De los límites de Europa ya escribí unas líneas hace un tiempito. Y, pasados tres años, no me arrepiento de una sola línea. También es cierto que la guerra de Ucrania -la actual- ha seguido un curso previsible para cualquiera que tuviera ojos en la cara, supiera interpretar un mapa y tuviera una mínima noción de Historia. Constato, por tanto, que éste no es el caso de la mayoría de opinadores en los medios de comunicación occidentales. Y esto, por lo que me toca, me resulta doloroso. Principalmente por quienes los leen, los oyen y forman su opinión a través de ellos.
Pero más allá de la pena que me provoca el 95% de los periodistas a los que se les da voz en el panorama patrio y allende nuestras fronteras, lo interesante es ver qué va a pasar ahora, que parece que los principales agentes involucrados en la guerra de Ucrania están a punto de fumar la pipa de la paz. Y entre los que se la van a fumar resulta que no está invitado Zelensky. El niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro al que le fallan las cuentas. Dice que le faltan cien mil millones de dólares. Sí, ese presidente ucraniano, antes llamado Vladímir y ahora, desde la invasión rusa, bautizado como Volodimir, por eso de que -¡oy, vey!- no se le identificara como rusófono, sino ucraniano de pura cepa (Dios sabrá lo que es eso).
Tampoco los europeos podrán fumar, ni pipa ni puro ni cigarrito de después, por mucho que, en el fondo, nos hayan estado sodomizando todo este tiempo. Lo prohíbe alguna normativa medioambiental, ecosostenible y resiliente, seguramente, firmada por la bruselópoda Von der Leyen, née Albrecht.
No podrán tomar parte, digo, los procónsules europeos en esos tratados de paz, porque, aunque parece que no se enteran, son muy conscientes de que, en realidad, y desde 1945, están bajo el yugo de otros. Porque, aunque Churchill y De Gaulle se apuntaran el loable tanto de que a sus respectivos países se los reconociera por unos años como "potencias" ganadoras tras la 2ª Guerra Mundial, la cruda realidad imperial se ha terminado imponiendo. Y, además, cosa que en España sabemos desde tiempos de Viriato, "Roma no paga traidores". Eso va por Francia, que gusta de cacarear y pavonear las cuatro plumas -ojo, nucleares- que le quedan. El caso británico es diferente, que para eso son una isla, para eso conducen por la izquierda, para eso comparten lengua con el primo de Zumosol, y para eso son sus más leales pajes.
Pese a que el autómata narciso que nos lacera con sus embustes diga que España - que no sabe ni lo que es- va "como un cohete", incluso en los medios propagandísticos españoles reina un extraño consenso en llamar a Alemania la "locomotora europea", por eso del Wirtschaftswunder de los años 50-60, el llamado "milagro económico alemán". Otro topicazo, en este caso made in Germany. Y el caso es que, ciertamente, tras la crisis del petróleo de los 70 -y los socialdemócratas en el gobierno-, se retomó el éxito económico en los 80-90-00... y quieto parao, que como levantes más la cabeza, ¡te la cortamos de nuevo!
¿Pero no habíamos quedado en que los alemanes ya no íbamos a fabricar tanques? Bueno, quizá para vendérselos a otros, pero, virgencita luterito, luterito, no para usarlos nosotros. Que estábamos en el mundo del fin de las ideologías, del fin de la Historia -como decía Fukuyama-, del triunfo de la Democracia Liberal, del Libre Comercio y de la Economía de Mercado. ¡Que el marco alemán ahora se llama euro y se había comprado al resto de economías continentales! Libre Mercado se llama eso, hasta que los americanos te rescatan Lehman Brothers y te dicen que la deuda pública de tu país se ha disparado. ¡Los americanos diciendo que en Europa debíamos pasta! The days that we have seen!
No contentos con eso, los anglosajones regañaron a Alemania -vía The Economist et alii- a base de leyenda negra, para que asumiera que debía cargar con el peso de las economías de países que se habían pegado un castañazo, como pasó con Grecia, Portugal, Italia, y, ay, España. Fueron los ingleses, por cierto, a quienes les faltó tiempo para sembrar la cizaña, un minutito antes de abandonar el barco europeo, y bautizarnos como pigs, por cierto. Esa fue, visto en perspectiva, la primera crisis europea de relevancia. El inicio de la Desunión Europea, coincidente con el auge chino. DIVIDE ET IMPERA.
Y mira que los alemanes hemos sido disciplinados. Hasta cuando tocaba lo de la ecología, que arraiga en Alemania y da ese final japifloro* a la Guerra Fría al compás de la balada de los Scorpions. Sí, hombre, cuando coreábamos todos eso de Atomkraft? Nein, Danke!
(Porque, no pensaríais que ese logotipo era un invento local, ¿verdad?)
Por mor de la ecología y por supuesto amor al planeta -pese a llenarlo de aerogeneradores y placas solares, horror estético y filfa energética a un tiempo-, cumplieron con el objetivo que vaya a saber Ud. quién diablos les marcó. ¿Diablos? Sí, esos del World Economic Forum, seguramente, con el maligno eslogan de "no tendrás nada y serás feliz". Y los alemanes se empeñaron con su proverbial tenacidad en destruir su industria, la que les había hecho grandes de nuevo: la automovilística. Las autopistas, en su gran mayoría, las inauguró para sus propósitos -también bélicos- el pintor austríaco. Pues bien: Greta Thunberg dijo -entre vuelo transoceánico y vuelo transoceánico- que eso dejaba una huella de carbono tremenda y que "tuso, tuso". Si, además, ¡Alemania no tiene petróleo ni gas ni uranio ni tierras raras (tiro de mi viejo libro de Química Inorgánica para esto: escandio, itrio y los quince elementos del grupo de los lantánidos -lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio-)! El proverbial sol teutón (?) nos calentará. Y el viento soplará y soplará, y nuestra industria moverá... si el decrecimiento malthusiano nos lo permite. Y, si no sale bien, habrá que ir a por madera a Siberia, como bien predijo el autócrata ruso.
Y claro, sin ejército que haga el paso de la oca, ni armas nucleares, ni virus en la recámara... si, además, te hacen la envolvente con el complejo de culpa por el pasado de sus bisabuelos ya enterrados y dejas entrar un millón y medio de sirios, afganos e iraquíes difícilmente integrables en Occidente; si renuncias a tu poderío económico y EE.UU. te cierra la llave del gas -véase la muy misteriosa explosión del gasoducto Nordstream 2-, como ya avisó el tío Donald, ¿qué le queda a la potente locomotora alemana? Carbón. Y no tenemos ni para el cigarrito de después, como decía antes.
Así que calculo que ya tenemos, Gran Coalición mediante, para tirar otros 30 añitos bajo el pulgar del Americano, si el tercero en discordia le deja: el Chino.