierna, maldije a ese bestia del príncipe Andrés por haberse quedado parado frente a ese cañón, en la batalla de Borodino... (“Pero tírate al suelo, por Dios, que va a explotar, no puedes hacerle eso, ¡ella te ama!”) Me interesé en el amor y en las batallas y me salté los asuntos políticos y las estrategias... Seguí muy de cerca los sinsabores conyugales de Pedro Bezujov y de su esposa Helena (nada simpática, Helena, de verdad no la encontré simpática...) y dejé a Tolstoi disertando solo sobre los problemas agrarios de la Rusia eterna...Me salté muchas páginas, de veras.Y todos los muchachos deberían hacer otro tanto.De esta manera podrían ofrecerse muy temprano casi todas las maravillas que se consideran inaccesibles para su edad.Si tienen ganas de leer Moby Dick, pero se desaniman ante los desarrollos de Melville sobre el material y las técnicas de la pesca de ballenas, no es menester que renuncien a su lectura sino que salten, salten sobre esas páginas y, sin preocuparse del resto, persigan a Ahab como él persigue su blanca razón para vivir o para morir. Si quieren conocer a Iván, Dimitri y Aliocha Karamazov y a su increíble padre, que abran y lean Los hermanos Karamazov, es para ellos, incluso si tienen que saltarse el testamento del starets Zósimo o la leyenda del Gran Inquisidor.Un gran peligro les acecha si no deciden por ellos mismos lo que está a su alcance y se saltan las páginas que ellos escojan: otros lo harán en su lugar. Se armarán con las grandes tijeras de la imbecilidad y recortarán todo lo que consideren demasiado “difícil”. Eso produce resultados espantosos. Moby Dick o Los miserables reducidos a resúmenes de 150 páginas, mutilados, chapuceados, encogidos, momificados, reescritos en un lenguaje famélico que se supone que sea el suyo. Un poco como si yo me pusiese a redibujar Guernica con el pretexto de que Picasso habría metido allí demasiados trazos para un ojo de doce o trece años.Y además incluso cuando hemos crecido, y hasta si nos repugna confesarlo, nos ocurre todavía que nos “saltemos páginas”, por razones que no nos conciernen más que a nosotros y al libro que leemos. Es posible también que nos lo prohibamos del todo, que leamos hasta la última palabra, juzgando que aquí el autor da largas, que aquí toca un aire de flauta medio gratuito, que en tal lugar cae en la repetición y en tal otro en la tontería. Digámonos lo que nos digamos, este disgusto testarudo que entonces nos imponemos no pertenece al orden del deber, es una categoría de nuestro placer de lector.
El derecho a no terminar un libro
Hay treinta y seis mil razones para abandonar una novela antes del final: la sensación de que ya le hemos leído, una historia que no nos agarra, nuestra desaprobación total de la tesis del autor, un estilo que nos eriza el cabello, o por el contrario una ausencia de escritura a la que ninguna otra razón compensa para que justifique ir más lejos... Inútil enumerar las otras 35995, entre las cuales sin embargo hay que colocar una caries dental, las persecuciones de nuestro jefe de departamento o un cataclismo del corazón que petrifica nuestra cabeza.¿El libro se nos cae de las manos?Que se caiga.Después de todo, no cualquiera es Montesquieu para poder ofrecerse por encargo el consuelo de una hora de lectura.Sin embargo, entre nuestras razones para abandonar una lectura, hay una que merece que nos detengamos un poco: el vago sentimiento de una derrota. Abrí, leí, y muy rápido me sentí hundido por algo más fuerte que yo. Reúno mis neuronas, me peleo con el texto, pero nada que hacer, por más que tenga el sentimiento de lo que está escrito allí merece ser leído, no pesco nada —o casi nada—, siento una “extrañeza” que no me ofrece asidero.Lo dejo.O más bien lo pongo a un lado. Lo coloco en mi biblioteca con el proyecto vago de volverlo a tomar algún día. Petersburgo de Andrei Bielyi, Joyce y su Ulises, Bajo el volcán de Malcolm Lowry me esperaron varios años. Hay otros que todavía me esperan y es probable que a algunos de ellos no los vuelva a tomar nunca. Eso no es un drama, así es. La noción de “madurez” es un asunto curioso en materia de lectura. Hasta cierta edad no tenemos la edad para ciertas lecturas, está bien. Pero, al contrario de las nuevas botellas, los buenos libros no envejecen. Nos esperan en las estanterías y somos nosotros quienes envejecemos. Cuando nos creemos con suficiente “madurez” para leerlos, empezamos de nuevo.Y entonces de dos cosas una: o el encuentro ocurre o es un nuevo fiasco. Quizás lo intentemos de nuevo, quizás no. Pero claro que no es culpa de Thomas Mann el que hasta ahora yo no haya podido alcanzar la cima de su Montaña mágica.La gran novela que se nos resiste no es necesariamente más difícil que la otra... hay allí, entre ella —por grande que sea— y nosotros —por aptos para “comprenderla” que nos consideremos— una reacción química que no funciona. Un buen día simpatizamos con la obra de Borges que hasta entonces nos tenía a distancia, pero seguiremos toda la vida ajenos a la de Musil... Aquí la elección está en nuestras manos: o pensamos que es culpa nuestra, que nos falta una casilla, que abrigamos una parte de tontería irreductible, o nos ponemos del lado de la noción muy controvertida del gusto y buscamos dibujar el mapa de los nuestros.Es prudente recomendar a nuestros muchachos esta segunda solución.Tanto más cuanto ella puede ofrecerles ese escaso placer de leer comprendiendo por fin por qué no nos gusta. Y este otro escaso placer: escuchar sin emoción al pedante en turno chillarnos en el oído:—¿Pero cómo es posible que no le guste Stendhaaaaal?Es posible.
