martes, 26 de enero de 2010

INSULSECES

Leo vuestros blogs y leo este, el nuestro, el de todos, presentes y ausentes, pues todos fuimos los que dimos vida a este espacio y todos los que lo dejamos agonizar... Los leo, y comparo... tanto talento, ingenio, belleza e imaginación... allí, en los vuestros.. y aqui ¡INSULSECES!


No, no penséis que me eximo de culpa, yo mismo, si bien no he reabierto el blog que tenia, o creado uno nuevo, tampoco he publicado aqui... ¿Por qué? os lo diré


Tras ver el rosario de enfados y piques tontos e infantiles de meses atrás, que llevaron a este nuestro espacio al borde de la desaparición, me entrarón ganas de gritaos a casi todos "TONTOS, COÑO". Así, opte por dejarlo correr y esperar a que se calmaran las aguas y ver como quedaba el rio cuando volviera la calma.. y , aqui estamos.. y , ¿ahora què?


¿Seguiremos dejando lo bueno para nuestro predios particulares y dejando aqui las "insulseces"? ¿Seguiremos perdidos por el ciberespacio lejos de nuestra casa, de Hatunia? o , en cambio, ¿nos aplicaremos para volver a poner este nuestro blog en el lugar que merece? ¿Acompañaremos a la niña Kelna en su esfuerzo de mantener esto con vida? ¿Seguiremos su ejemplo? (Mira que la más pequeña sea la que nos tenga que dar ejemplo)


Pues ale, a dejarse de tonterias y cabezonadas, a participar, a escribir, y a aplicarse... nada de refritos, mensajes de segunda, ni corta pegas baratos, Hatunia vive mientras haya hatunes que la hagamos vivir


Vuestro que os ama


Subcomandante Bloguerrillero

lunes, 25 de enero de 2010

"La Señora Dalloway" (un mini-trocito)

