lunes, 20 de abril de 2009

TACONES CERCANOS (resacuento) I

Me despertó un principio de arcada acompañado de un dolor de cabeza intenso que amenazaba con crecer y la pavorosa sensación de no saber donde estaba. El pánico fue absoluto, pero duró apenas los cinco segundos que aguanté sin abrir los ojos. Cuando volví a cerrarlos inmediatamente después, heridos por la brutal claridad del mediodía, ya había reconocido los amables objetos del salón de mi casa.

Intenté volverme a dormir pero había un olor asqueroso que no podía seguir ignorando, sentía una nota discordante en el tacto de mi propia cabeza y tampoco era capaz de desprenderme de la angustiosa sensación de no estar sola ni a salvo. Volví a abrir los ojos, usando la mano izquierda como visera y corrí a cerrar las cortinas. El ruido de mis tacones sobre el parquet me revelo que no solo había dormido tirada en el sofá y vestida sino que además lo había hecho con las botas puestas.

Sobre la mesa había una lata abierta de algo repugnante que identifiqué como calamares en salsa americana, estaba vacía y se había reutilizado como cenicero, lo cual explicaba el olor asqueroso que lo impregnaba todo. A su lado, un paquete de Marlboro a medias y un mechero bic azul con el logo del bar donde suelo desayunar los jueves. Pensé tirar la lata a la basura pero la idea de desenrollar una bolsa y colocarla en el cubo me dio tanta pereza que desistí.

Volví al salón, abrí la puerta de la terraza, siempre con la mano izquierda protegiendo insuficientemente mis ojos, observé encantada el fantástico colorido de las petunias y los claveles chinos, miré hacia ambos lados, comprobé que no pasaba nadie por la calle y arrojé la lata a la calzada con todas mis fuerzas. No le acerté al flamante y odioso Audi de mi flamante y odiosa vecina, pero casi. La gamberrada me puso de buen humor. Entré en casa otra vez y fui hacia el cuarto de baño, canturreando el día que me quieras, la rosa que engalana....Abrí la puerta, todo estaba en su sitio, incluida la barra de labios que olvidé la noche anterior sobre la caja de kleenex. Hay parejas híbridas de humanos y objetos que duran toda la vida, cualquiera sabe que el auténtico viudo del viejo Charlton Heston, es en realidad su rifle. Mi relación con el lápiz de labios no es menos intensa .Cuando la noche anterior lo había echado de menos en el primer bar ya lo interpreté como un mal presagio, pero me rehice, porque había salido dispuesta a darlo todo, a morir por Dios, a olvidarme de mí, a ser otra.
Resistí heroicamente la tentación de mirarme al espejo, intuyendo que seria peor, imaginando los largos churretones de rimel por mis mejillas, los ojos hundidos y gastados, la piel mate, las conocidísimas y previsibles huellas del desastre. Abrí el grifo del agua caliente, me desvestí deprisa y me metí en la ducha, la sensación de mareo seguía creciendo, e hizo secundaria esa tenaz nota discordante en el tacto de mi propia cabeza, cuando no tuve mas remedio salí y vomité, después me dejé resbalar hasta el suelo y me quedé un momento sentada sobre las baldosas heladas. Me obligue a regresar a la ducha, abrí el agua fría y resistí sus alfilerazos con la determinación de un suicida, me envolví en una toalla y salí. El espejo seguía ligeramente empañado pero la rubia de pelo corto que me miraba desde él, apenas tenía algo que ver conmigo, solo compartíamos un vago aire de familia y la resaca y la desolación.

Tengo el pelo largo, una bonita melena rizada, pensé, soy pelirroja, odio los calamares en salsa americana y hace por lo menos tres años que dejé de fumar. ¿Que está pasando aquí?. El sonido familiar de las llaves en la cerradura me devolvió el pánico, porque yo vivo sola. Claro que tú vives sola, tarada, me dije a mí misma en voz alta, pero a saber con quien cojones vive la rubia esta.

