lunes, 5 de enero de 2009

LA REBELION DE LOS REYES MAGOS


Un manto de estrellas cubría el desierto. En la puerta de la aljaima dos extraños guardianes envueltos en gruesas capas calentaban sus manos. Uno, blanco y rubio, era hijo del norte sin duda. El otro, moreno y de ardientes ojos orientales. Una aromática hoguera que desprendía olor a incienso y romero alumbraba los ricos cortinajes de la entrada. El silencio era tan absoluto, que hasta el ligero susurro de la arena parecía haber callado.
Poco a poco, como un rumor de aguas lejanas, comenzaron al llegar los sonidos de citaras y flautas, de unas suaves risas y de cantos que celebraban un feliz encuentro. Con lento caminar aparecieron los primeros camellos. Formaban una gran caravana y al frente de ellos tres ejemplares blancos y lanudos sobre los que cabalgaban tres magos. El primero era un anciano de blancos cabellos y delicadas manos. Una sombra de dolor le cubría los ojos. Tras él, un joven con rizos castaños y luminosa sonrisa. El tercero, negro y parsimonioso, lucía hermoso sobre su montura.
Con agilidad se apearon de las nobles bestias y saludando con un ligero ademán a los vigilantes, se adentraron en la tienda dejando atrás la gélida noche. En el interior una dorada luz inundaba el espacio. Mullidas alfombras cubrían el suelo y sobre ellas estaban los cojines, una pequeña mesa y una tetera humeante con tres tazas.
Esta era una reunión secreta. Convocados por Melchor, ninguno de los otros dos sabía porque habían sido llamados en octubre, cuando el signo de libra lucía en el firmamento. No era hasta enero, con capricornio señoreando en el cielo cuando tenía lugar su cita. Era la primera vez en dos mil años que ocurría un hecho semejante.
La aurora teñía de rojo el cielo cuando acabó el encuentro. Graves y serios, ya no quedaba rastro de alegría en los rostros de Gaspar y Baltasar, la perplejidad y el desanimo se leía en sus caras. Sabían que no había más solución que la que habían tomado esa noche, pero era tan doloroso que no pudieron cruzar palabras de despedida. Sin mirarse se unieron a sus caravanas y se perdieron en la lejanía.
Dos meses después, en una ciudad cualquiera del opulento mundo occidental, cientos, miles de personas, habían tomado las calles en lo que parecía una alegre fiesta. Docenas de comercios de todo tipo reclamaban a los clientes con bonitas luces y adornos navideños. En algunos de ellos sonaban villancicos tradicionales que celebraban la natividad del Señor, pero en otros simplemente se oía un demencial ruido que atontaba a la muchedumbre obligándolo a comprar más y más rápido. Perplejos padres leían atentamente las instrucciones del último videojuego, y asustadas madres hacían cuentas mentalmente. Mientras, los niños consentidos y mimados pedían en un berrinche continuo los más sofisticados y caros juguetes. Sin desearlos de veras, sabiendo que diez minutos después de abierto, iban a suspirar por otro diferente, más violento y más nuevo.
Esa noche de Reyes, cuando los pequeños se acostaron, en todas las casas un enjambre de adultos atareado como abejas preparaban paquetes, los envolvían con brillantes papeles y los cruzaban con lazos de chillones colores. Uno a uno, los colocaban bajo el abeto. Eran tantos que hubo que despejar el pequeño nacimiento, dejar en una esquina el misero pesebre con los animales que daban calor y los pastores que adoraban al recién nacido. Como era tradicional, en todas las cocinas de todas las casas los niños habían preparado copitas de anís y dulces para los tres reyes, y un cubo con agua para los camellos. Los padres sabían que antes del amanecer tendrían que comerse y beberse ellos mismo las viandas para conservar la ilusión de los hijos.
Cuando la sombra del sueño se apoderó de todos los habitantes de la ciudad, fantasmales figuras fueron apareciendo en los salones, revolviendo los paquetes, pasándoselos a otras figuras más etéreas que iban llenando las alforjas de enormes camellos. Al amanecer se habían ido, no quedaba rastro de su paso, no se habían bebido el anís, ni comido los polvorones. Los pesebres volvían a ocupar su sitio de honor bajo el árbol y las familias comenzaban a desperezarse del sueño.
Como un tropel las criaturas saltaron de la cama, corrieron los pasillos esperando encontrar las docenas de juguetes que había exigido. Ni uno menos de los que querían los daría por satisfecho. Pero mudos de asombro vieron que no había nada. Asustados padres llamaban a la policía, que recibía cientos de llamadas con un mismo mensaje. ¡nos han robado los juguetes!. En todos los hogares el mismo lamento, los mismos gritos histéricos, las rabietas sin llantos.
Todos a una los comercios volvieron a abrir sus puertas, pero ya no les quedaba apenas género. Balones de futbol. Vestidos de bailarinas, camiones de bomberos, trajes de exploradoras y gemelos. Libros de aventuras y láminas con dibujos de pájaros. Y cada uno de ellos tuvo que conformarse con un solo artículo que escogió con cuidado para dar con el juguete perfecto que sustituyera a los desaparecidos.
Esa tarde, Alberto, un niño gordito recibió un balón de reglamento, y en el había una nota escrita con exquisita caligrafía. “Este es el teléfono del canijo”. La pequeña y delgada Silvia fue obsequiada con un traje rosa de bailarina, medias y zapatillas blancas y una pequeña corona de plástico. Estaba adorable vestida de tul y bailo con alados pies durante horas. El canijo que era un chico tímido pero soñador, tuvo en sus manos unos gemelos y laminas de preciosos animales que miraba con aires de entendidillo. Rosa, tan brava y decidida recibió el traje de exploradora. Se imaginaba a si misma como una versión femenina de Indiana Jones. Horas más tarde, Alberto sudaba feliz y contaba a sus padres que esa tarde había hecho un amigo, que habían jugado al futbol y observado las gaviotas de la playa. Mientras Silvia seguía bailando radiante de felicidad y Rosa soñaba con Selvas y templos malditos.
Agotados se fueron a la cama, no habían pasado por la cocina, por eso a la mañana siguiente se asombraron cuando vieron que el cubo de agua estaba vacío, en las copas de anís no quedaba ni una gota y de los polvorones solamente los envoltorios cuidadósamente doblados.










