jueves, 30 de abril de 2009
UNA DEUDA PENDIENTE
miércoles, 29 de abril de 2009
Creación del Mundo (Leyenda Apache)
Al principio nada existía. No había tierra, ni cielo, ni sol, ni luna. Solamente la oscuridad estaba en todas partes. De pronto, de entre la oscuridad surgió un disco delgado, con un lado amarillo y el otro lado blanco. Apareció suspendido en medio de la nada. Dentro del disco había un pequeño hombre: el Creador -El Que Vivía Anteriormente-. Estaba sentado. Como si se despertara de un sueño, se frotó los ojos y cruzó sus brazos.
Cuando parecía que nada iba a cambiar y que la oscuridad duraría para siempre, la luz apareció. El Creador miró hacia abajo y surgió un mar de luz. Miró hacia el Este y creó las líneas amarillas del amanecer. Al oeste, nacieron brochazos de innumerables colores, que pronto se esparcieron por doquier en sus infinitos matices, reflejados en las nubes.
El Creador recogió el sudor en su rostro con sus manos y dejó caer las gotas sobre una nube. Miró hacia abajo y en esa nube brillante vio que se hallaba sentada una muchacha, el fruto de su sudor.
- “¿Qué haces ahí y de dónde vienes?” -preguntó El Creador, pero ella no contestó. Él frotó sus ojos de nuevo y le ofreció su mano derecha a
- "¿De Dónde vienes Tú?” -preguntó ella y asió su mano.
- “Del Este, donde ahora ya no hay vacío" -contestó Él y se puso a caminar sobre la nube.
- "¿Dónde está la tierra?" -preguntó ella.
- "¿Dónde está el cielo?” -preguntó Él e inició un canto- "Yo estoy pensando, pensando, pensando lo que voy a crear”.
Y repitió su canto cuatro veces, su número sagrado. El Creador enjugó el sudor su cara con sus manos, las frotó y dejó caer unas gotas. Ante Él y la muchacha huérfana, se erguía también el dios Sol, de pié. De las gotas que había dejado caer había nacido el Pequeño Muchacho. Los cuatro dioses, reunidos en la nube, se pusieron a pensar.
- “¿Qué haremos ahora?” -preguntó el Creador-. “Esta nube es demasiado pequeña para que vivamos los cuatro eternamente.
Entonces, Él creó a Tarántula, Olla Grande, Viento y Hacedor de Relámpagos. Creó también algunas nubes hacia el oeste para que en ellas pudiera morar Hacedor de Relámpagos. El Creador entonó un nuevo canto: - “Dejadme hacer
Los cuatro dioses agitaron sus manos y el sudor de los cuatro se mezcló en las manos de El Creador, entre las cuales se formó una pequeña bola de color marrón -como el barro- no más grande que un guisante. El Creador la empujó con su pié y comenzó a crecer.
El Creador frotó su pecho con sus dedos y nació un colibrí, el primer pájaro.
- “Vuela en las cuatro direcciones y cuéntanos lo que ves”, dijo El Creador Al volver, el colibrí dijo “Todo está bien.
Pero
“El Mundo ya está hecho y ahora podrá calmarse” -y entonces fue cuando Él dirigió su atención al cielo que aún no existía y otro canto distinto surgió de su garganta. A parte de los dioses, no existía nadie. Cantó cuatro veces, veinte veces... y ocho personas, muy semejantes pero imperfectas, aparecieron para ayudarle a poner un cielo sobre
Sol voló para ayudar a
El Creador eligió entre ellos a Cielo-Muchacho para ser quien se responsabilizara de las demás Cielo-Personas. A la muchacha le puso el nombre de Hija-Tierra, encargada de la fertilidad y las cosechas y a la otra joven la nombró Muchacha-Polen, para que cuidara de todas las gentes por llegar.
