martes, 5 de noviembre de 2024

EL ETERNO RETORNO

Siempre regresamos a los sitios a los que alguna vez hemos ido. Siempre tropezamos con la misma piedra. Siempre nos engañan los mismos. Siempre creemos que la siguiente ocasión será diferente. Y seguimos picando.

A cada uno le engañan unos. Los suyos, habitualmente. El famoso dicho de "la primera vez que te engañan es culpa del mentiroso, pero las siguientes veces es culpa tuya" es un ejemplo de lo interiorizado que tenemos la ubicuidad de los tartufos y lo pisoteada que está la Verdad.

A mí me han vuelto a engañar, pero no han sido esos que dijeron a diestro y muy siniestro que salíamos más fuertes. Tampoco me han engañado los pusilánimes que, en ese instante, hacían macramé, jugaban a disidencia y pastoreaban su rebaño, hacían alarde de defender causas loables, pero sólo bailaban al compás de los primeros.



¿Quién me ha engañado entonces? El peor de todos. Al que siempre quiero creer, porque ése no me puede estar engañando. Yo mismo. Por pensar que no volvería a pasar, que la vida no es una cinta de Moebius, sino una línea recta, eterna y perfecta. Me engaño creyendo que la Justicia prevalece, que el Bien triunfa sobra el Mal, que los malos arderán en el Infierno. Esa esperanza, como en el mito de Pandora, anida en mí. ¿Para bien? Ahora mismo no lo tengo claro. Quizá bajo el velo de la desgracia, cual viejo senescal de Gondor, esté contemplando la verdad, sólo por un instante, antes de que mi juicio se vuelva a nublar y crea de nuevo en los finales felices, como en los cuentos de hadas que tanto me gustan. ¿Me habré estado engañando a mí mismo por haber creído en el Bien, la Belleza, la Verdad y la Justicia? Porque, pese a que de los círculos del Infierno sabía más Dante, lo que sí sé es que los idiotas nos abrasamos y nos llenamos de estiércol en vida. Del propio y del que nos tiran encima. O quizá eso que parece la claridad es, en realidad, la desesperación, el descreimiento, la fatalidad, el pesimismo, el sombrío bosque del que el citado Dante consigue salir gracias a la guía de Virgilio.

Porque Dante, de la mano del poeta latino, y a través de la búsqueda de su Beatrice, del Amor, de Dios -el Ideal-, encontró la salvación. Aunque fuera, literaria, que no es poco. Porque esos valores -καλοκαγαθία- sí son rectos, eternos y perfectos, y, por tanto no nos los pueden arrebatar. Resumiendo, hay que aguantar. Por salud mental. Por encontrar la paz de espíritu. Ahora bien: el sometimiento a mensajes contrarios al sentido común es un tipo de tortura del alma, y algunos se empeñan en ello 24/7. Y no termina la tortura psicológica en que le digan a uno que hace sol cuando en realidad llueve, que ¡están haciendo todo lo posible!

Los métodos que están aplicando en estos siete días van desde obligar a presenciar el sufrimiento de seres queridos, la petición de que nos convirtamos todos en suplicantes (si necesitan más recursos, que los pidan), y, sobre todo, la burla constante, el trato vejatorio a los familiares de los fallecidos (aquí no se va a permitir el acceso de los familiares), los insultos al honor de quienes acuden a al auxilio, y la exasperación repetida y deliberadamente provocada.

Mensajes contradictorios, carentes de lógica, nos inundan, cual lodo. La lógica con la que se debe regir una mente sana me dice que el Ejército debía haber entrado en Valencia, como en su día lo hizo en Bilbao, con 8.000 efectivos a las 24-48 horas de la catástrofe. No fue un gobierno autonómico quien gestionó aquello, en 1983, porque literalmente desbordaba sus capacidades y competencias. Si entró el ejército en aquel Bilbao de los 80, ¿por qué no lo envió Pedro Sánchez a Valencia en 2024?

Una catástrofe que, por otra parte, lejos de ser el heraldo del Apocalipsis climático, como se nos quiere hacer ver desde una Alemania en caída libre, viene ocasionada por un fenómeno meteorológico que se repite cada 30-50 años desde hace muchos siglos. Y lo peor es que, como señaló Libération, era evitable


Mediante diversas acciones: construcción de presas, limpieza de los cauces de los ríos, no edificando sobre terrenos inundables, con una comunicación más eficaz... Pero entre la empanada verde bruselense, la derogación de Zapatero de la creación de una presa en Chestela desidia funcionarial, los excesos catastrofistas a los que vivimos sometidos desde Greta, y un personajillo ridículo como Mazón, con el pañal desbordado, entre todas, digo, la mataron y ella sola se murió.

La pútrida guinda del pastel de mierda me parece este comunicado emitido por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social -su mero nombre es una oda a la Lingua Tertii Imperii, algo orwelliano, o directamente totalitario-. Me parece un deseo y una intención, qué digo, ¡un alarde!, de que las pestes -el Mal- se propaguen. Lo siento, pero no encuentro otra explicación. 


Que sus esbirros quieran salvar al Líder Supremo -el Uno, el César Augusto, Su Sanchidad, la última Coca-Cola en el lodazal- es un propósito loable, qué duda cabe, pero hasta el punto de despreciar los peligros para la salud pública y mearnos a todos en la cara, me parece un exceso, incluso para ellos. Pero vuelvo a estar engañado, porque son capaces de eso y de mucho más.



No hay comentarios: