Temo quedarme en paro. Sobre todo porque no sé a qué podría dedicarme el día después. Por otra parte tampoco sé muy bien a qué me dedico a día de hoy. El caso es que, de lo que hago, un 90% ni me estimula ni le veo futuro. Es más: lo aborrezco profundamente. De hecho, la de mandarlo al cuerno es una idea recurrente que me agarra y no me suelta. Me faltan huevos para hacerlo, creo. Fíjate si me faltarán, que digo "creo". Pero tampoco en la autoflagelación se halla la solución. No sirve de nada ahondar en mi abulia: la autocompasión es insana y sobre todo no me traerá de vuelta a mi padre.
Lo echo de menos. Mucho. Echo de menos sus broncas, y me acuerdo de cuando yo era chaval y no tan chaval. Echo de menos la sabiduría de sus consejos, que en mi juventud casi nunca seguí. ¿Y en mi madurez? Le echo de menos a él. Hace meses ya que se hizo a la mar y yo sigo en la orilla. Mirando. Sin poder marcharme. Sobreviviendo.
viernes, 13 de mayo de 2016
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1 comentario:
Ay! :-*
(de verdad que no sé qué más decir, y tampoco si tiene sentido un mes más tarde :) Que para lo del trabajo siempre puedes ir echando euromillones mientras te lo piensas... y si un día te toca pues lo compartes conmigo por darte la idea :P)
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