jueves, 6 de agosto de 2015

RECUERDA: ESCRIBE COMO SI GROUCHO TE PISARA LOS TALONES

¿Quién soy? Nunca quise saberlo. ¿Dónde habito? Mejor no pregunte. ¿A qué me dedico? No sé si se merece usted una respuesta. ¿Por qué este estado de amnesia? Las cosas vienen y se van. ¿Cómo puedo haberlo olvidado todo? No se ponga dramático. ¿Ha sido consciente o inconscientemente? ¿Desea una lavativa por la mañana o por la noche? Quiero comprender. Querido amigo, para comprender, antes es necesario recordar.



Sólo recuerdo un apodo. Uno bastante bobo, uno cualquiera que elegí a modo de alter ego, detrás del cual esconderme. Lo cierto es que no es un alias cualquiera. Recuerdo que en su día me llevó bastante tiempo decidirme por uno. No quería que alguien pudiera pensar que era un vividor loco como Lord Byron. Y por aquel entonces tampoco quería llevar la pesada carga de un apodo ligero, como por ejemplo Flip. Quizá no me hubiera ido mal. El caso es que de repente apareció: también sonaba ligero, pero a la vez venía cargado de cierta épica (¡cómo me gustaba la épica por aquel entonces!) y por supuesto de un halo reverencial, bélico, flemático, incluso nobiliario... y lo peor de todo: ¡británico! La coraza idónea para dar el primer paso hacia el recibidor de ese club de frikis y sociópatas al que no deseaba pertenecer pero al cuál llevaba bastante tiempo abonando religiosamente la cuota de socio.



El caso es que hoy rescato ese nombre porque el mío real se me ha olvidado de un tiempo a esta parte. Y me resulta más cómodo retomar aquél, que ya tenía casi olvidado, que volver a pasar por el mal trago de un nuevo bautismo. Mal trago porque no soy de esos que, al caerse del caballo en su camino hacia Damasco, deciden abrazar otro credo y renegar furiosamente del anterior. Si alguna fe me queda, ésa es en la Pereza. En ella creo a ciegas. Volver a pensar en un nuevo apodo me supondría demasiado esfuerzo. Y total, ¿para qué? Bastante tiene mi cabeza con albergar dos "yos" como para invitar a entrar a un tercero. Y también dos huevos duros. Y aunque estoy seguro de que hoy en día no volvería a elegirlo de un modo espontáneo, me quedaré con Kipling. Eso sí: el Kipling que hoy vuelve desertó de todos los ejércitos a los que alguna vez hubiera pertenecido. Ni es teniente ni defiende sus causas por las armas. Quizá ni siquiera defiende causa alguna. Pero entre otras cosas, si he vuelto es para tratar de averiguar eso mismo.

¿Dónde habito? Lo cierto es que entonces, cuando dejé este sitio, habitaba prácticamente en el mismo lugar que habito ahora. No me he alejado mucho, ni en lo geográfico, ni en lo onírico. Quizá haya dado unos cuantos giros al infinito para estar nuevamente cerca del punto de partida. El caso es que no me moría de ganas por volver, pero la vida parece que tiene estas cosas, como de montaña rusa, que tras mucho subir y bajar, vuelves al punto donde empezaste con la cabeza aturdida con tanto giro inesperado.

¿Y a qué diablos me dedicaba? Lo cierto es que jamás lo confesé y tampoco pienso hacerlo a estas alturas. Baste decir que juego con las palabras, vendo cosas que la gente realmente no necesita y hago que mujeres que no me conocen se enamoren de mí. Y viéndolo desde ese punto de vista, debería pedir un aumento de sueldo.



Pero lo cierto es que empiezo a estar harto de mi trabajo y de un tiempo a esta parte coqueteo amargamente con la dulce idea de mandarlo allá donde jamás se ha visto lucir el Sol. Claro que ése es un lujo que prácticamente nadie puede permitirse. ¿De qué viviría entonces? ¿Qué haría con mi colección de pipas, de gorros, con mi deerstalker... ? ¿Qué viajes podría costearme? ¿Cómo me iría a recorrer la Ruta de la Seda, por ejemplo? Lo gracioso del asunto es que la mayoría de la gente desconoce que lo bonito de esa ruta no son las sedas, sino el polvoriento y asfixiante camino. Y que ese camino puede ser tanto un lujo como una miseria.