El derecho a releer
Releer lo que había rechazado antes, releer sin saltarse una línea, releer desde otro ángulo, releer para verificar, sí... nos concedemos todos estos derechos.Pero releemos sobre todo gratuitamente, por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la puesta a prueba de la intimidad.“Otra vez, otra vez” decía el niño que fuimos... Nuestras relecturas de adultos tienen que ver con ese deseo: encantarnos con la permanencia y descubrirla todas las veces rica en nuevas maravillas.
El derecho a leer cualquier cosa
A propósito del “gusto”, ciertos de mis alumnos sufren mucho cuando se encuentran frente a la archiclásica disertación ¿Se puede hablar de novelas buenas y malas? Como detrás de su “yo no hago concesiones” son más bien gentiles, en lugar de abordar el aspecto literario del problema, lo miran desde un punto de vista ético y no tratan el problema sino desde el ángulo de las libertades. De golpe el conjunto de sus tareas podría resumirse en esta fórmula: “Claro que no, de ninguna manera, tenemos el derecho de escribir lo que queramos y todos los gustos de los lectores están en la naturaleza, ¿en serio!” Sí... sí, sí... postura del todo honorable...Lo que no impide que haya buenas y malas novelas. Se puede citar nombres, se pueden dar pruebas.Para ser breve, cortemos por lo sano: digamos que existe lo que yo llamaría una “literatura industrial” que se contenta con reproducir hasta el infinito los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos en serie, comercia con los buenos sentimientos y las sensaciones fuertes, salta sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para producir una ficción de circunstancias, se entrega a “estudios de mercado” para liquidar, según la “coyuntura”, del tipo de “producto” que se supone inflamará a tal categoría de lectores.Éstas serán, con seguridad, malas novelas.¿Por qué? Porque no tienen nada que ver con la creación sino con la reproducción de “formas” preestablecidas, porque son un intento de simplificación (es decir de mentiras), cuando la novela es arte de verdad (es decir de complejidad), porque al halagar nuestros automatismos, adormecen nuestra curiosidad, en fin, y sobre todo, porque el autor no está allí, como tampoco está la realidad que pretende describirnos.En resumen, es una literatura en serie, “lista para disfrutarse”, hecha en molde y al que le gustaría apresarnos en el molde.No hay que creer que estas idioteces son un fenómeno reciente, ligado a la industrialización del libro. En absoluto. La explotación de lo sensacional, de la obrita ingeniosa, del estremecimiento fácil en una frase sin autor, no viene de ayer. Para no citar más que dos ejemplos, la novela de caballería se enterró allí, y el romanticismo mucho tiempo después. Pero como no hay mal que por bien no venga, la reacción a esta literatura descarriada nos ha dado dos de las más bellas novelas que hay en el mundo: Don Quijote y Madame Bovary. Hay, pues, “buenas” y “malas” novelas.A menudo son las segundas las que primero encontramos en nuestro camino.Y a fe mía, tenga el recuerdo de haberlas encontrado divertidísimas cuando pasé por ellas. Tuve mucha suerte: nadie se burló de mí, nadie levantó los ojos al cielo, nadie me trató de cretino. Apenas dejaron a mi paso algunas “buenas” novelas cuidándose de no prohibirme en absoluto las otras.Eso era prudencia.Buenas y malas, durante un tiempo leímos todo junto. Igual que no renunciamos de un día para otro a nuestras lecturas de infancia. Todo se mezcla. Se sale de La guerra y la paz para volver a lanzarse a los libros de aventuras de la Bibliotheque verte. Se pasa de la colección Harlequin (historias de bellos galenos y de enfermeras meritorias) a Boris Pasternak y a su Doctor Zhivago —también él un médico guapo, y Lara una enfermera, ¡y bien meritoria!Y después, un día, el que gana es Pasternak. Poco a poco nuestros deseos nos llevan a frecuentar a los “buenos”. Buscamos escritores, buscamos escrituras; superados los que son sólo camaradas de juegos, reclamamos compañeros de ser. La anécdota sola ya no nos basta. Ha llegado el momento en que pedimos a la novela algo más que la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones.Una de las grandes alegrías del ”pedagogo” es —cuando está autorizada cualquier lectura— ver a un alumno cerrar solo la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar donde el amigo Balzac.

