Hasta hace bien poco tiempo reconozco para mi oprobio que no practicaba el noble arte de desayuno más allá de la lógica obligación en edad infantil. Y si alguna vez en edad de merecer quebraba mi rutina, el desayuno no tenía lugar a horas normales. Digamos que tal vez me levantaba, siendo autoindulgente, a las 13 horas, y seguidamente me plantaba entre pecho y espalda un poco ortodoxo plato de lentejas recalentadas que habían sobrado el día anterior, seguido de un yogur o una pieza de fruta. Más tarde, a eso de las ocho de la tarde, cenaba algo ligerito y santas pascuas. Habrá quién entienda esto como la antítesis de toda dieta. No seré yo quién lo discuta. Pero olvidan quiénes realizan tales apriorismos que algún bien, algún provecho oculto debe haber para cometer tal aberración alimenticia. Elemental. De hecho, el placer oculto es un bien supremo. Uno de los más grandes de los que uno puede gozar: anidar durante unas horas más, o minutos en su defecto, en el regazo de Morfeo. Disfrutar cuál niño de teta entre edredones y almohadas. “Schlummern”, que dicen los teutones muy sabiamente. Palabra maravillosa que describe esa sonrisa de plena felicidad de, por ejemplo, el hijo de la Bellucci después de pegarse un edípico atracón, con los ojitos cerrados asomando por entre las sábanas y la mente descansada sobre la almohada de plumas.
Ahora bien, un placer a menudo nos priva de otro. Epicuro, aquel sabio griego, sabía que en ocasiones es preciso renunciar a un placer si con ello prevemos obtener uno mayor. Incluso hay ocasiones, predicaba, en las que incluso uno puede acceder a pasar las de Caín con tal de alcanzar el ansiado fin. Todo esto, por supuesto el viejo hedonista lo aplicaba no solamente a los placeres terrenales, como muchas veces se le adjudica, no sin una buena dosis de malicia. Pero lo cierto es que aplicado a los placeres terrenales, uno habitualmente observa los resultados mucho antes que a los espirituales. Consejo práctico: nunca hay que prestarse al sacrificio de horas de sueño. Si acaso sacrificad la afición por trasnochar, mis queridos búhos. Dormir es vital, precisamente porque esa pequeña muerte hace que cojamos la vida con más ganas. Entiéndase "coger" a la argentina.
Para reducir en parte el culto desaforado que algunos rendimos a Selene, nada como emprender un viaje. Uno de esos casos en los cuales uno paga el peso del desayuno en oro. A la fuerza ahorcan. De ese modo, uno siente un despertador interno que ejerce la mayor de las coerciones para abandonar el catre. Y en efecto, el resorte interno salta de inmediato. Ducha, cepillado de dientes y a vestirse. Aunque sea de mala gana. No obstante, el beneficio es inmediato. Nos recibe un espectacular zumo de naranjas valencianas recién exprimidas y müsli suizo con leche fría. Leche entera, de la que sigue sabiendo a leche de vaca. Suiza, frisona o gallega. A esto siguen un par de tostadas de pan recién horneado untadas con purísima mantequilla, por ejemplo asturiana. Mantequilla de la que engorda pero que no es ni de lejos tan maléfica como nos quieren hacer creer los despiadados gurús de la alimentación del S. XXI. Y después del primer unto, un segundo de mermelada amarga de naranja. ¿Amarga? Deliciosa. Un huevo pasado por agua nos revela su ternura al clavarle cruelmente la cucharilla, sangrando su yema fundida que a gloria sabe. Y ahora una suerte de segundo plato nos espera, con sendas lonchas de tocino ligeramente hechas a la plancha, champiñones y unos tomatitos “cherry”. ¿Por la mañana? A primera hora. Y por supuesto una taza o dos o tres del glorioso Earl Grey de Twinings, elaborado a partir de las mejores hojas de la India y Ceilán. Si a todo esto sumamos la tibieza del aire en una terraza, el resultado es digno de ser probado alguna vez en la vida. De hecho, se me ocurren pocas cosas mejores, y ninguna de ellas es apta para menores.
Y lo mejor de todo es que, con un poco de suerte, el reloj aún no habrá dado las 9 de la mañana, con lo cuál el día se presentará ante nosotros con sus infinitas posibilidades. Y dicho esto, ahora que cada cuál haga con este consejo como con las lentejas recalentadas: si os las coméis bien y, si no, también.
11 comentarios:
Yo, que soy de Bilbao, y por tanto me adhiero a cualquier costumbre de mis barrios, haré las siguientes matizaciones....