Justo cuando recordé que podía trancar desde dentro, se abrió la puerta. Al hombre alto y flaco, que entró en mi casa sin titubear, intentó reprimir sin conseguirlo una mueca de desagrado al ver las huellas que mis pies descalzos y mojados habían ido dejado en todo el pasillo , y depositó un beso aburrido, inequívocamente doméstico, en mi pelo(el pelo de la rubia), sin que yo alcanzara a salir del estupor... a ese hombre, yo no lo había visto antes en toda mi vida.
Continuará (espero)

26 comentarios:

alma dijo...

Cuando digo que espero que continue lo digo porque depende de vosotros, me gustaria que os animarais y terminarais la historia...podeis ser yo, la rubia, él, la vecina o el audi,el copón de Bullas, cualquiera... lo único que no está permitido es decir que todo fue un sueño. Con el trabajo que me está costando echarlos de casa a la rubia y a él :-P

DarkStar dijo...

¿Así que nos echas el muerto a nosotros, eh? Primero les pongo el caramelito en la boca, pero verás cuando se den cuenta de que viene envuelto. Mala, mala, mala...

Meditaré sobre esto, ahora mismo no se me ocurre ninguna forma de continuarlo.

¡Besos!

Kipling dijo...

Me motiva, querida, me motiva MUCHO.

En horas de trabajo no, que tengo que enfocar mi neurona hacia otros menesteres, pero por la noche quiero escribir algo.

Grande, Almita.

Lorielana dijo...

Vale, Kipling, tu sigues, yo cojo el testigo y el siguiente que se apunte a la lista.
Que sugestivo relato Sista. Ahora tengo que esperar a ver como lo continúa el teniente para ver por donde lo lleva, pero va a ser una experiencia genial juntarnos todos en un mismo cuento.
Precioso, precioso sista. De todas formas te propongo un reto a ti guapa.
Cuando los demás hagamos nuestro trabajo tu le pones el final. El circulo quedá perfecto así.
¿De acuerdo?

alma dijo...

Ya veremos, Lorie, ya veremos :-). La historia original sigue, (la pobre como no puede a más le pregunta al tipo si es el quien se ha comido los calamares y se monta Troya)
y hasta ahí puedo leer...
Pero lo que a mi me interesa es el final que le dareis vosotros.

Kipling dijo...

Ha salido una historia pelín sórdida. Supongo que por la hora que es. Este es un final posible de la historia de Alma. Creo que así ya estaría acabada. No obstante si alguno quiere continuarla, avanti. Y sino, propongan alternativas.

Y a ver mañana qué cara se me queda a mí en la oficina...

VERSION 1.0
Subtítulo "El peor castigo"
- ¿Y tú quién eres? –grité.
- ¿Qué dices, cariño? – respondió aquel tipo engominado.
- Digo que ¡QUIÉN COJONES ERES! – comencé serena, mientras rechinaba los dientes, terminando la frase con un grito.
- Vaya, veo que aún te dura – respondió él, como si nada, mientras se aflojaba el nudo de la corbata y se acercaba al mueble-bar.
- Que aún me dura el qué. Un momento. Aún no me has dicho quién cojones eres – pregunté inquieta, mientras él se agachaba en busca de una copa.
- ¿Jueguecitos? ¿Es necesario? – dijo serenamente, sin apenas mirarme, mientras se servía un whisky sin hielos.
- Vamos a ver – traté de razonar, con la mente más turbia que el agua de una alcantarilla - Entras en… ¿mi casa? Me tocas el culo recién salida de la ducha… Un momento, lo que debería estar haciendo es llamar a la policía.

Agarré el inalámbrico y comencé a marcar el 911, pero la parsimonia y absoluta calma de aquel fulano me dejaron más fuera de combate que un derechazo de Tyson

- Estoy hablando en serio – amagué, sin terminar de creérmelo yo misma.

- ¿Te preparo un Bloody Mary? – dijo con voz meliflua aquel tipo que miraba descaradamente mi desnudez - Por si no lo recuerdas, es lo que acostumbras tomar para quitarte esas resacas de orangután. ¿Quién te mandaría beberte esa última botella de ginebra?