Como el mundo era aun estéril y llano, el Creador le dio diversidad y creó animales y plantas, cordilleras y ríos. Envió a su pájaro para comprobar su apariencia. Cuando regresó a los cuatro días contó que todo era hermoso. Pero advirtió que en otros cuatro días, el agua del Este se desbordaría y un gran diluvio amenazaba con arrasarlo todo. El Creador hizo un árbol muy alto, y sobre el árbol
A los cuatro días tuvo lugar el diluvio. El Creador tomó en sus brazos a sus veintiocho ayudantes y se sentó en una nube. Muchacha Huérfana tomó al resto y los colocó en la enorme bola en la cima del árbol. Cuando a los doce días el agua retrocedió, la bola dejó de flotar y quedó suspendida de nuevo en la cima del árbol. De allí descendieron todos los ayudantes y, con urgencia, se pusieron a dar forma a las nuevas cordilleras, a los ríos, a los valles y colinas. De nuevo Muchacha Huérfana voló a las nubes a recoger al resto de dioses y reunió a todos, dioses y humanos, para escuchar al Creador.
- “Estoy pensado en dejar el mundo en vuestras manos” -dijo-. “Deseo que cada uno de vosotros se esfuerce en una tarea para hacer un mundo perfecto y feliz” -y repartió las faenas entres todos.
- “Tú, Hacedor de Relámpagos tendrás a tu cargo las nubes y el agua”.
- “Tú, Cielo-Muchacho, te encargarás de todas las cosechas y de enseñar a la gente a cultivar la Tierra”.
- “Tú, Polen-Muchacha, vigilarás la salud cuidarás de la salud de todos y curarás sus enfermedades”.
- “Tú, Muchacha Huérfana”, ayudarás a todos y velarás por que cada cual cumpla con su misión”.
Fue entonces cuando el Creador y
Grandes nubes de humo se alzaron hacia el cielo. A una de ellas se subieron el Creador y
Lakotas
martes, 28 de abril de 2009
PAISAJE GRANA. Platero y yo,
Yo me quedo extasiado en el crepúsculo. Platero, granas de ocaso sus ojos negros, se va, manso, a un charquero de aguas de carmín, de rosa, de violeta; hunde suavemente su boca en los espejos, que parece que se hacen líquidos al tocarlos él; y hay por su enorme garganta como un pasar profuso de umbrías aguas de sangre
El paraje es conocido, pero el momento lo trastorna y lo hace extraño, ruidoso y monumental. Se dijera, a cada instante, que vamos a descubrir un palacio abandonado... La tarde se prolonga más allá de sí misma, y la hora, contagiada de eternidad, es infinita, pacífica, insondable...
--Anda Platero...
De Juan Ramón Jimenez
domingo, 26 de abril de 2009
LOS SEÑORES DE LA TIERRA
sábado, 25 de abril de 2009
HORIZONTES LEJANOS
viernes, 24 de abril de 2009
TACONES CERCANOS(resacuento) IV y fin.
El diario no daba muchos detalles. Se limitaba a constatar que se cumplían dos años del asesinato de Mónica Andrade, dueña del Bar Sinaloa, a manos de uno de sus clientes habituales, un mejicano de cincuenta y cuatro años con un largo historial de trastornos psiquiátricos, que estalló en cólera al llegar al local y comprobar que la propietaria había impuesto su propio look a todas las camareras, con el objetivo de que todas parecieran ella misma, consiguiendo un desconcertante efecto que multiplicaban los espejos.