La guerra le había educado. Fue sublime. Había pasado por todo lo que tenía que pasar—la amistad, la Guerra Europea, la muerte—, había merecido el ascenso, aún no había cumplido los treinta años y estaba destinado a sobrevivir. En esto último no se equivocó. Las últimas bombas no le dieron. Las vio explotar con indiferencia. Cuando llegó la paz, se encontraba en Milán, alojado en una pensión con un patio, flores en tiestos, mesillas al aire libre, hijas que confeccionaban sombreros, y de Lucrezia, la menor de las hijas, se hizo novio un atardecer en que sentía terror. Terror de no poder sentir.
Ahora que todo había terminado que se había firmado la tregua, que los muertos habían sido enterrados, padecía, en especial al atardecer, estos bruscos truenos de miedo. No podía sentir. Cuando abría la puerta de la estancia en que las muchachas italianas confeccionaban sombreros, las podía ver, las podía oír; pasaban delgados alambres por las coloreadas cuentas que tenían en cuencos; daban esta y aquella forma a las telas de bocací: la mesa estaba sembrada de plumas, lentejuelas, sedas y cintas; las tijeras golpeaban la mesa; pero algo le faltaba; no podía sentir. Los golpes de las tijeras, las risas de las muchachas, la confección de los sombreros le protegían, le daban seguridad, le daban refugio. Pero no podía pasarse la noche sentado allí. Había momentos en que se despertaba a primeras horas de la madrugada. La cama caía; él caía. ¡Oh, las tijeras, la lámpara y las formas de los sombreros! Pidió a Lucrezia que se casara con él, a la más joven de las dos, a la alegre, la frívola, con aquellos menudos dedos artísticos que ella alzaba, diciendo: “Todo se debe a ellos.” Daban vida a la seda, las plumas y todo lo demás.
“El sombrero es lo más importante,”, decía Lucrezia, cuando paseaban juntos. Examinaba todos los sombreros que pasaban; y la capa y el vestido y el porte de la mujer. Mal vestida, va recargada, estigmatizaba Lucrezia, no con ferocidad, sino con impacientes movimientos de las manos, cual los de un pintor que aparta de sí una impostura patente y bien intencionada; y luego, generosamente, aunque siempre con sentido crítico, alababa a la dependienta de una tienda que llevaba con gracia su vestidito, o ensalzaba sin reservas, con comprensión entusiasta y profesional, a una señora francesa que descendía del coche, con chinchilla, túnica y perlas.
“¡Bonito!”, murmuraba Rezia, dando un codazo a Septimus para que lo viera. Pero la belleza se encontraba detrás de un cristal. Ni siquiera el gusto (a Rezia le gustaban los helados, los bombones, las cosas dulces) le producía placer. Dejaba la copa en la mesilla de mármol. Miraba a la gente fuera; parecían felices, reunidos en medio de la calle, gritando, riendo, discutiendo por nada. Pero había perdido el gusto, no podía sentir. En el salón de té, entre las mesas y los camareros que parloteaban, volvió a sentir el terrible miedo: no podía sentir. Podía razonar; podía leer, al Dante, por ejemplo, muy fácilmente (“Septimus, deja ya el libro”, le decía Rezia cerrando dulcemente el Inferno), podía sumar la cuenta; su cerebro se encontraba en perfecto estado; seguramente el mundo tenía la culpa de que no sintiera.
“Los ingleses son muy callados”, decía Regia. Le gustaba, decía. Respetaba a los ingleses, quería ver Londres, y los caballos ingleses, y los vestidos hechos por sastres, y recordaba haber oído decir que las tiendas eran maravillosas, a una tía que se había casado y vivía en Soho.
Puede ser, pensó Septimus, contemplando Inglaterra desde la ventanilla del tren, cuando partían de Newhaven; puede ser que el mundo carezca de significado en sí mismo.
En la oficina le ascendieron a un cargo de bastante responsabilidad. Estaban orgullosos de él; había ganado cruces. “Ha cumplido usted con su deber, y ahora a nosotros corresponde...”, comenzó a decir el señor Brewer; y no pudo terminar, tan placenteras eran sus emociones. Se alojaron en un punto admirable, junto a Tottenham Court Road.
Allí volvió a abrir a Shakespeare. Aquel juvenil asunto de intoxicarse con el lenguaje—Antonio y Cleopatra— había quedado extinguido. ¡Cuánto odiaba Shakespeare a la humanidad, el ponerse prendas, el engendrar hijos, la sordidez de la boca y del vientre! Ahora Septimus se dio cuenta de esto; el mensaje oculto tras la belleza de las palabras. La clave secreta que cada generación pasa, disimuladamente, a la siguiente significa aborrecimiento, odio, desesperación. Con Dante ocurría lo mismo. Con Esquilo (traducido), lo mismo. Y allí estaba Rezia sentada ante la mesa, arreglando sombreros. Arreglaba sombreros de las amigas de la señora Filmer; se pasaba las horas arreglando sombreros. Estaba pálida, misteriosa; como un lirio, ahogada, bajo el agua, pensaba Septimus.
“Los ingleses son muy serios”, decía Rezia enlazando sus brazos alrededor de Septimus, apoyando su mejilla en la de éste.
El amor entre hombre y mujer repelía a Shakespeare. El asunto de copular le parecía una suciedad antes de llegar al final. Pero Rezia decía que debía tener hijos. Llevaban cinco años casados.
Juntos fueron a la Torre, al Victoria and Albert Museum; se mezclaron con la multitud para ver al Rey inaugurar el Parlamento. Y había tiendas, tiendas de sombreros, tiendas de vestidos, tiendas con bolsos de cuero en el escaparate, que Rezia miraba. Pero debía tener un niño.
Decía que debía tener un hijo como Septimus. Pero nadie podía ser como Septimus; tan dulce, tan serio, tan inteligente. ¿Por qué no podía ella leer también a Shakespeare? ¿Era Shakespeare un autor difícil?, preguntaba Rezia.
Uno no puede traer hijos a un mundo como éste. Uno no puede perpetuar el sufrimiento, ni aumentar la raza de estos lujuriosos animales, que no tienen emociones duraderas, sino tan sólo caprichos y vanidades que ahora les llevan hacia un lado, y luego hacia otro.
Miraba cómo Rezia manejaba las tijeras, daba forma, como se contempla a un pájaro picotear y saltar en el césped, sin atreverse a mover ni un dedo. Porque la verdad es (dejemos que Rezia lo ignore) que los seres humanos carecen de bondad, de fe, de caridad, salvo en lo que sirve para aumentar el placer del momento. Cazan en jauría. Las jaurías recorren el desierto, y chillando desaparecen en la selva. Abandonan a los caídos. Llevan una máscara de muecas. Ahí estaba Brewer, en la oficina, con su mostacho engomado, su aguja de corbata de coral, sus agradables emociones—todo frío y humedad—, sus geranios destruidos por la guerra, destruidos los nervios de su cocinera; o Amelia Nosequé sirviendo tazas de té puntualmente a las cinco, pequeña arpía obscena, de burlona sonrisa y mirada; y los Toms y los Berties, con sus almidonadas pecheras de las que rezumaban gotas de vicio. Nunca le vieron dibujando sus retratos, desnudos, haciendo payasadas, en el bloc de notas. En la calle, los camiones pasaban rugiendo junto a él; la brutalidad aullaba en los carteles; había hombres que quedaban atrapados en el fondo de minas; mujeres que ardían vivas; y en cierta ocasión un grupo de mutilados lunáticos que hacían ejercicios o se exhibían para divertir al pueblo (que reía en voz alta) desfiló moviendo la cabeza y sonriendo junto a él, en Tottenham Court Road, cada uno de ellos medio pidiendo disculpas, pero triunfalmente, infligiéndole su sino sin esperanzas. Y ¿acaso iba él a enloquecer?
A la hora del té, Rezia le dijo que la hija de la señora Filmer esperaba un hijo. ¡Ella no podía envejecer sin tener un hijo! ¡Estaba muy sola, era muy desdichada! Lloró por vez primera después de su matrimonio. Muy a lo lejos Septimus oyó el llanto; lo oyó claramente con precisión; lo comparó con el golpeteo del pistón dé una bomba. Pero no sintió nada.
Su esposa lloraba, y él no sentía nada; pero cada vez que su esposa lloraba de aquella manera profunda, silenciosa, desesperanzada, Septimus descendía otro peldaño en la escalera que le llevaba al fondo del pozo.
Por fin, en un gesto melodramático que realizó mecánicamente y con clara conciencia de su insinceridad, dejó caer la cabeza en las palmas de las manos. Ahora se había rendido; ahora los demás debían ayudarle. Era preciso llamar a la gente. Él había cedido.