¿Ginebra? ¡Pero si yo aborrezco la ginebra!, pensé.

- Oye, mira - dije según me enfundaba el albornoz que estaba encima del sofá de cuero - No tengo ni la más remota idea de lo que hayamos hecho tú y… la rubia… quiero decir… yo… ayer por la noche. Pero pasara lo que pasara, y no quiero bajo ningún concepto que entres en detalles… ¿entendido?... Decía que quiero que cojas TU pijama y TU cepillo de dientes… ¡y te largues de aquí echando hostias!
- ¿Bueno, no crees que ya está bien? Vas a despertar a Mike, a Kenzo y al resto de los chicos. Recuerda que mañana os espera esa larga gira promocional por el sudeste asiático de la que tanto llevas dándome la guerra.

Un momento… ¿Gira por el sudeste asiático? ¿De qué diablos hablaba este fulano con pinta de gigoló de cuarta? Pese a lo trastornada, abotargada, medio-borracha que estaba, y con ese dolor punzante en la base del cráneo, las palabras salieron por mis labios como un torrente:

- ¿Cuándo salimos? Despierta de una vez a esa pandilla de gandules y que algún maldito botones venga a hacer mi puto equipaje. Me llevo los 16 pares de “manolos”. Las botas de jerifalte nazi me las llevo puestas. Y la boa. ¡Que nadie se olvide de la boa! Y por supuesto, mis DG. ¿Dónde están? ¿Cómo he podido aguantar toda esta luz durante este puto tiempo? Odio Barcelona, coño.

- Y yo qué sé. Pero ya te ha costado volver en ti. Joder, ¿has vuelto a probar el material del chicano ese? ¿Cómo se llama? Bueno, ya sabes a quién me refiero. Y vete olvidándote de que los botones te hagan nada. Estamos en casa de la loca de tu hermana. Por cierto, ¿dónde está? No la he visto desde que estoy aquí.
- ¿Mi hermana? – pregunté tras un largo silencio.
- Sí, joder, tu hermana. Coño, cada día te pareces más a ella. Estáis igual de locas – dijo, mientras se me acercaba por la espalda y me agarraba el pecho.

No es que me pareciera. Es que en realidad lo era. Yo era mi propia hermana. Pero… ¿cómo? Lo último que recordaba era que mi hermana había tomado un avión hacia Barcelona. Llevaba años sin verla. Y aprovechando que ella hacía escala aquí, la había invitado a pasar la noche en mi casa. La víspera habíamos compartido más de una botella de alcohol de quemar y eso de lo que un gramo es suficiente para hundir a la gente en el abismo más profundo.

Poco a poco, el algodón de azúcar que había en mi cerebro empezaba a deshilacharse y recobré la memoria de lo sucedido la noche anterior.

Mi hermana se había pasado literalmente de la raya y había caído inconsciente en el suelo, pegándose en la nuca con la mesa de cristal. Así me la encontré al menos, con la lengua fuera, la cara amoratada, los ojos como huevos duros y un reguero de sangre corriendo por sus amplios orificios nasales. En ese momento, recuerdo que mi vida se venía abajo. El corazón me latía a diez mil revoluciones por minuto. La habitación parecía estrecharse a mi alrededor, y me notaba el pulso en una vena de la sien. Pum pum pum pum pum pum… Años, días, segundos… Los recuerdos compartidos con mi hermana se agolpaban en mi retina, como si todas llegaran al tiempo y ninguna se quisiera marchar y ocuparan todo el espacio de la pantalla de plasma 16:9 extragrande que en aquel momento era mi mente. Jugando conmigo en la playa, compartiendo barra de labios, tomando tequilas… En ese momento lo habría dado todo por que el cuerpo inerte de mi hermana no hubiera estado ahí, tirado en el suelo, con una sobredosis de coca. Lo habría dado todo por que mi hermana siguiera aún con vida, por que siguiera con su furibunda vida de luminaria del rock… Pero sobre todo porque nadie me relacionara nunca jamás con lo sucedido. Yo en realidad no había hecho nada. Nunca había jugado con las drogas. Ni siquiera al terminar el instituto, cuando hicimos aquel viaje a Marruecos. Pero anoche de pronto, todo parecía irse por el sumidero de la ducha. Quizá deseaba saber qué se sentía siendo una estrella. Tal vez en el fondo, deseaba que mi hermana hubiera muerto, y por ello ahora sentía una carga encima como la losa bajo la que pronto yacería ella. Tal vez, muy en el fondo lo que deseaba era ser mi hermana, suplantarla.