Añadía que, dos años después, el asesino seguía en paradero desconocido, tras haberse hecho literalmente humo la misma noche del crimen. También incluía dos fotografías: una del Tomás que yo más quería, la otra del primer dueño del Café Veracruz, poco antes de aparecer ahorcado en el local que ya era de otro. El periodista subrayaba especialmente el asombroso parecido, inquietante decía él, entre ambos. Yo leí con el corazón cada vez más encogido, las uñas de mi mano izquierda clavadas en la palma de la mano, los dedos de mi mano derecha acariciando con renovada ternura la fotografía desde la que me miraba con calor la personificación de la bondad y la locura, el icono perfecto del mejor Don Quijote. Sin poderme creer que nunca hubiera reparado en como se parecía al suicida del Veracruz, del que yo misma había recopilado tantos datos a lo largo y lo ancho de mi terca y fascinada obsesión por la maldición del Sinaloa. Tomás, sollocé, Tomás…
_ Qué? Preguntó conmovido, el que ya estaba clarísimo que era mucho más que el hombre de mi vida, qué pasa reina? Estaba allí, delante de mí, tan alto, tan flaco, tan morena su piel impecable y me miraba con los ojos tristes que sin embargo sabían reírse mucho y bien. Estaba allí, delante de mí, y era él. Don Alonso Quijano, quince años antes de perder la cabeza.
En aquella larguísima noche que había durado dos años exactos, Tomás había saldado con creces la cuenta de todas las copas que bebía en el Sinaloa, que eran muchas y que Mónica me descontaba de mi sueldo. Había cumplido mi viejo deseo de darlo todo, de morir por Dios, de olvidarme de mí , de ser otra y había hecho algo todavía mucho más grande: colocarme bajo la protección de aquella versión mejorada de si mismo; todavía joven, todavía inocente, intacto en su bondad pero a salvo de su locura.
Volví los ojos a la foto del diario para aprenderme de memoria los rasgos que quince o veinte años mas tarde tendría mi marido y tuve la tentación de salir corriendo. Pero no lo hice, porque me adapto bien al terreno, porque soy una resistente, porque antes doblada que partida, porque esa es una de mis mejores virtudes.
Entonces me levanté y fui a mirarme otra vez al espejo del baño. La rubia seguía allí, desolada en su abandono. Y aunque sonreí y aunque le tiré un beso burlón soplado en la punta de los dedos, y aunque me pinté los labios con cuidado con la barra olvidada sobre la caja de kleenex, ella no secundó ni uno solo de mis gestos. Seguía absorta. Muda y terca en su desconcierto.l Pasando una y otra vez los dedos por sus cabellos cortos.Buscando incansable, los rizos de mi antigua melena. Tanto peor para ti, le advertí divertida, porque lo primero que pienso hacer, antes incluso de teñirme el pelo, es cambiar el espejo del baño.
Recogí una camiseta tres tallas mayor que colgaba de la percha de la puerta y que uso a veces para dormir. Me gusta mucho, porque es un cartel de autopista con un indicador muy gracioso; “soy rubia, háblame despacio” ,y salí corriendo, canturreando el día que me quieras, a envolverme en el abrazo del hombre de mi vida que fumaba distraído en la terraza.
Cuando llegué se echó a reír, me abrazó y empezó a depositar una lluvia finísima de besos diminutos y golosos en mis parpados, en mis labios en mi cuello…Marian, me dijo mientras me besaba, que sí. Que sí qué? Pregunté yo. Que sí fui yo el que se comió los calamares.
jueves, 23 de abril de 2009
TACONES CERCANOS (resacuento) III
Alargó el brazo para alcanzar el periódico y mi mente voló al Sinaloa. Amo ese lugar. No es mío, pero de alguna manera sí, porque yo lo inventé.
El Sinaloa arrastra una maldición antigua. Ha sido un local de moda y de vicio desde principios del siglo XX, cuando un indiano aburrido y caprichoso lo abrió para su hijo bajo el nombre de Café Veracruz, en homenaje al lugar de donde provenía su fortuna y lo convirtió en el sitio más exclusivo de la ciudad. Sin embargo, el tiempo que pasaba en el café, convirtió la incipiente afición al juego del heredero en una obsesión que lo dominó y que poquito a poquito terminó con él ,comido de deudas. Tuvo que malvender lo poco que le quedaba y traspasar el negocio. Lo adquirió, por casi nada, un antiguo socio de su padre, que se había ido quedando también con todo lo demás, incluso con su mujer; una pelirroja flaca y lánguida que no hablaba nunca.