El derecho al bovarismo (enfermedad textualmente transmisible)
A grandes rasgos, el bovarismo es esa satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación se inflama, los nervios vibran, el corazón se acelera, la adrenalina salta, la identificación opera en todas direcciones, y el cerebro confunde (por un momento) el gato de lo cotidiano con la libre de lo novelesco...Para todos es nuestro primer estado de lectura. Delicioso.Pero más o menos aterrador para el observador adulto que, casi siempre, se apresura a blandir un “buen título” bajo las narices del joven bovariano, exclamando:—De todas maneras Maupassant es “mejor”, ¿no?Calma... No ceder uno mismo al bovarismo; decirse que Ema, después de todo, no era más que un personaje de novela, es decir, el producto de un determinismo en el que las causas sembradas por Gustave no engendraban sino los efectos —por verdaderos que fuesen— deseados por Flaubert.En otras palabras, el hecho de que esta muchacha coleccione novelas románticas no significa que terminará tragando arsénico a cucharadas.Forzarla en esta etapa de sus lecturas es alejarnos de ella, renegando de nuestra propia adolescencia. Y es privarla del placer incomparable de prescindir mañana y por sí misma de los estereotipos que, hoy, parecen fascinarla.Es prudente reconciliarnos con nuestra propia adolescencia; odiar, despreciar, negar o simplemente olvidar al adolescente que fuimos es en sí misma una actitud adolescente, una concepción de la adolescencia como una enfermedad mortal.De allí la necesidad de que recordemos nuestras primeras emociones como lectores y de que le levantemos un pequeño altar a nuestras viejas lecturas, incluyendo las más “tontas”. Desempeñan ellas un papel inestimable: emocionarnos por lo que fuimos al tiempo que nos hacen reír de lo que nos emocionaba. Los jóvenes que comparten nuestra vida sin duda alguna ganarán con ello en respeto y en ternura.Vilipendiamos la estupidez de las lecturas adolescentes, pero no es raro que nos rindamos al éxito de un escritor telegénico, del que nos burlaremos cuando haya pasado de moda. Las preferencias literarias se explican muy bien por esta alternancia de nuestros caprichos ilustrados y de nuestras negaciones perspicaces.Nunca engañados, siempre lúcidos, pasamos el tiempo sucediéndonos a nosotros mismos, convencidos para siempre de que madame Bovary es la otra.Ema debía compartir esta convicción.