Alguien debió de escuchar en alguna parte. Porque parece que aquello es lo que sucedió. Ser mi hermana por el resto de mi vida. Adiós a mi vida. Yo ya no existía. No estaba en aquella casa. Mi cuerpo había desaparecido. Se lo había tragado el suelo. Allá donde debía estar el cadáver de mi hermana estaba únicamente una mancha de salsa americana procedente de la lata de calamares que antes había tirado por la ventana del apartamento.

En el fondo debía estar contenta. Me había librado de los interrogatorios, de la policía, del escándalo, de los paparazzies y de que mi madre dudara por un instante de mi inocencia. Es más, ahora poseía la vida de Mona. La multimillonaria, la cantante, la mujer de negocios, la diva. No solamente su saneadísima cuenta corriente y su pasaporte con tropecientos visados para viajar por todo el globo, sino también su aspecto. Y no estaba nada mal, de hecho. En realidad siempre la había envidiado.

Pero, por otro lado… Mis méritos, si es que a partir de entonces alcazaba alguno, ya no serían enteramente míos, sino que serían de mi hermana. Mis amistades, si es que alguna vez podía trabar alguna amistad en ese mundillo loco del show-biz, ya no serían mías por completo, sino de mi hermana. Y aquel tipo que estaba a punto de acostarse conmigo, lo haría creyendo que en realidad era mi hermana. Ahora estaba condenada no sólo a vivir la vida de mi hermana, sino a ser mi hermana por siempre y jamás.

¿Puede haber peor castigo para una hermana celosa?

-FIN-

SubHatun dijo...

Que lindo... y que linda... El teniente se atreve, y no le falta talento, a mi me falta y no soy capaz de mancillar un relato tan bello....


Hola mis amados y amadiiiiiismas hatunes...

os echaba de menos

Kipling dijo...

Sub, compañerooooo!!!!!

Te echábamos de menos, amigo. :)

Y no digas bobadas, y cuando tengas un hueco escribes un relato, que se te da más que bien.

Un abrazo y nos vemos.

lilianne dijo...

Pero que buenísimos sois los dos, condenados....si no fuera porque poneis el nivel demasiado alto para mi, me pedía ser la vecina del audi, que siempre me han gustado estos coches.

Lorie te toca, seguro que lo bordas.

Nosotros si que te echábamos de menos, sub... y ponte a escribir ya, que a ti si que te sobra talento, otra cosa es que la vuelta de las vacaciones sea durilla y estés un poco perezoso, que se entiende perfectamente.

Besos hatunes.

alma dijo...

Kip,
ovación y vuelta al ruedo con una oreja en cada mano, espero que las orejas sean las de la rubia puñetera, ahora todavia me cae peor, en definitiva que odio a las rubia y amo Barcelona ;-P. Muchas Gracias Hatuniente. Me encanta.

Sub,Lili...creía que éramos hatunes, no gallinas;-)
Estoy esperando...

Kipling dijo...

Emoticón sonrojado hasta la coronilla, pero con una sonrisa de oreja a oreja.

Muchas gracias, Alma. :)

SubHatun dijo...

Aquella mañana de domingo salí a pasear solo, mi mujer había tenido cena con sus excompañeros del colegio, y siempre que salían juntas recorrían mentalmente los mismos pasajes que en su primera juventud, las mismas anécdotas de siempre, repasaban las mismas caras de siempre, en una bucle temporal que acaba a la mañana siguiente, cuando los diversos remedios contra la resaca hacían su efecto.