El nuevo propietario transformó el Veracruz en uno en uno de aquellos cafés-concierto. El hubiera deseado llamarlo París pero se decantó por Valparaíso porque le sonaba exótico a su mujer recién estrenada. Creyó que el emplazamiento del local y su distinguida parroquia lo convertirían pronto en un hombre rico y acertó aunque, la verdad, la alegría no le duró mucho. En la celebración de la nochevieja de 1932, un desafortunado descuido provocó un incendio que arrasó el lugar con la desgraciada consecuencia de seis víctimas mortales, entre ellas él mismo. Las malas lenguas decían que el incendio fue provocado por el antiguo dueño, que esa noche había sido visto cerca de allí. Pero eso era imposible porque lo último que el pobre hombre, arruinado, amargado y enamorado hasta los huesos había hecho en el Veracruz fue ahorcarse colgado de una de las vigas de madera noble del techo.
Con el tiempo hubo un aborto clandestino que desembocó en la trágica muerte de la camarera mas bonita de la sala Caribe, un tiroteo por un oscuro asunto de herencias que enfrentó a los dueños gemelos del café Buenos Aires, una reyerta por historias de drogas que acabó con la vida de la viciosa propietaria del Pub Venezuela…Y así sucesivamente, durante casi un siglo, la desgracia había ido marcando uno por uno, inapelablemente, a los dueños de todos negocios abiertos en el lugar que hoy ocupa el Sinaloa. Todos habían compartido las dos constantes, la tragedia y el topónimo americano.
Yo le había hablado a Mónica muchas veces de mi fascinación por el Veracruz. Siempre que pasábamos cerca. Le decía lo que me encantaría hacer con él si pudiera comprarlo. Mónica y yo no éramos exactamente amigas. Mi madre había trabajado planchando en su casa y algunas veces me había llevado a jugar, porque los padres de Mónica estaban muy preocupados por ella. Era una niña difícil que no tenía amigos propios y a la que le costaba mucho abrirse a la gente porque era muy tímida, como decía mi madre, pero también era egoísta y acomplejada y triste y resultó tremendamente dependiente. Se agarró a mi como un náufrago a una tabla y me llamaba a menudo y a me hacía regalos carísimos, que exacerbaban mi mala conciencia, porque por mucho que se empeñara mi madre, encantada con aquella amistad, lo cierto es que yo a Mónica no la soporto, nunca la he soportado.
Ella terminó por contagiarse de mi entusiasmo por el local. Y lo compró. Y lo llamó Sinaloa como lo hubiera llamado yo, que siempre acabo las noches de gloria beoda cantando a pleno pulmón narcocorridos de los Tigres del Norte. Y lo decoró como una réplica casi exacta del lo que había sido el Veracruz, como yo pensaba hacer, y se dedicó a cultivar el carácter maldito del local en lugar de intentar esconderlo como yo habría hecho, y colocó en la entrada un panel con las noticias y las fotos de los diarios donde se recogían todas las desgracias ocurridas en el Sinaloa desde que había sido café Veracruz. Las noticias se las recopilé yo misma. Y también incrementó en un 30%, el precio de las copas que se servían en el Sinaloa, tomando como referencia los antros mas caros que ella conocía y que eran los más caros de todos, claro. Exactamente como yo había previsto hacer porque que la conocía bien, y siempre había pensado que lo que sobraba en aquella ciudad eran pijos morbosos, aburridos y desgraciados como ella, con un montón de pasta para gastar.
Las ideas eran mías, pero yo no tengo dinero. Mónica sí, osea que ella las puso en marcha, el local es suyo, y es una portentosa máquina de hacerle tener más dinero. En un arranque de generosidad, supongo, también me ofreció un puesto de camarera, debí mandarla a la mierda, pero acepté. Amo al Sinaloa hasta con ella dentro.