La Señora Dalloway (1925), Virginia Woolf.

lunes, 18 de enero de 2010

INCULTECES :D







Recientemente ha salido a la venta el libro “Inculteces: Barbaridades que dice la gente”, de los periodistas Tony Garrido y Xosé Castro, recogiendo las burradas que les sueltan sus oyentes cuando llaman al programa. No lo he leído aún, pero lo poco que pude hojear me hizo reír hasta las lágrimas. Expresiones del tipo “ traición a las cuatro ruedas” o “ lavarse las manos como Pancho Piloto” y otras muchas que conforman el material de un libro que yo misma quise hacer más de una vez, porque además mi familia es un filón inagotable para este tipo de cosas.


Buscando más “inculteces”, y después de ser airadamente amenazada con las peores penas del infierno y expulsada de un foro católico en el que también me estaba divirtiendo de lo lindo, aterricé en otro foro, este sobre el programa de radio de Tony Garrido y donde la gente les dejaba las perlas propias, las familiares, las laborales o las oídas al azar para que sacaran una segunda edición del libro, desde luego que material no les va a faltar nunca. La más divertida, para mí, la contaba una chica sobre su padre, que entre otras muchas cosas, le había aconsejado el uso de un traje de Leopreno (ella se preguntaba si el leopreno era un cruce de leopardo con otro animal desconocido) para defenderse del frío y que además había afirmado que el caviar se hacía con huevos de centurión. También había un tipo que contaba que le había oído a su madre el adjetivo mediocre para referirse a los latinoamericanos. El tipo se preocupó porque su madre nunca había dado muestras de xenofobia y al final estuvo a punto de partirse de risa cuando se entero de que lo que ella pensaba que mediocre era medio-ocre, y los llamaba así por el color tostado de la piel. Ahora parece que en su casa se habla de medio ocres y ocres enteros. Luego había una conversación impagable entre dos señoras de un pueblo hablando de una chica que se había quedado embarazada y ellas no se lo explicaban porque ahora todo el mundo tiene acceso a los antidisturbios, que eran los anticonceptivos, claro. Achacaban la mala suerte de la chica al hecho de que seguro que venia de la discoteca de ponerse morada de cubadililis y drogaína. Parece que ahí empezó una discusión porque lo que toman los jóvenes no eran cuabadilis sino kilovas, según la otra señora, y entonces la primera señora la sacó de su ignorancia explicándole que los kilovas eran “lo de la luz”

