domingo, 30 de noviembre de 2008

LA GNOSIS Y SUS CAMINOS

Hilson, Stanwell y Prince Albert, reposando una junto a la otra. ¿Cuál de ellas será la afortunada? ¿Acaso la Stanwell de Friburgo? Sin duda mi pequeña joya de la corona. Pues aunque todas ellas estén manufacturadas en madera de brezo, ese arbusto cuya raíz lejos de dañarse, se ve incluso fortalecida por las altas temperaturas, y aunque todas ocupen un lugar en mi corazón, por procedencia y tiempo en que las adquirí, es por ella por la que bebo los vientos.
La historia de la pipa es la historia de dos mundos, el Viejo y el Nuevo, que entran en contacto y se contagian. La patata, el tomate, el pimiento, el maíz... Todos ellos proceden de allende los mares. Como el tabaco. Los indios lo conocían y apreciaban. Los europeos, de mente siempre utilitaria, aprendieron su cultivo, valoraron sus posibilidades comerciales y embarcaron sacos y sacos en grandes galeones hacia sus tierras de origen. ¿Qué consiguieron a cambio los indios? Bisutería barata en el mejor de los casos. La esclavitud casi siempre. Algunos dirían que el Viejo Mundo esquilmó al otro. Y yo no soy quién para negarlo. En cualquier caso, el cultivo del tabaco no cuajó por cuestiones climáticas a este lado del Atlántico durante los primeros años. Tuvieron que ser las grandes compañías británicas las que además de cultivarlo a gran escala en plantaciones en las tierras de Jamestown, lo transportaran en operaciones de comercio marítimo a la metrópoli: Londres. Allí, los Padres de la Patria habían probado el sabor de aquella hierba que se había convertido a partes iguales en moda, negocio y símbolo de clase. Por supuesto, ellos no fumaban en pipas de madera, sino en pipas de porcelana y de espuma de mar, mucho más refinadas y al gusto de la época. La pipa de los indios, esa larga caña de cazo estrecho y pequeño, con plumas colgando, se había convertido en el breve lapso de apenas unas décadas en exclusivo objeto de arte y coleccionismo. Pese a que los modos de empleo de la pipa sean muy claros, “se prende el tabaco de la cazoleta, se inhala por la boquilla al final de la cánula y finalmente se exhala”, las circunstancias en que esto se hace y el cómo se hace, presentan variaciones interesantes. Era costumbre de ingleses y franceses (mal rayo parta a estos últimos) reunirse en clubes sociales y alternar, mientras hacían uso de esa nueva y moderna costumbre, tomada de los indígenas. Pero, por supuesto, el Hombre Blanco, y más si era anglosajón, no compartía su pipa. Aquello quedó olvidado en la primera nebulosa de humo, bien por el sentido de la propiedad privada inherente al liberalismo, bien por un sentido del pudor heredado del calvinismo. Este modo de fumar en pipa -social pero en interiores, individual y no comunitario-, sin duda el más pusilánime de todos, triunfó en los salones de las altas esferas durante el siglo XVIII hasta bien entrado el XIX. Hoy en día, la costumbre de reunirse en clubs sociales para fumar subsiste entre ciertos consumidores de habanos. El cigarro puro goza de un halo más viril, debido probablemente a su simbolismo priápico, si me permiten la grosería.
Es sabido que, para sus inventores al otro lado del mar, la pipa, en cambio, era un símbolo de paz. Expresaban con ello el sentimiento de comunión con el Gran Espíritu. Menos sabido, pero no menos cierto, es sin embargo, que para quienes perfeccionaron técnicamente la pipa, también podía llegar a tener un componente, si no religioso, sí al menos místico. En el S. XIX, cuando el tabaco (como tantas otras cosas) se popularizó, surgió otra forma de fumar más interior. No quiero decir con ello que esta forma de consumo implique tragar el humo de la combustión del tabaco. Que Júpiter me libre de insinuarlo equivocadamente, siquiera por una décima de segundo. El verdadero fumador de pipa sabe que el humo solamente se paladea y no se traga, con el consiguiente alivio para los pulmones y el subsiguiente perjuicio para la boca. Me refiero con "interior", a quienes asumen la soledad como el único momento propicio para fumar. Por una parte me inflama de orgullo su respeto hacia quienes no comparten el gusto por este Arte. Y por otra parte, se saben afortunados por disfrutar egoístamente, un modo muy sano de disfrute, del ritual que conlleva el encendido de la pipa. Desde los momentos previos que suponen el cargado de la cazoleta, tomando el tabaco con índice y pulgar, y prensándolo en su justa medida para que pueda respirar y arder, hasta ese minuto de oro en la penumbra de la sala, acomodado en un sillón, con la boquilla bien sujeta entre los dientes, con la cerilla alumbrando la sala con un siseo mágico, mientras el mejor tabaco de las Trece Colonias anhela el contacto con la llama, como la esposa anhela al amante; cuando el movimiento en círculos de la mano que porta la cerilla rodea unas cuantas veces el perímetro de la cazoleta; ese instante fugaz en el que el tabaco crepita y se calienta al rojo e inhalamos la primera y más sabrosa calada, cuando la sala se llena de una nube azulada con el genuino aroma ligeramente avainillado… Ese delicioso suspiro en el que los ojos se cierran y la mente se libera de todos los males del mundo… Esa sensación, esa comunión con uno mismo, esa sonrisa beatífica… Eso es, sin duda, impagable.