El derecho a leer en cualquier parte
Chalons-sur-Marne, 1971, invierno.Cuartel de la escuela de prácticas de artillería.Durante la distribución matutina de las faenas, el soldado de segunda clase Fulano (matrícula 14672/1, bien conocido de nuestros servicios) se ofrece día a día como voluntario para la tarea menos popular, la más ingrata, la que es asignada frecuentemente como castigo y que atenta contra los honores mejor templados: la legendaria, la infamante, la innombrable faena de letrinas.Todas las mañanas.Con la misma sonrisa (interior).—¿Faena de letrinas?Da un paso al frente:—¡Fulano!Con la gravedad última que precede al asalto, toma la escoba de la que cuelga la bayeta como si se tratase del estandarte de la compañía y desaparece, para gran alivio de la tropa. Es un valiente: nadie lo sigue. El ejército entero se queda a cubierto en la trinchera de las faenas honorables.Pasan las horas. Se le cree desaparecido. Casi se le ha olvidado. Se le olvida. Sin embargo reaparece al terminar la mañana, golpeando los talones para el informe al cabo de compañía: “¡Letrinas impecables, mi cabo!” El cabo recupera bayeta y escoba con una mirada en la que se dibuja una profunda interrogación que no formula jamás (respeto humano obliga). El soldado saluda, da media vuelta, se retira, llevando consigo su secreto.El secreto pesa bastante en el bolsillo derecho de su traje de fatiga: 1900 páginas que la Pleiade consagró a las obras completas de Nicolás Gogol. Un cuarto de hora de bayeta contra una mañana de Gogol... Cada mañana, desde hacía dos meses de invierno, confortablemente sentado en la sala de los tronos, encerrado con doble llave, el soldado Fulano vuela muy por encima de las contingencias militares. ¡Todo Gogol! Desde las nostálgicas Veladas de Ucrania hasta los hilarantes Cuentos peterburgueses, pasando por el terrible Taras Bulba, y el humor negro de Las almas muertas, sin olvidar el teatro y la correspondencia de Gogol, ese Tartufo increíble.Porque Gogol es el Tartufo que habría inventado Moliere —lo que el soldado Fulano no habría comprendido nunca si hubiera cedido esta tarea a los demás.Al ejército le gusta celebrar los hechos de armas.De éste apenas quedan dos alejandrinos, grabados muy arriba, en el metal de un tanque de agua, y que se cuentan entre los más suntuosos de la poesía universal:Si, yo puedo sin mentir, y esto es doctrinadecir que leí entero a Gogol en la letrina.(Por su parte Clemenceau, “el tigre”, también él un famoso soldado, daba gracias a una constipación crónica, sin la cual afirmaba, no hubiera tenido la dicha de leer las Memorias de Saint-Simon.)
El derecho a picotear
Yo picoteo, tú picoteas, dejémoslos picotear.Es la autorización que nos concedemos para tomar cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo en cualquier parte y meternos en él por un momento, porque sólo disponemos de ese momento. Ciertos libros se prestan al picoteo mejor que otros porque están compuestos de textos cortos y separados: las obras completas de Alfonso Allais o de Woody Allen, las novelas cortas de Kafka o de Saki, Los Papiers collés de George Perros, el buen viejo La Rochefoucauld, y la mayor parte de los poetas...Dicho esto, se puede abrir a Proust, a Shakespeare o la Correspondencia de Raymond Chandler por cualquier parte y picotear aquí y allá, sin correr el menor riesgo de resultar decepcionados.Cuando no se tiene el tiempo ni los medios para tomarse una semana en Venecia, ¿por qué rehusarse el derecho de pasar allí cinco minutos?
El derecho a leer en voz alta
Le pregunto:—¿Te leían cuentos en voz alta cuando eras pequeña?Ella me contesta:—Nunca. Mi padre estaba a menudo de viaje y mi madre demasiado ocupada.Le pregunto: —¿Entonces de dónde te viene ese gusto por la lectura en voz alta?Me contesta:—De la escuela.Feliz de oír que por fin alguien le reconoce algún mérito a la escuela, exclamó alegre:—¡Ah, lo ves!Ella me dice:—En absoluto. La escuela nos prohibía la lectura en voz alta: La lectura silenciosa era ya el credo en mi época. Directo del ojo al cerebro. Transcripción instantánea. Rapidez, eficacia. Con una prueba de comprensión cada diez líneas. La religión del análisis y el comentario desde el principio. La mayoría de los muchachos reventaban de miedo, y ése no era sino el comienzo. Todas mis respuestas eran correctas, si quieres saberlo, pero apenas volvía a casa releía todo en voz alta.—¿Por qué?