Contra mis pronósticos también me enamoré de su clientela. Tenemos de todo:
De entre todos ellos , mi favorito es Tomás, un mexicano viejo que conserva intacto su acento criollo y que me gusta mucho, por alto, por flaco y porque es la personificación del Quijote, el icono perfecto de la locura y la bondad. Habla poco, y no paga nunca. Mónica lo odia porque cuando abre la boca es solo para recordarle que un día la maldición la alcanzará también a ella por ser tan avariciosa y después me mira a mí con calor y me dice que yo me voy a salvar. Me ha tomado cariño porque yo le invito siempre, claro. Le invito de verdad, Mónica me descuenta de mi sueldo todas las copas que bebe Tomás, y son muchas. Hace poco Mónica planteó la posibilidad de que todas las camareras nos cortásemos el pelo como ella y nos tiñéramos de rubio como ella y nos vistiéramos igual que ella, para hacer un ejército de clones detrás de la barra. Fue la única vez que Tomás perdió las formas, esa cortesía hidalga y antigua que lo hace tan especial. Se la quedó mirando fijo un rato hasta que la puso nerviosa, y después le levantó la voz por primera vez para advertirle que a mí me dejase en paz.
(MAÑANA FINAL)
miércoles, 22 de abril de 2009
TACONES CERCANOS(resacuento) II
_Que Cristina? Pregunté yo, instalada para mi propia sorpresa en la vida de otra, (me adapto bien al terreno, soy una resistente, antes doblada que partida, es una de mis mejores virtudes). Te has comido tú los calamares?, añadí.
_De qué hablas, qué calamares? Joder, Jodeeeeeeeeeeer, ¡mírate!, todavía estás pa´allá, pareces una yonky. Voy a llamar a Cristina, no puedes presentarte así en su casa, no podemos ir, dijo resuelto, y me dio la espalda para buscar el teléfono móvil en el bolso de su abrigo, el abrigo que se había quitado al entrar y ahora reposaba tranquilo sobre la mesa de la cocina, con los churros y el montón de periódicos y suplementos que me recordaron que, por lo menos, seguía siendo domingo.
_Que Cristina? repetí, obcecada, curiosa, absurda, definitivamente idiota. Como si eso importase algo con la que estaba cayendo.
_Mi hermana, coño, contestó exasperado, mi hermana Cristina, que Cristina iba a ser?
Se dio la vuelta y me miró con un cariño hosco, teñido de desdén, pero evidente. Entonces lo observé con detenimiento: treinta años muy largos, cuarenta quizás, todos comestibles en cualquier caso. Manos grandes, pies grandes, convencionalmente guapo sino fuera porque también tenía la nariz demasiado grande, más guapo aún para mi, precisamente por eso; el pelo muy corto, los ojos tristes que sin embargo daban la impresión de saber reírse mucho y bien, y tan alto y tan flaco y tan morena su piel impecable, un aire de hidalgo remoto, de gran señor venido a menos, Don Alonso Quijano quince años antes de perder la cabeza, el aspecto que siempre quise para el hombre de de mi vida. Ni siquiera sé como se llama, pensé, y me eché a llorar.
El si sabía como me llamo yo, porque empezó a hablarme muy suave, muy dulce, una tristeza honda y resignada en cada palabra y me llamó Marian. Yo me llamo María Ángeles, un nombre terrible, sobre todo por la cantidad de nombres terribles que es capaz de engendrar: He sido María, Mary, Marigeli, Angelines, Gelines, Geli, Angélica algunas veces y Angelita casi siempre. Los detesto todos casi por igual, aunque eso no me ha permitido sacudírmelos, pero desde los doce años, más o menos, mis amigos me han llamado Marian, porque en cuanto pude decidir, escogí llamarme así, como las chicas de Sandokán y de Robin Hood. Ni que decir tiene que eso nunca llegó a alterar el orden de las cosas en mi familia, y que cuando alguien preguntaba por Marian a mi madre si era ella quien había cogido el teléfono, su invariable respuesta era siempre que claro que Angelita estaba y que claro que Angelita se podía poner.