Y aunque desde un punto de vista iconográfico siempre estarán a la sombra de los Churchill, Groucho, Che y demás figuras que posaron con el habano entre los dedos, Tolkien, Twain, Grass, Chapman y compañía sabían lo que se hacían cuando empuñaban la cazoleta con la diestra o con la zurda. Ese estado mental de plenitud de un fumador de pipa, similar al de un lama budista, es y será inalcanzable durante las interminables centurias del tiempo para cualquiera de los primeros. Además, siempre existirá un icono entre los fumadores de pipa inalcanzable a todas luces, por irreal y por tanto perfecto, para los fumadores de habanos, siempre ligeramente angustiados por su anatomía, por no hablar de aquellos incautos que cayeron en las garras del misérrimo cigarrillo.

13 comentarios:

Lorielana dijo...

Fumar en pipa, tomarse un buen cafe, releer un libro saboreando los parrafos que ya conoces y amas, preparar una comida especial o sentarse a escuchar una música especialmente hermosa...cualquier actividad que lleves a cabo, si la vives como ese momento que describes, casi iniciatico, de preparaciòn del tabaco, es un auntentico placer. El placer de las cosas hechas despacios y a conciencia. Disfrutando del instante único que nunca será igual.
Kipling, magnifico comentario, digno Meriadoc Brandigamo(Señor de los Gamos). Estoy segura de que el lo firmaría y lo uniría a su "Herbario de la Comarca".

alma dijo...

Quizá, y digo quizá, puedas convencer algún hatun, no es mi caso, de que le pida una pipa a los reyes para tí...lo de la capa está peor pero quien sabe adonde te lleve la perseverancia ;-)

Gracias Teniente por contarnos la historia

elcamaleón dijo...

¿Ahora nos sales con la pipa Kipling?
¿No has olvidado el "ATACADOR"?no no,no es el que ataca al fumador de pipa jajaja.

La pipa tiene hasta su soneto,con esto está todo dicho.

No asumes solo el rol decorativo
ni el placer ultrapélico y sedante,
eres algo más serio e importante
que al hombre muestras siempre pensativo.
Asignas el matiz definitivo
de infavilidad al pesquisante,
de genial al bohemio extravagante
y al marino de nauta primitivo.
Minúsculo fogón de leve leña,
que con las zapatillas hogareñas,
y la bata verde oliva,
conjugas la quietud y el buen sentido.
En el Nirvana del "dolce far niente"
finges un saxofón que displicente
trasmuta en humo todo su sonido.

Kipling dijo...

Gran poema, jajajaja.

¡El atacador se ve en la foto, Cama! En el reposapipas, abajo, una cosita brillante de metal.

¡Te veo muy puesta en el mundillo de la pipa, Cama!

P.S.: Las pipas de la foto son mías realmente.

severinne dijo...