Pan antequerano tostado con manteca colorá (imprescindible) o aceite de oliva virgen (del bueno, no del que venden en el super)
Café con leche (nada de Tes y poleos por dios, ¿me quieres amargar el día desde la mañana?)
Naranjas de huelva (que dan mil vueltas a las valencianas, donde va a parar)
Y un buen surtido de ibéricos de la sierra de huelva (of course)
y de todo lo antes citado por ti...menos las infectas infusiones.
Por otro lado, nada de sejar de hace compañia a Selene y los Selenitas... uno siempre puede levantarse, desayunar, y echarse una bonita siesta....
He dicho :P
Subcomandante, la opción que pintas es cojonuda también. Jamoncito, tomatada, aceite de oliva virgen extra... Ays...
:)
P.S.: Piensa que el café también se toma en infusión. ;P
¿Se acepta Nesquik? :D
Por lo demás, Kipling, Sub, me habéis abierto el apetito y de qué manera...
Jol, chicos, hoy mejor que no coma nada de nada, creo que he engordado sólo de leeros. Kipling, dime cuándo y dónde y te doy permiso para que me invites a uno de esos desayunos =P. Me encanta el Earl Grey de Twinings, en mi casa no falta una latita, nuncaaa, así que estás invitado. Aunque un buen café con leche para desayunar.... uhmmm, no me decido, no me decido, la verdad, con un mollete antequerano con manteca colorá, lo que pega es el café con leche, mi tierra es lo que tiene, el pan lo hacemos de fábula y la manteca coloraá.... jol, otro kilo.
olvide las tostadas con nata, de la que sale cuando cueces la leche de vaca de verdad, en la tostada, con azucar por encima... ayssss
A ver. Me uno a todos, al desayuno de los escoceses y al desayuno andaluz, con te o con café (solo, sin leche), con zumo de naranjas del tesorillo y buen jamón de jabugo. O de manteca colará, con asiento, esa delicia que queda en la parte de abajo de la mantequera y que es el tocino chucurruscado. Con una capa de azúcar por encima, lo tomaba cuando era niña. O sólo un pan con buen aceite de oliva. Pero no puedo llegar con las manos vacías. Y ya que me uno a tan pantagruélico desayuno, ¿que os parece si yo aporto lo churros?, acabados de hacer, calentitos, de los que te crujen entre los dientes y te dejan los labios llenos del sabor de la masa deliciosamente frita. Y un chocolate casero humeante, negro para los más puristas, con un chorreón de nata para los más golosos.
Ays, por dios. Y si es posible a las once de la mañana, después de una noche de búhos, sentados en una terraza (si queréis la mía) con todos los periódicos esparcidos y los ojos aun llenos de sueño.
Me uno,.Lorie, sin duda el mejor desayuno es el que nos ofreces y es por la compañía, por el ambiente, porque significaría haber pasado una buena noche entre amigos y seguir disfrutando de ellos por la mañana. Eso sería un placer, sin duda.
Lorie, tu plan es absolutamente perfecto :D
Si queréis, para complementar, yo aporto una barbacoa en mi terraza para la cena del día anterior. Eso sí, no sé cómo haremos para transportarnos de una terraza a la otra...
En mi nave espacial. Elemental, querida Darkita. ;P
Jo, que hambre, que hambre, que hambre...
eso pensé cuando me conecté al blog desde el exilio y vi la entrada de kip.
Me conecté con el móvil y para leer los comentarios tuve que pelearme con él porque se obstinaba en decirme que esto no es una página segura y me amenazaba con horribles penas a purgar en el infierno "selular". No es segura porque engorda, no te ode, le decía yo, pero el nada, que no, me sacaba de la página una y otra vez.
Del hambre y del cabreo me tuve que poner a hacer frisuelos con manzana, para tomar con café con leche y azúcar, mucha. El zumo me da igual, si es posible que sea de narajas recien exprimidas y sin pulpa pues fenomenal pero si don simón hace el trabajo por mi tampoco importa. No crucificarme, es la pura verdad.
Me llevaré los periódicos de lorielana y renunciar a la compañia de los buhos me duele en el corazon pero desayunaré sola.
Una casa vacía que huela a limpio, y donde esté todo en su lugar, el periódico sin abrir con sus hojas planchadas y perfectas, una ventana abierta a cualquier rincón con flores , servilletas de hilo y mi taza favorita.Es un ritual raro y precioso al que me entrego cada vez que puedo. Estrenar el día se convierte así en una manera de estrenar la vida.
Gracias Kip.
Frisuelos... Mmmmmm. Se nota que desayunas bien. Así tienes ese cuerpo serrano. ;)
P.S.: ¿Y casadielles también preparas? :P
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