_ Marian, estaba diciendo aquel desconocido que me gustaba tanto, el chulazo de la rubia, el que debió de ser el hombre de mi vida. Marian, la voz a punto de quebrarse, Marian, yo te he querido mucho, te quiero, pero esto no puede ser, yo no puedo más, no puedo más, me entiendes? Yo me largo porque cualquier día te va a pasar algo chungo, algo chungo de verdad y yo no tengo huevos para estar aquí, no pienso estar aquí para verlo.
_ Anda ya, si vine con Mónica, respondí yo, llegué tan tarde porque estuve esperando a que cerrase el Sinaloa, ayer nadie quería irse…
_Marian, dijo, hablándome muy despacio, aparentemente tranquilo pero con el horror pintado en la cara, la viva imagen del pánico puro. Si el Sinaloa estaba cerrado ya cuando saliste, lleva cerrado dos años justos, desde lo de Mónica precisamente. Hoy se cumple el aniversario, hasta viene en el periódico. Espera, te lo voy a enseñar.
lunes, 20 de abril de 2009
TACONES CERCANOS (resacuento) I
Intenté volverme a dormir pero había un olor asqueroso que no podía seguir ignorando, sentía una nota discordante en el tacto de mi propia cabeza y tampoco era capaz de desprenderme de la angustiosa sensación de no estar sola ni a salvo. Volví a abrir los ojos, usando la mano izquierda como visera y corrí a cerrar las cortinas. El ruido de mis tacones sobre el parquet me revelo que no solo había dormido tirada en el sofá y vestida sino que además lo había hecho con las botas puestas.
Sobre la mesa había una lata abierta de algo repugnante que identifiqué como calamares en salsa americana, estaba vacía y se había reutilizado como cenicero, lo cual explicaba el olor asqueroso que lo impregnaba todo. A su lado, un paquete de Marlboro a medias y un mechero bic azul con el logo del bar donde suelo desayunar los jueves. Pensé tirar la lata a la basura pero la idea de desenrollar una bolsa y colocarla en el cubo me dio tanta pereza que desistí.
Volví al salón, abrí la puerta de la terraza, siempre con la mano izquierda protegiendo insuficientemente mis ojos, observé encantada el fantástico colorido de las petunias y los claveles chinos, miré hacia ambos lados, comprobé que no pasaba nadie por la calle y arrojé la lata a la calzada con todas mis fuerzas. No le acerté al flamante y odioso Audi de mi flamante y odiosa vecina, pero casi. La gamberrada me puso de buen humor. Entré en casa otra vez y fui hacia el cuarto de baño, canturreando el día que me quieras, la rosa que engalana....Abrí la puerta, todo estaba en su sitio, incluida la barra de labios que olvidé la noche anterior sobre la caja de kleenex. Hay parejas híbridas de humanos y objetos que duran toda la vida, cualquiera sabe que el auténtico viudo del viejo Charlton Heston, es en realidad su rifle. Mi relación con el lápiz de labios no es menos intensa .Cuando la noche anterior lo había echado de menos en el primer bar ya lo interpreté como un mal presagio, pero me rehice, porque había salido dispuesta a darlo todo, a morir por Dios, a olvidarme de mí, a ser otra.
Tengo el pelo largo, una bonita melena rizada, pensé, soy pelirroja, odio los calamares en salsa americana y hace por lo menos tres años que dejé de fumar. ¿Que está pasando aquí?. El sonido familiar de las llaves en la cerradura me devolvió el pánico, porque yo vivo sola. Claro que tú vives sola, tarada, me dije a mí misma en voz alta, pero a saber con quien cojones vive la rubia esta.