El día anterior se encontraba inquieta y nerviosa por el encuentro, repasamos juntos las viejas fotos con sus amigas, en ellas apenas se la reconocía, con su cara llena de pecas, ahora desaparecidas y su larga melena rizada y pelirroja, a día de hoy, después de innumerables cambios de color, rubia.

Pensé dejarla dormir, así que fui a desayunar a una cafetería con terraza en el parque, la mañana estaba despejada y esplendida, y allí, en mi mesa, compartían espacio y dedicación, el periódico, el café con bollo, los preciosos arriates de flores que habían plantado los jardineros del ayuntamiento esa misma semana, y el ir y venir unos pajarillos que picoteaban nerviosos en la tierra removida por aquellos.

Con estos entretenimientos me dio la una, y pensé seria buena hora para despertar suavemente a mi preciosa mujer. Un croissant de esos que tanto la gustan de la vieja pastelería, que ahora llevan los nietos de su fundador, pero siguen haciendo las cosas a la manera tradicional y, como dicen ellos, así seguirán aunque ello les lleve a la ruina. La prepararía un café con leche, y la llevé unas flores que “compré” en el parque, en un momento que nadie miraba.

Cuando cruzaba la calle hacia el portal algo paso a pocos centímetros de mi cabeza, una lata de lo que parecían calamares en salsa americana, que cayó a pocos centímetros del Audi de mi exuberante y encantadora vecina (según dicen trabaja de bailarina en un top-less, y todas las mujeres del vecindario la odian en al misma medida que los hombres la admiramos, hay que verla cuando sube las escaleras del portal con un movimiento de caderas de cadencia hipnótica).

Al entrar en casa mi mujer ya estaba levantada, y la encontré en el salón, desnuda y mojada, gritando aterrorizada al verme….

Solo acerté a decir… Cariño.. Te he traído un croissant…

Kipling dijo...

Sub, tu relato tiene la magia de la serenidad, de la calma, de un domingo de resaca visto del revés. De las vivencias de la cotidianeidad, que muchas veces son más fascinantes que lo sobrenatural.

Tiene un toque reposado y descansado. Muy elegante.

Me ha recordado al claro de luna de Claudio. Te lo dedico:

http://www.youtube.com/watch?v=Yk2fnz0GJ7k

Me ha gustado. :)

alma dijo...

Casate conmigo blogue, por favor...me han entrado unas ganas de ser tu mujer :-P
Y por cierto, no estaba desnuda, ya sabía yo que lo primero que harías sería quitarme la toalla. Gracias Hatun

catiti dijo...

Joool, sois estupendos, no sé cual de los tres me gusta más. ¿Ahora quien se atreve? yooo, me atreveré, no tengo mucho en los próximos dos días, pero prometo esforzarme. Lo conseguiré (aunque nunca llegue a ser como vosotros). Por cierto, Alma, quién no querría tener a este hombre por marido?, aunque compre las flores en el parque, al menos, se acuerda de comprarlas. Kip, eres genial.

Bienvenido comandante.

aratz dijo...

Dormía plácidamente como un niño. Su cuerpo moreno y fibrado se estiraba sobre la cama tapado solamente por una fina sábana de raso blanca, lo que aproveché para salir a la terraza, el rincón donde me refugiaba para poder fumar tranquila.

Algo que no llegue a identificar, pero que dejó un reguero de polvo en el aire, salió disparado desde la terraza del piso de arriba y cayó junto a mi recién estrenado Audi TT. ¡Mierda, por un día que no lo guardo en el garaje, la rubia botella de arriba se dedica a tirar cosas por la ventana!. ¡Y seguro que ha ido directa a por mi coche!.

Siempre ha sido una envidiosa, no soportaba que su marido me mirara, ni me dirigiera la palabra cuando nos cruzábamos en el portal o en el ascensor. Los gritos entre la pareja pasaron a ser una rutina a la que nos acostumbramos todos los vecinos, y mi nombre era el protagonista de las voces que resonaban entre los muros del moderno edificio de apartamentos.