11 comentarios:

SubHatun dijo...

Que bonita utopia luchar contra el consumismo salvaje y el brutal mercantilismo que preside esta sociedad.... lo malo es que la batalla se perdió hace mucho tiempo

lilianne dijo...

Que preciosa historia,Lorie!..Seguramente tendrá razón el sub y será una utopía luchar contra el consumismo, pero yo no me resigno y trato de aportar mi granito de arena, intentando que la noche de reyes siga siendo mágica.

Recuerdo con la misma emoción el día en que me trajeron aquella preciosa muñeca con su abriguito de paño (nada que ver con las barbis de ahora,vestidas de pendones verbeneros) que aquel otro, en el que el mayor de mis sobrinos lloraba de alegría, al ver que aunque todos le decían que era malo, malísimo, los reyes no se lo habían tenido en cuenta y le habían dejado aquel maravilloso futbolín del que se había enamorado en la tienda de juguetes.Un par de años después, este mismo sobrino me decía:

-Tita, tengo que decirte algo igual no te va a gustar.
-Dime.
-Yo ya se quienes son lo reyes, en realidad ya lo sabía el año pasado, pero me cuentas historias tan bonitas y se te ve tan ilusionada que me daba pena decírtelo.Además me hace tanta falta la bici nueva!.

Ya han pasado bastantes años de aquello y todavía se sigue riendo de mi cada vez que lo recordamos, pero ahora es él quien les cuenta historias bonitas a sus primos más pequeños y mañana por la mañana se nos caerá la baba otra vez, viendo a los pequeñajos temblorosos y emocionados abriendo sus regalos.

elcamaleón dijo...

!Ay Lorie! la ilusión transforma la espera en esperanza.Todos tenemos necesidades sin las cuales es difícil nuestra vida,entre ellas la ilusión.Si estamos deprimidos solemos decir que no tenemos ilusión por nada.Y al contrario,si estás feliz dices que estas muy ilusionado.Curiosamente, ilusión significa "irrealidad" "engaño"muchas veces esa misma ilusión nos juega una mala pasada.Si hasta el pobre "iluso"se utiliza casi como insulto,como que cualquiera "se queda" con uno.
Yo no es que tenga una imagen romantica de la locura,pero pienso que hay cuerdos"muy cuerdos"y reflexionando un poco,no sólo de la razón podemos vivir,necesitamos imaginación,fantasía,magia,ilusión,y esa chispita de locura que de vez en cuando nos haga soñar..

Los padres debemos seguir alimentando y protegiendo la creencia de los Reyes Magos.El instinto nos dice,que parte de la felicidad de los niños se debe a la ilusión,no es engañarlos...Los que somos padres lo entendemos,sólo ver la expresión de la cara de un niño al ver el regalo,ese "nerviosismo",ese "brillo" en los ojos,por todo eso,si los Reyes Magos no existieran...Habria que inventarlos.

Aibalaostia...¿Y quien no lleva un niño dentro?

Joer Patxi...es que los de Bilbao somos cojonudos,¿verdad?
Aibalaostia¿pero qué cojones dices tú de Bilbao,si tú has nacido en Cuenca?
Oye Patxi, perdona...!!!los de Bilbao nacemos donde nos da la puta gana!!!

Kipling dijo...

Precioso cuento. Poético, evocador, me retrotrae a... apenas unos añitos de nada. ¡Que me gusta cómo escribes, Lorie!

Y a ver si los reyes me traen la capa inverness... ya que papá Noel no se ha acordao. ;P

Ulyses dijo...

¡ Un cuento precioso!, enhorabuena. La Batalla contra el consumismo salvaje no está perdida del todo, aún quedan rincones de esperanza. Me ha traido a la mente a muchos niños que esta noche, recibirán juguetes parecidos a los que describía Lorialana en el cuento. Juguetes ya usados, olvidados en un rincón que vuelven a cobrar vida para ilusionar a un niño o a una niña que probablemente no creen en los Reyes Magos, pero que aún se creen mucho menos que puedan serlo los padres. Para esos niños un montón de voluntarios se convierten en pajes improvisados y acogen con estudiasmo la misión de regalar un poquito de ilusión en nombre de...los Reyes Magos. Así que, Lorielana, tu cuento, como se diría de ciertas películas, esta basado en hechos reales.