Justo cuando recordé que podía trancar desde dentro, se abrió la puerta. Al hombre alto y flaco, que entró en mi casa sin titubear, intentó reprimir sin conseguirlo una mueca de desagrado al ver las huellas que mis pies descalzos y mojados habían ido dejado en todo el pasillo , y depositó un beso aburrido, inequívocamente doméstico, en mi pelo(el pelo de la rubia), sin que yo alcanzara a salir del estupor... a ese hombre, yo no lo había visto antes en toda mi vida.
viernes, 17 de abril de 2009
LA BUENA TIERRA
Como sabréis, en Andalucía no hay románico. Cuando este estilo dominó la Europa católica, aquí se construían mezquitas, sinagogas y palacios de ensueño, llenos de jardines y rumores de agua escondida. Y aún siendo muy hermoso, cuando cierro la puerta de mi casa, es para buscar lo que no tengo, para aprender de lo que los demás me pueden ofrecer. Y salí buscando románico, buen vino, buena comida y muchas risas. (Estas tres últimas cosas las tengo aquí también, pero que narices, de eso no me importar repetir). Encontré mucho más.
Mi camino tenía tres provincias como destino, Álava, Burgos y La Rioja. Y ocurrió lo que me pasa siempre, que me enamoré. (Soy una chica fácil por lo que estoy viendo).
La calidad de las fotos es penosa, imposible conseguir buena luz en una iglesia tan mal iluminada, víctima del abandono que sufre nuestro patrimonio. Si pasáis por allí, buscad a la regidora del lugar, guapísima señora mayor de magníficos ojos azules y extraordinariamente amable. Ella os abrirá y explicará.
Estuve en otros muchos pueblos, como Frías, donde gozamos de un almuerzo estupendo, a base de migas, cordero, buen vino y todas esas viandas que se te pegan a la cintura para no abandonarte jamás. Subir al castillo ayuda a que el daño no sea tan grave. Y la explanada en su cumbre un descanso merecido. A veces las ruinas son mas románticas y bonitas que los edificios intactos.
Lo grande es que para llegar de un lugar a otro, en medio del camino te encontrabas cosas como esta
Mástil de soledad, prodigio isleño,
Cuando te vi señero, dulce, firme,
como tú, negra torre de arduos filos,
Y descubrí además del románico, un precioso gótico, magnifico barroco y bosques de piedras, paisajes rurales intactos y vinos maravillosos y un tríptico que tenéis que ver en Cobarrubia, el monasterio del Yuso y la emoción de saber que allí se escribieron las primeras frases en castellano,.. .techos pintados con delicadeza y cúpulas y vidrieras que si no te hacen creer en Dios, desde luego si que te hacen querer poner en el santoral a canteros, arquitectos y toda clase de artistas y artesanos.
PERO lo mejor del viaje fue conocer a nuestro amado Aratz. (no hay foto chica, lo siento). Sólo por eso ya merecía la pena el viaje. El encantador capitán de Hatunia y un magnifico anfitrión. Para ti estas flores. Por tu cortesía.