¡Y ahora se pone a cantar boleros a viva voz, …el día que me quieras... Si por lo menos no desafinara tanto, sería soportable a estas horas de la mañana!

La antigua pelirroja de larga melena se fue convirtiendo en mi imagen especular, comenzó a frecuentar la peluquería de la que soy clienta desde mi llegada la ciudad, se tiñó el pelo de rubio y se lo cortó a la misma largura que el mío. Su rosario de visitas a las clínicas de estética fueron una constante estos dos últimos años, un retoque de nariz, otro de barbilla, otro de orejas, un aumento de dos tallas de pecho, una lipoescultura de muslos y glúteos,… que fueron minando la paciencia y la liquidez de su marido.

Retomó su adicción al tabaco , la misma marca que yo fumo, y eso que su marido nunca ha soportado el humo del tabaco; se compró un Golf del mismo color del que yo tenía; compraba en las mismas tiendas, frecuentaba los mismos bares,… Me sentía acosada, vigilada, e llegue a plantear dejar la ciudad y el trabajo,…

Una voz me saco de mis pensamientos, -Cariño, ¿dónde estás?, ven conmigo a la cama. Volví al interior del dormitorio, le besé en los labios y al oído le susurré:

-Cariño, tendrás que subir, tu mujer se ha vuelto a escapar de la clínica.

Kipling dijo...

Juasjajajajaja!

¡Grande, Aratz! Le has dado la vuelta a la tortilla completamente. Jejeje. Me gusta. :)

SubHatun dijo...

Juuuaaas, que bueno Aratz....
la vecina va a dar juego

alma dijo...

Achoooooooo
Gracias...mira que eres malo eh? malo malísimo, por eso te quiero más :-P. Kipling me mató pero por lo menos me regaló veinte pares de zapatos osea que como se dice al mal tiempo Donna Karan...pero tú me operas y no me coses.
Todavía me estoy riendo.

Lorielana dijo...

vale, es una auténtica vergüenza que me atreva a publicar despues de lo que he leido, pero lo prometido es deuda.