Muchas gracias.

janis_joplin dijo...

feliz noche de reyes...que no os traigan carbón

severinne dijo...

La pequeña Silvia está encantada con su traje rosa de bailarina. En cuanto ha abierto el regalo, se lo ha puesto, y se ha dedicado a recorrer el largo pasillo de su casa bailando al son de una música que sólo ella podía oir. Hoy muchos niños juegan con amigos imaginarios, hablan con capitanes de barcos o marcan goles al portero de su equipo favorito, ganan carreras de bicicleta a grandes ciclistas que nadie puede ver, y muchos no se dan cuenta que el verdadero regalo que traen tantos juguetes es su imaginación.
Seguramente con el paso de los años esa imaginación, en algunos, como en Lorie, se traducirá en cuentos magníficos y en palabras preciosas que los volverá a transportar de nuevo a su infancia.
Gracias, Lorie, por haberlo hecho, me ha encantado este regalo de reyes.

Lorielana dijo...

Gracias a todos. Vosotros habeis sido lo mejor del 2008, espero que los reyes me regalen otro año con vosotros. Y con los que se fueron.

Irati dijo...

Madre mia, qué de entradas se han publicado, y todo historias sobre los Reyes Magos..
Lorielana, precioso cuento, me ha encantado, ya te lo dije ayer y antes de leerlo: "seguro que me gusta", y, así ha sido. Ya sabes tu misma que escribes de maravilla, eres una de las "del club.."
Ya sabéis que yo pertenezco a otro club.., el mismo club que se creo en el foroloco, yo no he cambiado ^_^ , seguiré así de loca......................................, por la música, por supuesto ;P

Muxue lorie!! ;)

alma dijo...

Recuerdo con un repuntin de mala leche el día amargo en que un niño de unos 10 años, cuanto yo tenía 7,me aseguró que los reyes no eran de verdad, y que los juguetes(y las demás cosas, como pijamas, calcetines, bufandas y gorros, esto es, lo que nadie les había pedido) los ponían los padres. Años más tarde, ese mismo terrorista infantil intentó ligar conmigo. Vas listo, le dije, ahora pretenderás hacerme creer que los destellos de la nieve al sol no son diamantes olvidados por los trasgus sino simples reflejos de la luz, ja. De que hablas? me dijo medio divertido/ medio acojonado...del rey Baltasar, so capullo, dije yo muy seria, y ahí, pues "fuese y no hubo nada"...También recuerdo un poema dulce y doloroso de Miguel Hernández, del niño cabrero y pobre que ni siquiera tenía zapatos que dejar en la ventana ls noche de reyes pero dejaba sus abarcas y las encontraba heladas y vacías a la mañana siguiente...pero con todo y eso, e incluso con todo el rollo del consumismo salvaje y la pérdida de las esencias y lo demás, la noche de reyes es la más maravillosa de todos los años...ver a un niño abrir un regalo de reyes con los ojos tan brillantes como el lazo que lo envuelve con la boca abierta por la dicha y el asombro...es una de las manifestaciones más sublimes de la belleza que yo he contemplado jamás, ver como los adultos hacen el esfuerzo de darse la vuelta como un calcetín, e inventarse historias mágicas y algunas deliciosas como la de Lorie, ver como en definitiva por un pacto firme y antiguo los que descubren el doloroso secreto se imponen una omertá blanda y decidida de mantener la ilusión y contribuir a la alegría(salvo algún gilipollas, como mi amigo)...hace que cada año, yo ponga mis zapatos al rey Baltasar, que a los otros no les tengo tanta fe, el año pasado que dejé mis más bonitos zapatos de fiesta pero solo para saludar porque no le pedí nada, me condujo a los hatunes...Larga vida a sus majestades

Lorielana dijo...

Gracias a todos, y gracias a mi queridisima sista. A mi también me contaron a los siete años, coincidimos una vez más, que los reyes eran los padres. Ni caso, por el amor de dios, si yo veía pasar por la ventana cada seis de enero por la noche la carabana de los reyes. Bueno vislumbraba sus sombras cuando asomaba la cabeza entre las mantas. Allí largas y estilizadas iban una tras otras, y me arrebujaba entre las sabanas para que no supieran que los había visto y allí me quedaba hasta que me vencía el sueño. Nunca, jamás creí a quien me lo contó, porque yo era testigo de su venida. Tengo cuatro sobrinos y a todos les he hablado siempre de la noche más mágica del año, y he procurado que vivan la fantasía de la generosidad de unos regalos que te llegan de un lugar remoto, traido por magos,magos de verdad, con mantos de armiño y coronas llenas de piedras preciosas. Y se lo he contado así porque juro que yo los vi, eran sombras y yo muy chiquitina, pero nadie me puede convencer de lo contrario.