Y así podríamos estar horas, la que cuenta que al padre de una amiga le había dado un ataque de mimocardio y se había pasado una semana en la ovni, el que habla de productos que descalifican (descalcifican) el agua, y otros que descalifican los huesos, como la Fanta, ya sabes, Carlos, hay que beber solo zumo o trinaranjus, como la niña Kel,la que se calienta el café en el claraboyas, (microondas), la que se casó con un vestido de novia muy pavoroso (vaporoso) aunque yo aquí dudé, porque he visto vestidos de novia pavorosos de verdad, que daban mas miedo que una coral de bandurrias…También el se lía con una chica y llama a su amigo, emocionadísimo, porque resulta que la chica era multiorgánica(multiorgásmica) aunque también puede que fuera filípica, que es como llama mi tía a los epilépticos y le hubiera dado un ataque en plena faena y el hombre no se hubiera dado cuenta de la pura emoción de creerse el gran amante, que de esos hay "cienes y cienes".

La expresión de que “no todo el monte es orgasmo” también la he sacado del mismo sitio y, en mi opinión, es absolutamente genial y debería sustituir a la original de “no todo el monte es orégano”, así como la de “estar hecha un polvo” que es mucho más deseable, nunca mejor dicho, que estar hecha polvo, y especialmente graciosa es también la de “resurgir de las cenizas como el gato Félixen lugar de hacerlo como el ave fénix.

Luego están las que hacen referencia a la calidad de los materiales y las cosas, del tipo baterías de cocina de acero miserable y las que mas juego dan, que son las de enfermedades, tratamientos, farmacias….como la que toma mucho calcio para no heredar la fimosis de su madre, queriendo decir osteoporosis, o el que pide pedorred (aerored) al farmacéutico o la que le pregunta al herbolario por hierbas provinciales (provenzales). En este apartado concreto, yo tengo una tía que es un portento de la naturaleza. Es inútil explicarle que no existen las cédulas cancerosas y que absolutamente nadie puede padecer inflación del tractor respiratorio, pero también dio lo mismo intentar que entendiera que lo que tenía su suegro era una parálisis facial y no un paralís infantil y que esto último era bastante improbable en un señor de noventa y cinco años. Cuando una de mis primas cobraba el treinta por ciento de su sueldo en lo que,eufemísticamente, se llama B para no decir negro u (ocre entero) y ella pensaba, razonablemente, que eso la perjudicaría cuando se le acabara el contrato y tuviera que solicitar la prestación de desempleo, acuñó un término brillante y apropiadísimo:

_ Tú vete y dile a tu jefe que tú lo quieres ver reflejado todo en la anónima, (nómina) le dijo a su hija. No, mamá, en la anónima es como me lo paga ahora, decía mi prima muerta de risa.

También me acordaré toda la vida de una señora que tenía un kiosco de prensa cerca de mi casa, una señora muy mayor y muy graciosa, a su pesar. Una vez fui a buscar una revista de cine, me daba igual cual fuera porque era para llevarla a un amiguete que estaba en el hospital y me había pedido “una cualquiera”, que ahora que caigo, alomejor no era una revista sino una chati….
_De cine no tengo nada, me dijo la señora y siguió revolviendo hasta que encontró una que si era "de cine",
_ Mira, tengo esta que es de de cine-gético, me dijo muy seria y sí, mundo cinegético se llamaba o algo así, como el jara y sedal, pero en cutre, mi amigo todavía la guarda como oro en mayo.