—Para maravillarme. Las palabras pronunciadas se lanzaban a existir fuera de mí, vivían de verdad. Y además porque me parecía que esto era un acto de amor. Que era el amor mismo. Siempre he tenido la impresión de que el amor al libro pasa por el amor a secas. Acostaba a mis muñecas en la cama, en mi lugar, y les leía. A veces me dormía a sus pies, sobre la alfombra.La escucho... la escucho, y me parece oír a Dylan Thomas, borracho como la desesperación, leyendo sus poemas con voz de catedral...La escucho y me parece ver a Dickens el viejo, Dickens huesudo y pálido, ya a punto de morirse, subir a escena... su gran público de iletrados de repente petrificado, silencioso hasta el punto de que se oía abrir el libro... Oliver Twist... la muerte de Nancy ¿es la muerte de Nancy lo que va a leernos!La escucho y oigo a Kafka reírse hasta las lágrimas leyéndole La metamorfosis a Max Brod, quien no está seguro de entenderla... Y veo a la pequeña Mary Shelley ofrecerle largos trozos de su Frankenstein a Percy y a sus entusiasmados camaradas...La escucho y aparece Martin du Gard leyéndole a Gide sus Thibault... pero Gide no parece oírlo... están sentados a la orilla de un río... Martin du Gard lee, pero la mirada de Gide está en otra parte... los ojos de Gide se han ido allá abajo, donde dos adolescentes se zambullen... una perfección que el agua viste de luz... Martin du Gard está furioso... pero no, él leyó bien... y Gide oyó todo... y Gide le comenta todo lo bien que piensa de estas páginas... pero de todas maneras habría tal vez que modificar esto y aquello, por aquí y por allá...Y Dostoievski, que no se contentaba con leer en voz alta, sino que escribía en voz alta... Dostoievski, sin aliento, después de haberle vociferado su requisitoria contra Raskolnikov (o contra Dimitri Karamazov, ya no lo sé)... Dostoievski preguntándoles a Anna Grigorievna, la esposa estenógrafa:“¿Entonces, en tu opinión, cuál es el veredicto? ¿Ah?”Anna: ¡Condenado!Y el mismo Dostoievski, después de haberle dictado el alegato de la defensa: “¿Entonces? ¿Entonces?”Anna: ¡Absuelto!Sí...Extraña desaparición, la de la lectura en voz alta. ¿Qué hubiera pensado Dostoievski? ¿Y Flaubert? ¿No más al derecho de ponerse las palabras en la boca antes de metérselas en la cabeza? ¿No más oído? ¿No más música? ¿No más saliva? ¿No más gusto, las palabras? ¡Y entonces qué! ¿O es que Flaubert no gritaba su Bovary hasta reventarse los tímpanos? ¿O es que él no está definitivamente mejor ubicado que nadie para saber que el entendimiento del texto pasa por el sonido de las palabras, de dónde brota todo su sentido? ¿Es que él, que se ha peleado tanto contra la música intempestiva de las sílabas, la tiranía de las cadencias, no sabe mejor que nadie que el sentido se pronuncia? ¿Qué? ¿Textos mudos para espíritus puros? ¡A mí Rabelais! ¿A mí Flaubert! ¡Dosto! ¡Kafka! ¡Dickens, a mí! ¡Gigantescos gritadores de sentidos, aquí de inmediato! ¡Vengan a insuflar nuestros libros! ¡Nuestras palabras necesitan cuerpos! ¡Nuestros libros necesitan vida!Es verdad que es confortable, el silencio del texto... no se arriesga allí la muerte de Dickens, a quien sus médicos le pedían callar por fin sus novelas... el texto y él mismo... todas esas palabras amordazadas en la cocina acolchada de nuestra inteligencia... cómo se siente uno que es alguien en ese silencioso tejerse de nuestros comentarios... y además, al juzgar el libro a solas no se corre el riesgo de ser juzgado por él pues cuando se mezcla la voz, el libro dice mucho sobre su lector... el libro lo dice todo. El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta. Si no sabe lo que lee, es ignorante en sus palabras, es una miseria, y eso se escucha. Si rehúsa habitar su lectura, las palabras permanecen como letras muertas, y eso se siente. Si colma el texto de su presencia, el autor se retracta, es un número de circo, y eso se ve. El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta a los ojos que lo escuchan.Si lee de verdad, si pone en ello su saber y domina su placer, si su lectura es un acto de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de escribir y despierta nuestra oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipitan tras él.
El derecho a callarnos
El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupos porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. La lectura es una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra y a la que ninguna compañía distinta podría reemplazar. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una retícula apretada entre de complicidades entre la vida y él. Ínfimas y secretas complicidades que hablan de la necesidad paradójica de vivir, al tiempo que iluminan el absurdo trágico de la vida... De modo que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para pedirnos cuentas sobre esta intimidad.Los pocos adultos que me dieron a leer se borraron siempre frente al libro y se abstuvieron de preguntarme lo que yo había entendido. A ellos, claro, yo les hablaba de mis lecturas. Vivos o muertos, les regalo estas páginas.