LAS ALEGRES ETXEKOANDRES DE TXAUEN (II)
lunes, 13 de abril de 2009
¡MAL RAYO LOS PARTA! (pero qué buen vino tienen)
Allons enfants de la patrie Le jour de gloire est arrivé Contre nous de la tyrannie L'étendard sanglant est levé Entendez vous dans les campagnes Mugir ces féroces soldats Ils viennent jusque dans vos bras, égorger vos fils, vos compagnes Aux armes citoyens! Formez vos bataillons! Marchons, marchons, Qu'un sang impur abreuve nos sillons.Bueno, vale. Tienen un bonito himno. ¿Y? ¿Algo más? Bah... Tal vez cuenten con alguna que otra ciudad interesante. Bordeaux, por ejemplo. Ciudad de origen romano, como casi todo lo bueno... y casi todo lo malo también. Burdigala la llamaban ellos. Nosotros la llamamos simplemente Burdeos. A orillas del Garona yace, a pie del Atlántico, formando parte del Camino, así con mayúsculas, el que muere en Compostela. Pues bien: resulta que Burdeos dio al mundo a un tipo como Charles Louis de Secondat. El tal Secondat, pese a permanecer hoy en día en una especie de limbo, puede presumir de ser uno de sus escasos compatriotas dignos de ser recordados. Pero olvidémonos nosotros también del barón de Montesquieu. Total, todo el mundo lo hace y nosotros no vamos a ser menos. Si Burdeos merece la pena es básicamente porque, personajes ilustres a un lado, aporta al mundo nada menos que unas 120.000 hectáreas de viñedos de más de cincuenta denominaciones de origen diferentes. Al año, 700 millones de botellas de vino. Para consumo interno y exportación. Lo que supone un volumen de negocio de, atención, la friolera de 14.500 millones de euros. Mal rayo los parta. ¿Por qué les saldrán tan bien algunas cosas? Pocas, de acuerdo. Pero en algunas son maestros. QVAE SVNT CAESARIS CAESARI. El arte del cultivo de la vid, por ejemplo, que nos llegó de Mesopotamia vía Grecia y Roma, es una de esas cosas. Y es que Baco debió de ser hijo predilecto de Burdigala. Ahora es posible que con la siguiente afirmación me canjee un rapapolvo impresionante por parte de algunos, pero la triste realidad, desde mi prisma particular, es que el burdeos es bastante más que el rioja. Claro, hay vinos y vinos. Pero a mi entender, el francés es más agradable al paladar, más afrutado, mejor curado, con menos tanino... Vamos, que a mi entender nos ganan por la mano. Recomendación personal: de corazón, probad el Chateau Picque Caillou. Se trata de un Pessac-Léognan de los que quitan el hipo. Más asequible pero muy digno, el Chateau Rocher Corbin, de Saint-Émilion. (De todos modos, si me reclaman próximamente en La Rioja para soltarme una colleja y de paso convencerme experimentalmente de mi equivocación, aceptaré gustoso la invitación.) También dominan el arte de los fogones. Ya puede venir el listo de turno con que ha inventado la deconstrucción de la flatulencia de una ostra, que yo me quedo con esa "suavísima sustancia, peso puro del goce" que cantaba Neruda. Me refiero a ese foie de oca increíble que allí preparan. Es decir, que me quedo con la cocina basada en la buena materia prima. Aunque tengo muy presente que el germen del mal (Bocuse) también es oriundo de allá. Por otro lado, además de enología y buena cocina, ¿qué ofrece Burdeos al visitante? Nada, prácticamente. Un casco viejo declarado Patrimonio de la Humanidad. Menudeces. Culturilla del tres al cuarto. La vida libertina y disoluta que genera la Universidad. Cine en versión original subtitulada, incluyendo retrospectivas de directores caídos en el olvido... Universitarias... Arquitectura, bueno, psá. Pasable. Alguna cosita sacra, alguna cosita profana (ahora por fin sin el hollín producido durante más de un siglo de polución, que no veáis la roña que tenían encima las casas hace no demasiado)... Música en directo en algunos cafés... Mmmm... ¿He dicho universitarias? En fin, nada del otro jueves. Y bueno, para terminar diré para placer de alguna, que sí, que lo cierto es que después de dar buena cuenta de algunas botellas de aquellas tierras, ya me caen mejor mis vecinos. Aunque se me pasará. Como el efecto del chateau, no temáis. Además, el Júpiter de Rastatt sigue apuntando sus rayos sin vacilación y con muy buen criterio hacia el oeste. Que uno no puede fiarse de esta gente: te preparan un banquete, te empiezan a caer medio bien y luego te tangan la cartera. Con talento, pero te la tangan. P.S.: Del queso hablamos otro día, que el tinto da sueño. Es lo que tiene.