Y tengo una amiga que no es daltónica pero se obstina en hablar de rosas pistacho y verdes Burdeos, otro que cuando se suspendió el concierto que los Guns N' Roses iban a dar en Madrid, en el Vicente Calderón, hace muchos años (y para el cual yo tenia muchas posibilidades de conseguir entrada pero ninguna de conseguir el permiso para ir) vino a decirme, todo apesadumbrado, que el concierto se suspendía porque el estadio tenía poliomielitis. Esa noche, viendo el telediario, me enteré que lo que había en el estadio era aluminosis. Me reí mucho, pero no me sorprendió porque hasta hace bien poco, el mismo tío estaba convencido de que bilingüe era sinónimo de lesbiana.

También, cuando trabajaba como teleoperadora (Gladys Cecilia dice el sub) para Timofónica Molestar (algún día contaré “esas” historias) una señora me llamó muy enfadada y me dijo, que ella estaba en un punto de venta donde no la atendían bien, no querían darle el michusubi (Mitsubishi) que era el teléfono que ella quería, no le explicaban las cosas y que le habían faltado al respeto.
_Dónde está usted, le pregunté yo, que vamos a hacer una reclamación
_Muchas gracias, señorita, contesto ella, educadísima, pues vera, estoy en ese centro comercial que se escribe Carrefour pero se lee Continente.

En fin. La lista es interminable y gracias al dios hatun, porque estas cosas son el "puro hespiritu de la hatunidad".

viernes, 15 de enero de 2010

Encuentros reveladores


La noche que empezó a tener aquellos extraños encuentros se había dormido llorando. Ella no podía tener una vida normal, era consciente; la mayor parte del tiempo intentaba mantenerse ocupada, pero en noches como aquella no podía evitar pensar, y entonces le asaltaban la tristeza y las dudas. dudaba sobre quién era realmente y quién debería ser, se entristecía por no ser de otra manera y porque las cosas no eran diferentes; entonces, sentía la humedad de las lágrimas deslizarse por sus mejillas y caer sobre la almohada, dejando como testigos de su pena dos pequeños círculos salados.
Despertó sin un motivo aparente, abrió los ojos para mirar el reloj, pero se encontró con una luz frente a ella. Intentó deshacerse de los últimos restos de sueño que le nublaban la mente. ¿Qué era aquella luz? Entonces se dio cuenta, el portátil que descansaba sobre su mesa se había quedado encendido; estaba semicerrado y esto hacía que una línea de luz se proyectase por toda la habitación. Su sombra cubrió la pared cuando se acercó para apagarlo, pero al levantar la pantalla vio algo que no esperaba hallar allí...
Todo esto no lo recordó hasta la noche siguiente cuando se acostó. Recordaba haber encontrado algo, pero no lograba saber qué era. Un escalofrío recorrió su cuerpo y le dejó un intenso cosquilleo en el estómago. Se levantó y encendió de nuevo el ordenador, después de mirar los historiales y carpetas volvió a la cama. Quizás sólo había sido un sueño, tan sólo un producto de su imaginación. Pero recordaba el frío al caminar descalza sobre el suelo de mármol, y también estaba esa sensación que se había instalado en su estómago.
También despertó aquella noche. Cuando abrió los ojos volvió a ver la luz azulada que escapaba entre el teclado y la pantalla. Repitió los pasos de la noche anterior, pero esta vez lo único que vio fue el escritorio de Windows al que estaba acostumbrada. Se reprendió a sí misma al notar la decepción. ¿Qué esperaba encontrar? Esta vez sí, apagó el ordenador y volvió a la cama.
No conseguía dormirse, a la decepción de no haber encontrado nada se sumaban las frustración por no recordar y el cansancio de dos noches de sueño interrumpido. Comenzó a escuchar un zumbido. Se quedó quieta un instante y finalmente se levantó. Mientras se acercaba fue identificándolo, el sonido salía de las tuberías del baño. Se acercó hasta el lavabo y abrió el grifo. El ruido cesó, el agua fluía y entonces...
No conseguía recordar qué había ocurrido después. Quizá había encontrado algo, quizá era lo mismo de la otra noche. Sólo sabía que volvía a tener esa sensación en el estómago.
La tercera noche se acostó entre nerviosa y preocupada. Necesitaba descubrir qué era lo que le quitaba el sueño, pero tenía miedo de volver a desilusionarse. Tardó bastante en dormirse, pero volvió a suceder. Despertó. Inmediatamente buscó algo, una luz, un susurro, pero no había nada. Lentamente se levantó y caminó hasta la puerta de la habitación. Entonces, llegó lo que había estado esperando, un golpe seco se escuchó a su derecha. Alcanzó el origen de los ruidos, un armario, encendió una de las luces y se prometió que esta vez no olvidaría. Inspiró, alargó su brazo y abrió la puerta del armario. Se encontró de frente con una mujer en pijama. Escuchó pasos acercándose.
- Alicia... ¿te gusta el espejo? Lo pusieron ayer.
A su izquierda, en el final del pasillo, una pelirroja despeinada y también en pijama le hablaba.
- Deberías volver a la cama, aún no ha amanecido.
Alicia asintió. Se volvió de nuevo hacia el armario y miró una vez más a la mujer, reparó en que ahora sonreía; levantó su mano y se la llevó instintivamente a los labios. No sólo la mujer del armario sonreía, también ella.