Mr. Kipling, me ha gustado mucho tu entrada, y por supuesto la foto (no dudaba que fueran tuyas). Me ha gustado el repaso que le has dado a la historia de la pipa y del tabaco, hasta llegar a lo que sientes cuando te fumas una. Lo único que no me ha gustado ha sido lo de los que han caído en las garras del misérrimo cigarrillo. Por supuesto no hay comparación entre el ritual de encender una pipa o el de encender un cigarrillo, pero te diré, de parte de una que está atrapada en esas garras, que cuando te enciendes un cigarrillo que de verdad deseas, cuando ves ese puntito rojo de brasa, y las volutas de humo pasar junto a tu cara, dibujando caprichosas formas, cuando lo tienes entre tus dedos con la misma delicadeza que si tomaras la mano de un bebé... Entonces yo también siento un gran placer y me recreo en el sabor, en el olor y hasta en el color del humo, también puedo cerrar los ojos y disfrutar del momento.
Hoy por ejemplo me he fumado un paquete entero de cigarrillos, de los cuales sólo he disfrutado dos. El resto han sido los nervios del día los que se los han fumado, y por supuesto, no los he saboreado.
Las cosas, con mesura, dicen.
Nota: La foto, como siempre, magnífica. :D

Kipling dijo...

¡Mil gracias, Seve! Que te haya gustado viniendo de quién viene es un piropazo. :)

Respecto al misérrimo cigarrillo, pese a que me quede corto en su adjetivación, la verdad es que tienes razón. Cada uno disfruta con lo que quiere. Y sobre gustos no hay nada escrito. Lo que pasa es que como tú misma reconoces, del paquete de cigarrillos de hoy tan sólo te han sabido a gloria dos. Porque verdaderamente te tiene atrapado entre sus garras (como no puede ser de otro modo con esa forma de consumir el tabaco) y te priva del disfrute en un 90% de los casos, según la estadística que infiero de tus datos (2 de 20). Quién disfruta realmente cuando te fumas los pitillos probablemente sea un fulano de Philip Morris.

Lo de la pipa en cambio, es otra cosa. Hablo por mí, que no fumo más de tres o cuatro pipas al año, pero esas que enciendo las disfruto como un enano y me llegan y me sobran.

SubHatun dijo...

Grande Kipling! Fantastico relato de una gran ceremonia

risk dijo...

Me llegaron unas hojas recién sacadas del árbol y les pregunto a ustedes, que saben de mitología clásica. ¿Qué onda con eso de masticar laurel fresco? ¿O mejor lo uso para estofar una carnecita?

Kipling dijo...

¿Masticar laurel, Carlitos? Reserválo para la excursión anual que organizamos los Hatunes a Delfos a preguntar a la pitonisa. El año que viene preguntaremos qué pasa con la Real Sociedad, si asciende, se queda donde está o se diluye como un terrón de azúcar en el té de las 5...

Y ese estofado pinta muy bien, Carlitos. Como siempre, maestro de los fogones. ¿Misma hora, mismo sitio? ¡Haz sitio a mi nave en el hangar, que arribo en unas horas! ;)

catiti dijo...

Ya sabes Risk, el que se encuentra la hoja de laurel en el plato es que se va de viaje. Pero no hagas trucos, eso no vale

Irati dijo...

Bueno kipling, ya he leído lo que has escrito sobre las pipas. Y qué quieres que te diga, lo que te dije ayer, muy bien, como siempre. Eres una máquina a la hora de escribir, y sobre todo describir cosas, situaciones etc. Y para hacerte más la pelota :-p, foto bonita oye!, son tus pipas??
La verdad es nunca he fumado en pipa, pero el olor no se me olvidará nunca por culpa de un profe que tuve, cada vez que entraba en clase deciamos: -ya ha fumado pipa Don Fernando". Como te dije ayer, me encanta el olor.=^_^=

Kipling dijo...

Son las mías, claro, Irati. Una Hilson, una Prince Albert y mi orgullo personal: mi Stanwell.

¿A que son chulas?

Irati dijo...

pues sí son chulas, me gusta la primera.