Mientras salía de su estupor, se fijó en que el tipo tenía en las manos un llavero con el logo del Audi, y el aspecto indudablemente pijo de los tíos que nunca le habían gustado. Guapo con ganas, impecablemente trajeado y de mirada esquiva. Con ese aire de superioridad producto de una buena cuna y un exceso de mimos. Al besarla, el aroma de perfume caro no ocultaba el tufo a colonia barata que la fulana del tercero dejaba en el ascensor cada vez que se cruzaban. ¡Que raro!. Se acordaba de la vecina y no tenía ni idea del supuesto marido que la besaba con humillante familiaridad. Se arrebujo en la toalla mientras buscaba a tientas un albornoz que ocultara su desnudez. No soportaba su mirada indiferente, su roce apenas sugerido, la falta de deseo.
Cruzó el pasillo y llegó hasta su dormitorio. Los muebles, las cortinas, y hasta la colcha eran una extensión del Audi, y por ende del marido. Vio fotos de los dos, fotos de boda, fotos de viajes, en marcos de plata y elegantes diseños. Y a los pies de la cama una caja. Era como un incongruente postizo dentro de la estudiada habitación. De madera, pintada con alegres colores y flores amarillas. Estaba abierta y su contenido desparramado por el suelo. Las punzadas en la cabeza se intensificaron y la nausea volvió con redoblado ímpetu. Fotos rotas, cartas arrugadas....Se agachó y un dolor agudo en el estómago la dobló hasta sentarla en el suelo, la cara apoyada en las rodillas. En un trozo de foto había dos rostros sonrientes, que miraban fijamente a la cámara, con la felicidad pintada en cada poro de la piel, tan intensa que traspasaba el viejo papel. Era su otro yo. La pelirroja de rizada melena y un chaval casi tan joven como ella, no demasiado guapo y a la vez enormemente atractivo. Moreno, con una media sonrisa irónica que le llegaba a sus profundos ojos negros. Le resultaba tan familiar, tan cercano...cogió una carta al azar...alisó con los dedos el papel, y un letra grande y bonita puso fecha a sus recuerdos. Siete años atrás.
Poemas, declaraciones de amor tan divertidas como explícitas. Tan procaces y por ello tan románticas. Y un adiós seco. Y los recuerdos en riadas, las borracheras, la anestesia buscada en el alcohol, en drogas y en cualquier pastilla que la hiciera dormir. Noches locas con desconocidos que lejos de satisfacerla la vaciaban por dentro. Tuvo su parte buena. Durante un tiempo consiguió convencerse de que era libre, de que al igual que él, conseguiría vivir lo que las ataduras del amor no le hubieran permitido. Y se permitió todo. De Borrachera en borrachera, de abrazo en abrazo, cada vez más flaca, cada vez más sensual, cada vez más bella...y cada vez más desesperada.
La familia tomó cartas en el asunto. Su paciencia llegó al límite cuando llamaron de urgencias, por un coma etílico. La ingresaron, la rehabilitaron, le hicieron recuperar peso y domaron su melena. Aun seguía siendo pelirroja. Aun conservaba el aire celta que tanto le gustaba. Y un amigo de su hermano fue a visitarla. Parecía tierno. La mimaba, se sentaba junto a ella. Pero jamás, nunca, le preguntó por que estaba allí. Todos daban por hecho que ella no querría hablar. Que era mejor que olvidara. Y escondieron sus recuerdos bajo llave, en una ingenua caja llena de flores, un inocente refugio para ocultar su sórdido pasado. Estuvo de acuerdo. No saber, no recordar...y el tipo delgado y con ropa de marca se convirtió en otro tipo de anestesia.
Llegó la boda, llegaron los hijos y de un piso más pequeño a otro mayor, de una hipoteca a otra, de un coche viejo a un Audi, a medida que el marido avanzaba, a medida que ella se estancaba. Pero siempre llevó consigo el pequeño baúl. Y como Pandora tenía encerrado bajo llave los males que la acosaban.
Ayer su marido le dijo que su pelo era demasiado vistoso para la mujer de un ejecutivo, que llamaba demasiado la atención entre las demás esposas de otros directivos. Le recordó que se reía con demasiado estruendo y que evitará comentarios subidos de tono en las comidas. Le pidió cita en una peluquería de moda, y le enseño la foto de una modelo rubia y melindrosa. Y obedeció.
Al volver esa tarde a casa, ligeramente satisfecha del resultado, lo vio entrar a hurtadillas en casa de la vecina. Una divertida salvaje que daba ruidosas fiestas. Supo que buscaba en la amante lo que le había robado a ella.
Busco la caja, abrió los recuerdos y una botella de ginebra. Cogió el tabaco que la chica que limpiaba en casa fumaba a escondidas, y pensó, ¡que te den, estirado de mierda!. Por cierto su marido detestaba los calamares en lata, por ello abrió una y la uso de cenicero.
Después llegó el dulce olvido.

alma dijo...

Gracias Lorie.
Aries tarda pero cumple:-)
...
Ha merecido la pena esperar y chantajearte y agobiarte... Es muy lindo Lorielana, mucho. Muchísimo

No quiero oirte más bobadas sobre la vergüenza, ni otra uta vez, nunca mais. Esas cosas que dices si que deberían darte vergüenza porque son estupidas y porque no son verdad. Te quiero Sixtina.

Kipling dijo...

La que no sabía escribir... Lo que hay que oír.

Lorie, es cojonudo. Sin más.

SubHatun dijo...

aysss Lorie.... cuanto amariamos a los funcionarios si trabajaran como tu escribes......

Eres genial

lilianne dijo...

Lorie, ya sabía yo que no podía leer esto antes de escribir lo mío :-*)

Lo ha dicho el sub, eres genial.

DarkStar dijo...

Chicos, sois unos champions y unos valientes. Después de leído lo que habéis puesto, yo honorablemente me retiro (más vale callarte y que te crean tonto a hablar y que lo certifiques).

Kipling dijo...

Dark, muy mal.

¡Escribe! Que no se diga que a una donostiarra le tiemblan las piernas.