lunes, 4 de enero de 2010

Feliz 2010

Felicidades Hatunes!!


Somewhere over the rainbow
Way up high
And the dreams that you dreamed of
Once in a lullaby
Somewhere over the rainbow
Blue birds fly
And the dreams that you dreamed of
Dreams really do come true
Someday I’ll wish upon a star
Wake up where the clouds are far behind me
Where trouble melts like lemon drops
High above the chimney tops thats where you’ll find me
Somewhere over the rainbow bluebirds fly
And the dreams that you dare to, oh why, oh why can’t I?
Well I see trees of green and
Red roses too,
I’ll watch them bloom for me and you
And I think to myself
What a wonderful world
Well I see skies of blue and I see clouds of white
And the brightness of day
I like the dark and I think to myself
What a wonderful world
The colors of the rainbow so pretty in the sky
Are also on the faces of people passing by
I see friends shaking hands
Saying, “How do you do?”
They’re really saying, I…I love you
I hear babies cry and I watch them grow,
They’ll learn much more than
We’ll know
And I think to myself
What a wonderful world
Someday I’ll wish upon a star,
Wake up where the clouds are far behind me
Where trouble melts like lemon drops
High above the chimney top thats where you’ll find me
Somewhere over the rainbow way up high
And the dreams that you dare to, oh why, oh why can’t I?

En Algún Lugar Sobre El Arcoíris – Qué Mundo Tan Maravilloso

En algún lugar sobre el arcoíris
Muy alto
Y los sueños que has soñado
Alguna vez en una canción de cuna
En algún lugar sobre el arcoíris
Pájaros azules vuelan
Y los sueños que has soñado
Los sueños de verdad se vuelven realidad
Algún día desearé en una estrella
Despertar donde las nubes están lejos debajo de mí
Donde los problemas se derriten como gotas de limón
Muy arriba de las chimeneas es ahí donde me encontrarás
En algún lugar sobre el arcoíris pájaros azules vuelan
Y los sueños a los que te atreves, ¿oh por qué, oh por qué no puedo?
Bueno, veo árboles de verde y
Rosas rojas también
Las veré florecer para ti y para mí
Y pienso para mí mismo
Qué mundo tan maravilloso
Bueno, veo cielos de azul y veo nubes de blanco
Y la brillantez del día
Me gusta lo oscuro y pienso para mí mismo
Qué mundo tan maravilloso
Los colores del arcoíris tan bonitos en el cielo
Están también en las caras de la gente que va pasando
Veo amigos dándose la mano
Diciendo: “¿Cómo estás?”
Están en verdad diciendo: “Yo… yo te amo”
Escucho bebés llorar y los veo crecer
Aprenderán mucho más de lo que
Nosotros sabemos
Y pienso para mí mismo
Qué mundo tan maravilloso
Algún día desearé sobre una estrella
Despertar donde las nubes están lejos debajo de mí
Donde los problemas se derriten como gotas de limón
Muy arriba de las chimeneas es ahí donde me encontrarás
En algún lugar sobre el arcoíris rumbo arriba
Y los sueños a lo que te atreves, ¿oh por qué, oh por qué no puedo?


Aqui os pongo completa la fusión de las dos canciones